martes, 3 de diciembre de 2024

El bitcoin: una apuesta ganada

Publicado en Diario El Salvador.

Cuando El Salvador adoptó el bitcoin como moneda de curso legal, a mediados de 2021, la gran mayoría de ciudadanos jamás habían escuchado hablar de esta o cualquier otra criptomoneda. En el debate público que generó esta iniciativa, predominaron las posturas conservadoras, que iban desde la razonable cautela hasta los vaticinios de escenarios económicos catastróficos. El hecho de ser el primer país en el mundo en dar este paso dejaba flotando en el sentido común una pregunta que justificaba razonablemente las dudas: “¿por qué nadie lo había hecho antes?”

La fluctuación del valor del bitcoin en los meses posteriores pareció confirmar los temores. De cotizarse al inicio en $46,000 aproximadamente, pasó por un breve periodo de estabilidad e incluso una notable subida de valor; pero luego, diversos factores a nivel global propiciaron una ola de desconfianza durante 2022, principalmente el colapso de algunas plataformas que operaban con otros criptoactivos y las amenazas de su prohibición (como ya había ocurrido en China). Ciertamente, hubo pánico al ver que el máximo precio entonces alcanzado ($68,789 en noviembre de 2021) cayó un año después a menos de la cuarta parte de su valor: $15,500. Quienes habían pronosticado su fracaso e incluso su desaparición, parecían tener los números.

Sin embargo, el bitcoin no solo sobrevivió a la crisis, sino que comenzó a revalorizarse de manera sostenida durante 2023 y 2024, al punto de sobrepasar sus máximos históricos y ponerse actualmente a tiro de los $100,000. Varios factores económicos contribuyeron a esta recuperación (mismos que sabrán explicar los expertos), pero el hecho es que el bitcoin emergió fortalecido, demostrando ser viable y resistente a las crisis financieras, en razón de lo cual ha aumentado la confianza de los inversores institucionales. El anuncio del presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, de crear una reserva estratégica en bitcoin en la economía más grande del mundo, es un espaldarazo trascendental en su consolidación.

Si bien es cierto el bitcoin aún no es utilizado mayoritariamente como una moneda de cambio en el día a día, y pese a que sus márgenes de fluctuación aún son relativamente altos, su utilidad como inversión a mediano y largo plazo es cada vez más clara. Que El Salvador tenga en reserva casi 6,000 BTC, con un valor aproximado de 575 millones de dólares, habiendo en invertido en ello la mitad de esa cantidad, tiene ventajas inherentes incluso si no se capitaliza en dólares en este momento: ese monto de respaldo podría revalorizar al país como sujeto de crédito ante organismos internacionales, pudiendo obtener financiamiento para inversión pública en mejores condiciones; además, permitiría afrontar con mayor solvencia una emergencia nacional grave (que ojalá no se produzca) y hace atractivo al país para inversores tecnológicos del sector cripto.

Visto en retrospectiva y a manera de comentario condescendiente, no sería justo señalar con demasiada severidad a quienes criticaron acremente y proclamaron jubilosos la muerte del bitcoin hace apenas un par de años (aunque quien creyó en él tiene cierto derecho a espetarles el clásico “yo se los dije”; sea por conocimiento, intuición o una inusual combinación de ambos). Ciertamente, hace tres años no era descabellado ver mal al bitcoin; por el contrario: lo que resultaba osado, atrevido y riesgoso era tomar el camino de lo nuevo, como todo pionero. Sin embargo ahora, con la ventaja de conocer el pasado, lo que resulta bastante incomprensible es la necedad de quienes aún persisten en ir contra el bitcoin (ya sea con calcomanías o con argumentos alambicados) a pesar de la evidencia, acaso por el capricho personalista de no aceptar con madurez una verdad bastante clara: que el bitcoin es una apuesta que ganó el presidente Bukele.