lunes, 16 de noviembre de 2009

Teclados, teclados, teclados.

Tan cierto como que la época está en los sonidos es que fueron tres los grandes referentes de teclados de la música de los 70's: el sintetizador Moog, el piano Fender Rhodes (y su competencia un tanto más metálica y dura, el Wurlitzer) y el órgano Hammond. Yo todavía lamento que en mi grupo musical de aquella lejana infancia y adolescencia nunca tuviéramos cualquiera de esos, que eran tocados a hurtadillas cuando nos los encontrábamos en algún festival de conjuntos musicales colegiales por aquí o por allá, todo por los alcances sonoros de aquellos instrumentos, su textura, sus posibilidades interpretativas e incluso su peso (el Rhodes pesaba como un armario con cadáver dentro).

De entre las piezas clásicas que los utilizaron, puedo mencionar tres de mi preferencia: el solo de Moog en "From the beginning", de Emerson, Lake & Palmer; los primeros compases y cortinas del Rhodes (con su efecto de vibrato estéreo claramente perceptible entre el primero y el segundo verso de la letra) en "Only yesterday", de los Carpenters; y por supuesto el perenne y versátil acompañamiento (con un eco de "Air on a G string, de Bach", y el efecto de "leslie" rotatorio incluido) de "A whiter shade of pale", de Procol Harum.

Sin desmedro del cariño que por mi guitarra he sentido en mi vida, es al recordar y escuchar estos tres aparatitos la única ocasión en que asoma una ligerísima envidia por que el piano no sea mi instrumento "nativo".

jueves, 12 de noviembre de 2009

Desasturismo

Hoy me encontré esta notita en un periódico local (obvio: hacer clic aquí), en la cual se critica acremente y con justificada razón a la manada de metidos y metidas que van a hacer turismo en zonas de desastre, lo que bien podría llamarse "desasturismo". Esta actitud de infantil curiosidad de nuestro pueblo va desde armar la trabazón en el carril contrario a donde fue el accidente (porque se detienen a abrir la boca) o arremolinarse alrededor de alguien que colapsó, hasta demostraciones del calibre de las mencionadas en la nota periodística, comparables con las expediciones a los desastres de años anteriores, como los terremotos de 2001.

Ahora bien, he aquí la pregunta retórica, maliciosa o perversa (a gusto del cliente): ¿no habría que añadir también como destinatarios del merecido vilipendio a cierto tipo de "profesionales" de la noticia que van a fotografiar, filmar, entrevistar y reportear; más que para dar a conocer las necesidades de las y los afectados, para capturar el dolor ajeno y ofrecerlo luego como mercancía en sus respectivos espacios, a fin de generar audiencia y merecer los ansiados anuncios publicitarios?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Cadáver de muela

Quitarle el nervio a un diente viene siendo, desde la filosofía platónica, como quitarle el alma a un cuerpo. A tal procedimiento único para salvar la posesión de la pieza los especialistas lo llaman "endodoncia". Queda el diente, sí, pero desconectado de la intrincada red de tejidos que reparten la vida por todo nuestro cuerpo; es decir, técnicamente está muerto y como tal es un cadáver. La ventaja, no obstante lo antes descrito, es que el esmalte no procede a la putrefacción (recordemos las ilustres calaveras pelonas y repletas de dientes que sobreviven a la carne) y, en consecuencia, se podrá seguir usando (espero que) por el resto de la vida, con su respectiva corona o capuchón de protección. No me atrevería, por lo antes dicho, a dar un responso por la difunta muela, pues aún le queda (a lo que de ella queda) mucho trabajo por realizar en compañía de sus congéneres y mis mandíbulas; pero sí me acometen algunos resquemores y vienen a mí algunos títulos de antigua cinematografía "B"... ¡que tiene que ver con los "living dead"!

