domingo, 24 de febrero de 2008

¡Volvió éste!

De los muchos anuncios y mensajes que se difundieron a través de los medios masivos a propósito de la firma de los Acuerdos de Paz en 1992, tan sólo recuerdo uno, quizá por ser el más sencillo, sentido y simpático. Ambientado en un pueblito cualquiera, llegaba un tipo al que otros dos reconocían después de largo tiempo de ausencia. Al verlo, uno de ellos exclamaba muy alegre, pero en tono natural como pocas veces se ha logrado plasmar en una de esas actuaciones: “¡Volviste!”, mientras lo recibía con gesto amable, palma en el hombro y casi abrazo. Entretanto, el otro anfitrión observaba la bonita escena y sonreía mientras pronunciaba, en tono algo más suave pero bastante parecido a la realidad popular: “¡Volvió éste!”. Seguramente a continuación salía algún texto o voz de locutor “en off” diciendo algo pertinente, pero lo he olvidado.

Esas dos breves frases transcritas lo decían todo y fueron tan significativas que la gente de todos los niveles sociales se quedó usándolas durante mucho tiempo, remedando el mismo tono entrañable, simpático y simplón con el que aparecían en aquella producción publicitaria. Es, realmente, uno de los pocos casos que recuerdo en que haya habido una identificación tan espontánea entre el plano mediático y la población.

Más allá del contexto específico en donde se gestó aquella buena idea, yo me alegro siempre que puedo repetir esas pocas palabras ante alguien o algo bueno que vuelve.

jueves, 14 de febrero de 2008

Con Silvio, a pesar de...

Finalmente se ha anunciado el primer concierto de Silvio Rodríguez en El Salvador, luego de más de un año de "rumores unicornianos". A diferencia de lo que habría hecho hace una o dos décadas, mi decisión de asistir al evento pasó por un significativo período de indecisión: desde la duda sobre si vendrá con o sin músicos acompañantes (que no es lo mismo, salvo idolatrías) hasta hacerme la idea de soportar un entorno de campaña pre-electoral un tanto fanatizado.

En lo concreto de ese debate interno fue inevitable considerar el "dónde" y "de a cuánto" del asunto, pensando en ir solo, ya que Carmen desistó de acompañarme desde un principio, dado el excesivo contraste entre el valor monetario del boleto con las causas que dice defender toda esa majada.

Un boleto de US$75 en las primeras filas (sí, viejo: "la moneda del imperio") me permitiría ver y oír bien, pero rodeado de alguna gente que vive como lo que antes criticaban en sus luchas populares; por el otro lado, la locación de $5 en los graderíos laterales o casi atrás del escenario sería objetivamente cara: pagar por nada. En algún momento casi tuve decidido ir al de $50, pero me desanimé al añadir a mis dudas iniciales el convencimiento de que la edad del cantautor isleño ya pesa demasiado en su voz. Quedaban las opciones de los graderíos centrales de $15 y $25, desde donde quizá se oiga medianamente bien, aunque haga falta telescopio para distinguir al poeta-músico.

¿Qué me convenció, finalmente? El rebaño: cuando vino Napo mostrando su boleto y contando que ya estaba armado el paquete con Monterrosa, Charlie, Mingo, Monzón y otros colegas. Y ya comprado el tiquete, pienso que da igual si el concierto está bueno o no: el punto es que cómo no voy a ir a ver a un tipo cuya música he escuchado en niveles adictivos, tocado en mi guitarra y hasta cantado en dos o tres presentaciones universitarias de juventud. Además, desprenderse de quince dólares ya es menos doloroso que los cincuenta originalmente previstos. Y, por último: ¡que Silvio ya está viejito y, si no es esta vez, no será nunca!

* * *

Posdata: con la mitad de esta docena particular de canciones, yo estaría contento.

1. Como esperando abril
2. Yo digo que las estrellas
3. Óleo de una mujer con sombrero
4. Rabo de nube
5. Te amaré
6. Domingo rojo
7. Ángel para un final
8. El tiempo está a favor de los pequeños
9. Historia de la silla
10. Requiem
11. Locuras
12. Monólogo

domingo, 10 de febrero de 2008

Telenovelas venezolanas

¿Para qué negar que las truculentas telenovelas venezolanas "de antes" tenían un encanto especial? Lo atestiguo porque, de pequeño, comencé a ver accidentalmente "La Zulianita", protagonizada por Lupita Ferrer y José Bardina, y caí en esa red de adicción característica y esclavizante que las hacía tan populares. En mi recuerdo también está una escena en donde José Luis Rodríguez va escuchando, un tanto deprimido, la canción "Silencio" (una de las buenas), en no sé cuál telenovela inacabable de aquellos tiempos.

¿Todas distintas, todas iguales? ¡Siempre! He aquí tres características comunes, enumeradas hoy por simple ejercicio y ganas de hablar de algo:

a) La trama está cargada de coincidencias increíbles y situaciones insólitas, giros argumentales que acostumbran al espectador a todo tipo de sorpresas.

b) Aun cuando hay galones de lágrimas que surgen de situaciones tristes, ciertos elementos cómicos son esenciales para mantener el optimismo en la vida misma.

c) Desde un principio sabemos que los protagonistas se aman y acabarán juntos a pesar de los pesares, aunque es imposible decir cómo ni cuándo. En este sentido, el final es previsible e inesperado a la vez.

Muchos han criticado al género basándose en falta de lógica del guión, la improvisación y la poca credibilidad, "pues la vida y las personas reales no son así". Yo también creía eso, pero cuando veo de reojo a cierto par que conozco, sólo me sonrío un poco, digo y exclamo: "¡ja!"

domingo, 3 de febrero de 2008

Obituario

Fue mi alumna en 2004, cuando coincidimos en el octavo grado de educación básica: yo como docente de Lenguaje y Literatura, ella como adolescente llena de todas las ilusiones y tribulaciones comunes y propias de su edad. Aunque no tuvimos una relación extraordinaria, tampoco pasó desapercibida. Más allá de la coincidencia en aula, no dejamos de saludarnos y bromear ocasionalmente con la familiar camaradería que permiten los pasillos colegiales en los años subsiguientes. Se graduó de bachiller el año anterior y estaba por comenzar sus estudios de medicina en la universidad. Recuerdo su pequeña cara de normal aflicción cuando estaba en el proceso de admisión y esperaba ansiosa ver su nombre en la lista de admitidas en el centro de estudios, con las dudas y expectativas propias de quien entra a la vida plena. En ella había ilusión, ganas de ser. ¿Qué pasó? Sólo sé que fue algo súbito y que el resultado es el mismo: esta manera de partir, tajante e inesperada, nos golpea a todos y nos hace pensar en nuestra propia fragilidad. Hay pesar, lágrimas y un vació de confrontación frente a la nada. ¿Qué tiene sentido, qué no lo tiene? La resignación es poco, pero es lo único. Descanse en paz, Rhina Idalia.