Durante la etapa preinsurreccional de los setenta, así como en la guerra civil, sus páginas sirvieron de plataforma para todo tipo de instigadores contra la izquierda, incluyendo publicaciones pagadas anónimas que acusaban de comunistas no solo a quienes lo eran, sino también a sectores de la sociedad civil cuyo único pecado era estar en contra de los abusos de las dictaduras que sometieron al país por décadas. En esa cuenta, aparecieron señalamientos graves y amenazantes contra Monseñor Romero y contra Ignacio Ellacuría, por mencionar solo dos nombres emblemáticos.
Después de la firma de la paz, en 1992, hubo cierta apertura en la sección informativa: por primera vez se incorporó el contraste de fuentes y se dieron espacios —aunque con reserva y cautela— a voces de izquierda, tanto del FMLN como de otros sectores intelectuales y profesionales. No obstante, la línea editorial —la nota del día y los artículos de opinión— se mantuvo fiel a su tradición: conservadurismo y anticomunismo, en una línea nostálgica por aquel capitalismo semifeudal de antaño, un día sí y otro también.
Con la llegada de Nayib Bukele a la Presidencia, en 2019, y la ruptura del bipartidismo ARENA–FMLN, El Diario de Hoy no vio con buenos ojos al outsider que irrumpía en el poder, desplazando a los sectores tradicionales. Como reacción de la derecha era lógico que actuara así. Pero, poco a poco, aquel empresariado —otrora patrocinador de ARENA, su instrumento político— entró en un compás de espera y, en los últimos años, comenzó a leer con pragmatismo la nueva realidad política y social, marcada por la seguridad ciudadana y la mejora del clima de inversión.
La crisis ideológica de El Diario de Hoy está ahí: la derecha económica e intelectual a la que representaba ya no tiene motivos reales para oponerse al rumbo económico del país, ni tampoco para enarbolar la lucha contra un comunismo reducido a nada. Ese abandono ha dejado huérfano al periódico, que se quedó anclado en egos y personalismos, refunfuñando por lo perdido. Y es que resulta imposible sostener una política editorial únicamente sobre la base de la animadversión, que suele ser irracional. Dicho de modo sencillo: el “Nayib me cae mal” tiene serios límites de cara a los lectores.
Consciente del callejón ideológico y mercadológico en que se encuentra, El Diario de Hoy ensaya ahora una jugada de supervivencia: como no le trae cuenta mantener la línea dura de derecha, abraza un progresismo oportunista, en un afán de alcanzar nuevas audiencias. El fichaje del académico Óscar Picardo, junto con periodistas damnificados por el desfinanciamiento de medios digitales opositores, permite ver al periódico enmascarado, abanderando causas sociales legítimas que siempre despreció: derechos humanos, combate a la pobreza, dignificación del salario, derechos de los trabajadores, iglesia popular y progresista, revisión histórica de mitos nacionales, servicio doméstico no dignificado y... hasta Roque Dalton en portada.
“Se verán cosas, dice la Palabra”.
Allá quien les crea que lo hacen con honestidad intelectual.
Mi hipótesis es la siguiente: su objetivo estratégico es infiltrarse en públicos incautos y bienintencionados, para no desaparecer como medio ideológico y, llegado el momento, intentar arrastrarlos hacia su verdadero propósito político, que es minar al bukelismo.
A modus operandi se le llama "entrismo", una táctica trotskista.
Suerte con eso. 😉