jueves, 11 de agosto de 2016

Control zeta

A propósito de un acontecimiento que me ha producido mucha tristeza, decepción y enojo, viene a mi mente una anécdota de principios del milenio, cuando circunstancialmente tuve ocasión de escuchar una explicación muy ocurrente, dada por cierto personaje que instruía a principiantes en computadoras, acerca del efecto producido por el atajo de teclado “Ctrl + Z”.

Como todos sabemos, pulsar la tecla “Ctrl” y luego (sin soltarla) añadir la tecla “z” produce el efecto de “deshacer” la acción inmediatamente anterior. Este atajo de teclado es prácticamente universal en los programas que corren sobre la plataforma Windows.

Pues bien, el tipo decía algo así a aquellos jovenzuelos/as:

“Control zeta” es “deshacer”, recuérdenlo bien. No es “borrar” solamente, es más que eso: es “deshacer”. Fíjese: con “control zeta”, lo que usted acaba de hacer en este instante, nunca ocurrió. Es retroceder completamente en el tiempo, al estado anterior en que estaba cuando decidió aplicar el “control zeta”.

Imagínense que en la vida misma existiera el “control zeta”, imagínense que ustedes hacen algo, lo que sea que no les guste o les pudiera traer problemas, pero justo un instante después aplican el “control zeta”… Qué alivio, ¿no?

Ahora bien: ¡imagínense cuántos de ustedes hoy no existirían, si sus padres hubieran tenido un “control zeta” a la mano!

(Risas estentóreas y algunas exclamaciones de “¡ay, no, qué grosero!”)

Pese a cierta crueldad, acaso reprochable desde un punto de vista ortodoxo, la analogía me pareció original (considerando la época) y muy divertida, aunque yo personalmente nunca la haya empleado.

Si hemos de ser honestos, no creo que haya alguien que pueda responder con un rotundo “no” a la pregunta de si le gustaría aplicar el “control zeta” a por lo menos un acontecimiento de su vida pasada, en caso de que fuera posible.

Pero la realidad es otra: en la vida no existe el “control zeta” y, de una u otra forma, de nuestros actos se derivan consecuencias. Podemos tratar de ocultar aquellos o de evadir estas; en el mejor de los casos quizá lleguemos a aceptar nuestros errores, arrepentirnos y hasta redimirnos… pero no podemos aplicar el “control zeta” para hacer que no ocurran actos ya consumados.

El hecho aludido al principio, que me produjo la reacción emocional ya descrita, es una de esas situaciones en que uno quisiera, por el bien de todas las personas afectadas, que los protagonistas pudieran aplicar el tan ansiado “control zeta”.

Pero como no se puede, solo queda lamentarse ante ese cuadro de destrucción vital que se contempla con impotencia… y acaso reflexionar con sabiduría (y agarrar pan para tu matata).

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