jueves, 25 de septiembre de 2008

El 3 no ha jugado

No me resulta posible disociar la imagen de mi abuela Delfina con la compra constante y periódica de vigésimos de billete de lotería, costumbre heredada por ella a mi padre (sospecho que con algo de suerte) y recuperada por mí desde hace algunas semanas, más por honrar dicha tradición familiar que por abrigar esperanzas realistas de amortizar las deudas (aunque también es cierto que la certeza absoluta de no sacarse algún premio sólo se tiene cuando no se compra número alguno).

Entretanto -aprovechando que la página web de la Lotería Nacional de Beneficencia publica, además de los respectivos listados, su estadística y recuento anual- me di a la (¿ociosa?) tarea de revisar la frecuencia de los números o bolitas que han constituido los tres premios mayores de los treinta y ocho sorteos de este año.

Así, en 570 tiros el número que menos ha figurado es el 4 (38 veces), mientras que el más frecuente ha sido el 2 (80 veces). Pero más importante que este dato es el de las terminaciones (o el último número del billete premiado, que da derecho al menos a reintegro): la que menos ha salido (o “no ha jugado”, como dicen los billeteros) es la del 3 (sólo 6 veces), mientras que la más afortunada ha sido la del 8 (16 veces).

¿En conclusión? Una de dos:

a) O la bolita del 3 en la tómbola tiene truco y pesa algunos miligramos menos que las demás.

b) O, conforme a la ley de la entropía (y al sabio consejo de los vendedores de estos portadores de suerte), el 3 tiene más chance de salir en los próximos sorteos.

Consideremos también el escenario más probable: que mis razonamientos y expectativas continúen fracasando y permanezca como hasta ahora, es decir, sin sacarme ningún premio. Si es así, con resignación y altruismo diré: "No importa, pues al fin y al cabo... ¡el $1.25 es para beneficencia!"

domingo, 21 de septiembre de 2008

Bueno y bonito

El DVD de dibujos animados de los "Cuentos de cipotes", de Salarrué, producido por el Museo de la Palabra y la Imagen (larguísimo sujeto con subordinada adjetiva incluida) está muy bueno, pero que mucho, mucho: caritas agradables, voces creíbles, ambientación musical oportuna. Yo, de adulto citadino, disfruté; no sé si los cipotes (pero recordemos que son "de" y no "para"). Tan bonito está que su único defecto es... ¡que muy luego se acaba, vaya!

sábado, 20 de septiembre de 2008

Acoso lácteo

Sí, la competencia es sana, si es sana competencia; sí, las tipas que ofrecen esta y aquella ventaja en el solidificado producto lácteo tienen empleo honrado y (espero que) prestaciones de ley. Sin embargo, ¿por qué atacar el acto simple de comprar una o dos variedades de queso de la marca comercial a que uno ya está habituado o la acción sencilla de contemplar las diversas ofertas y dialogar consigo mismo en paz, tranquilidad y sosiego, hasta encontrar la mejor opción? Uno tiene, entonces, que aprender y practicar el arte de decir “¡no, gracias, no, gracias, no!” así rapidito, mientras trata de localizar a toda prisa el queso de costumbre y huir cuanto antes, ante la casi multitudinaria presión del público.

jueves, 4 de septiembre de 2008

De tropos y figuras

Mediante el minucioso y exhaustivo estudio de las figuras y tropos literarios, ¿podría alguien que no sea poeta producir alguna poesía formal y conceptualmente válida? Sí, quién sabe, es incierto, es posible... Lo que tengo por seguro es que el nombre de algunos de estos recursos puede hacer una de dos cosas: ahuyentar con mayor facilidad a cualquier avezado estudiante o, en el mejor de los casos, sugerirle asociaciones semánticas de tal índole como las tres enumeradas, a modo de muestra, a continuación.

- Polisíndeton: monstruoso y mítico pulpo gigantesco del mar Egeo, temido por los antiguos navegantes.

- Quiasmo: conjunto de convulsiones que una persona enferma sufre luego de producirse un incontrolable, fortísimo y putrefacto estornudo.

- Epanadiplosis: inflamación de las terminales anafóricas del pleonasmo, asociadas con la inhibición de la funciones sinestésicas del hipérbaton superior.

En este último caso, dado que el padecimiento es terminal, a los familiares del paciente se les recomienda preparar con tiempo la epífora.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Ganas de molestar

Hoy temprano pasé por un quiosco instalado en uno de los muchos centros comerciales por donde circulan esas multitudes de quienes sospecho que van más a ver que a consumir. Mi intención era comprar un objeto por la cantidad de “x” dólares más veinticinco centavos. Al momento de pagar, lo hice con la cantidad de “x+1” dólares, pero la dependienta (“vivo” ejemplo de una vaca echada) preguntó medio de mala gana si no tenía yo los veinticinco centavos, pues ella carecía de todo tipo y denominación de monedas. Respondí negativamente y -ante la prolongada, patente y manifiesta pasividad de la tipa, como si vender fuera su mayor suplicio- prometí regresar. Instantes después, luego de escrutar las entrañas de una pisterita que habitualmente llevo en el vehículo, derramé cortésmente sobre el mostrador los “x” dólares... más las correspondientes veinticinco unidades de un centavo. No sé por qué la dependienta ni siquiera los contó, ni tampoco si fue real cierta imprecación que creí escuchar a mis espaldas, mientras me alejaba con la misma risita del glorioso bachiller Gorgojito. Ahora me arrepiento, pues con un poco más de esfuerzo... ¡bien hubiera pagado todo a puro centavito!