Blog de Rafael Francisco Góchez.
El final de un cuento onomástico titula este espacio de conversación imaginaria. Las razones, si las hubiere, acaso se sospechen en su mismo desarrollo.
viernes, 13 de abril de 2007
Góchez Sosa con guitarra
De uno de esos bloques de fotos antiguas, brotó esta estampa de mi padre, el poeta Rafael Góchez Sosa (1927-1986), tomada en algún momento entre 1978 y 1980. Me resultó significativa porque actualizó un recuerdo que, con poco margen de duda, es esta la primera vez que menciono: que él tocaba la guitarra.
Sin teoría ni mucho conocimiento formal en esto de la música, él apenas sabía un par de círculos armónicos y rasgueos esenciales, lo suficiente como para acompañar dos o tres canciones que mi madre cantaba, muchas veces a pedido mío ("¿Dónde estás, corazón?" y alguna otra cuyo título no recuerdo). Eso sí: él tenía un sentido natural del ritmo y un oído musical atinado, detectando y explicando a su modo fenómenos técnicos que hoy llamaríamos con nombres complicados.
No fue él quien me enseñó guitarra, pues luego de un par de sesiones llegamos a la conclusión de que, o bien él no sabía exactamente cómo transmitir ese conocimiento empírico, o yo no le entendía. Sin embargo, ese instrumento siempre estuvo disponible en casa, no como algo decorativo sino como un objeto vivo, gracias al cual, treinta años después, puedo evocar aquellos breves y excepcionales conciertos mañaneros.
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