En el ámbito educativo, una de las cosas más temidas por los estudiantes son, sin duda, las pruebas objetivas o exámenes escritos; sin embargo, estos también son un suplicio para el docente, cuando tiene que calificar, responsablemente y con objetividad, cientos de papeletas bajo presión, labor que puede tomar varias horas de jornada extralaboral e incluso de sueño.
A partir de la observación y mi propia experiencia, estoy convencido de que existe una relación inversamente proporcional entre el tiempo que uno dedica a confeccionar el examen y el tiempo requerido para calificarlo.
Aunque no es una receta de aplicación mecánica, es deseable que un buen examen escrito combine diferentes formatos de pregunta (por ejemplo: opción múltiple, pareo y desarrollo). Para elaborarlo, yo necesito generalmente dos horas, los estudiantes tardan entre 20 y 30 minutos en resolverlo, mientras que la revisión me toma aproximadamente 90 segundos por papeleta (una hora por cada sección de 40 estudiantes, revisando una sola pregunta a la vez, en una misma pasada por todas las pruebas, a fin de estandarizar el criterio de corrección).
En casi tres décadas de carrera docente, he utilizado -con sus más y sus menos- ítems de todo tipo, y creí que no había más por innovar hasta que un buen día se me ocurrió explorar el dibujo como herramienta de evaluación de contenidos… con estudiantes que no tienen ninguna formación en las artes gráficas.
Y creo que está funcionando.
En mis exámenes recientes, siempre hay un ítem en donde, en vez de pedirles a los chicos y chicas que describan una escena específica del libro que les dejé a leer, les doy un espacio para que la dibujen.
¿Pero qué pasa si, como buenamente les digo, “el dibujo no es su fuerte”?
Para que este recurso sea válido es importante tener claros los criterios bajo los cuales se califica. El más importante (digamos, dos tercios) es que estén representados todos los elementos importantes de la escena, mientras que el tercio restante se da por la estética visual y el esmero puesto en él, aunque el dibujo sea “de palito”.
¡ALERTA DE SPOILER!
Me explico mejor con este ejemplo del examen sobre Júpiter, de Francisco Gavidia, puesto aquí con autorización de su autora, Karina H.
El contenido está completo: Celis yace muerto en el calabozo, mientras su hija Blanca queda horrorizada por este descubrimiento y Júpiter se suicida, incapaz de soportar la culpa del asesinato cometido contra el padre de su amada imposible (de cuyas intenciones de entregársele para salvar al prócer preso se entera demasiado tarde).
Y, aunque la dibujante no cultive sistemáticamente este arte, se ha esmerado para lograr que la pequeña obra gráfica se vea bien y transmita la idea con algún sentido estético.
Como este, hay muchos otros dibujos que merecieron todos los puntos en juego. Y, ciertamente, calificarlos me resulta mucho más rápido y entretenido, sin que por ello el ítem pierda validez.