jueves, 5 de noviembre de 2009

El genio y la estrella

No por obvio es menos cierto que en cada exitosa combinación de talentos cada quien ha aportado lo justo y necesario para que el equilibrio sea y se mantenga perfecto. Asi sucede con una de las asociaciones más agradables al oído: la de Richard y Karen Carpenter: ella con su voz tan natural, sonora, vigorosa y no obstante suave y acariciadora; él con su talento para encontrar los sonidos y armonías apropiados en los coros e instrumentos y dar así el sostén necesario para potenciar el singular don que su hermana poseía. En la base de las canciones estuvo el legendario y sempiterno piano Rhodes, aunque la magnificencia de los arreglos venía dada por los sutiles y nada convencionales coros polifónicos (estos sí en tono de química familiar), además del buen gusto para colocar el sonido del instrumento apropiado en el momento exacto (Richard era capaz de contratar a un músico para tenerlo sentado durante casi toda la canción y, no obstante, hacerlo intervenir en una o dos líneas que le daban la fineza y el agrado a la pieza, bien con una guitarra en pizzicato, una cortina de arpa, unas cuantas notas de banjo, una cornetita melodiosa y discreta, etc.). Ciertamente, oír a buen volumen la música de los Carpenters es una vitamina para el espíritu, pues hace parecer... ¡que todo el mundo funciona con esas mismas deliciosas armonías!

lunes, 2 de noviembre de 2009

¡Bravo por "Cinema Libertad"!

Este día he afirmado una creencia casi como un acto de fe: que el camino del cine nacional está ya vislumbrado en “Cinema Libertad”. Hay en este cortometraje una tristeza poética extraída del abandono de nuestras calles, edificios y personas, pero elevada al rango de belleza real, transmitida en pantalla y sublimada con sombras de fantasía. El guión y su intensidad dan exactamente para los 25 minutos que dura esta pieza llamada a instalarse como un preludio necesario para lo que acaso será. Ampliarla o sacarle más elementos sería arruinar su sano equilibrio. Si luego habrá un guión y un director con el sentido del ritmo suficiente para mantener una trama de hora y media, ya se verá; por ahora, lo cierto es que algo así es digno de verse más allá de la nostalgia o admiración por mirarse el ombligo, y que sus expresiones visuales mueven a reflexión sin caer en el facilismo de la falsa denuncia. Quizá el saltito del tiempo para la escena final me pareció solamente simpático, pero también seamos indulgentes... ¡que de algún modo tenía que terminar!

No por esa vía, mi gente.

Alguien que en su tiempo fue mi respetado maestro nos aconsejaba que cuando no se tiene algo bueno que decir sobre una persona o pieza artística es mejor quedarse callado. Pero pasa, primero, que no estoy tan convencido de la justeza de tal filosofía y, segundo, que detesto caer en el eufemismo de alabar “el esfuerzo” y “la intención” como virtudes allí donde los yerros abundan. Dos cortometrajes de ficción surgidos de un taller “profesional” de cine y televisión de una escuela de comunicaciones local han dejado en mí la certeza de que, por ese camino, mejor abstengámonos. De entrada, la pantalla “estirada” y deformada en sus proporciones, pasando por los pixeles visibles y la palidez mortecina de toda la proyección (aún en escenas soleadas), desembocando en guiones mal elaborados (entre lo que no se entiende y lo que mejor sería no entender), con parlamentos pésimos (aparte de mal redactados, con el “mix” inconsciente del tuteo y el voseo y los repentinos cambios de humor y tono que ni en las peores películas mexicanas), echando muy en falta la estética fotográfica, así como una buena música de ambientación (en algún caso, inexistente) y actuaciones de buenos actores y actrices mal dirigidos... ¡o sea! Quisiera creer que los otros cortos que no he visto han de estar mejor, aunque mucho me temo que todos están cortados con la misma tijera. Lamento no apuntarme al apoyo de "lo nuestro” sólo porque es nuestro (aunque sea “chafa”). Por eso y con algo de pena... “aim sorry, may friends”.