Al escuchar "Las cortadoras", de Pancho Lara, con sus trajes típicos de bailarines/as en manta limpia, entre graciosas mujeres ataviadas con fuertes y vivos colores que prodigan sonrisas por doquier, uno se siente partícipe de tal optimismo agrícola.
¡Ya coloradeó, ya se maduró todo el cafetal!
Y las cortadoras vienen muy alegres
con sus canastitos a cortar café.
¡Miren qué riqueza, miren qué hermosura, miren qué belleza!
¡Cuanta algarabía! ¡Jesús, qué alegría en el cafetal!
Es una pena que al hacer un somero análisis histórico se nos caigan hechos añicos los símbolos patrios. Esto se lo debemos en buena parte a Roque Dalton y sus "historias prohibidas", aunque ya antes el poeta Escobar Velado había sacado los trapos sucios al sol con su "Patria exacta" (que tampoco es tan exacta, pero al público le encanta recitada casi a gritos). Así, entre uno y otro tenemos para elegir el propio apelativo: para quien gusta de lo "claro y pelado" al estilo popular, tome el de "los guanacos hijos de puta", que en su plano real es ese inmenso "panal de hombres que no saben siquiera de dónde viene el semen de sus vidas inmensamente amargas", aunque no es lo mismo ni es igual decirlo de un modo que de otro. Decida el lector cuál es el que más duele y volvamos al tema.
Repletos los delantales, las cortadoras van caminando
desprendiendo de las ramas lindos rubíes de ricas mieles.
A don Pancho Lara -también autor de "El Carbonero"- no se le puede criticar sin exponerse a recibir vilipendios por respuesta, acusaciones de ser comunista incluidas. Sin embargo, siendo como dicen que fue la realidad en las fincas de café, no lucen muy objetivas las escenas descritas en la canción de marimba. O, en todo caso, se debería reconocer cuál es el punto de vista desde donde fueron hechas: la pura ideología, que no es otro sino la del terrateniente.
Para el dueño del cafetal, los granos de café sí podían llamarse metafóricamente "lindos rubíes de ricas mieles"; pero un campesino, hombre o mujer, ¿cree usted que los vería de esa forma?
Finalmente, venga una loa y exhortación a la responsabilidad laboral:
¡Apresurémonos, llevemos ya todos los sacos de café,
que se hace tarde y hay que terminar, la tarea al atardecer!
Es que así con musiquita, hasta ganas dan de ir a cortar para hacerse de "sus centavitos". Valga que don Pancho no quiso hacer música de protesta (cosa no del todo reprochable en la época del martinato y sus derivados); si no, habría tenido que mencionar los bajísimos salarios que se pagaban en fichas válidas únicamente en la tienda de la propia finca, el tradicional maltrato y acoso de los caporales y mandadores, las inexistentes prestaciones laborales en el tema de salud, el trabajo infantil propiciado hasta por el calendario escolar de la Guanaxia Irredenta (donde las vacaciones son en los meses de corta) y otras situaciones poco dignas de orgullo patrio, por decir lo menos.
¡Qué cólera que el análisis textual destruya nuestros más queridos símbolos patrios! A estas alturas del partido, fuera de pajas, me habría gustado más ver a la majada presentando un baile de "El atol de elote" en los actos cívicos.