
No es mi propósito filosofar sobre si para este fin se ha creado esa monumental máquina de trámites llamada Estado, pero hay una buena cantidad de connacionales a quienes, por lo visto y escuchado en sus discursos y alocuciones formales e informales, no les desagrada en lo mínimo desempeñar un papel como el de los polluelos aquí retratados. Una sola curiosidad me viene a la mente: si llegado el momento y ya en el timón, los que ahora señalan sentenciosos "hay que dar esto, aquello y lo de más allá", viendo que los recursos no son ilimitados, aplicarán el dicho aquel de
“ante el vicio de pedir, está la virtud de no dar”.
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