"Estúpido/ da: necio, falto de inteligencia."
Diccionario de la RAE
Diccionario de la RAE
Un influyente predicador dice que el devastador terremoto en una isla del Caribe se debe a que sus habitantes hicieron, hace casi doscientos años, un pacto con el Diablo para lograr su independencia política. Es decir: ellos se lo buscaron.
Una señora de anciana edad y aún más primitivo pensamiento cuenta en sendos artículos de un periódico local dos supuestas advertencias de Dios contra sus heréticos enemigos: un tornado contra luteranos pervertidos y una manada de elefantes cristianos vengadores, contra hindúes. Hay, entonces, que volver a las Cruzadas.
Uno de los más importantes líderes religiosos de nuestro país predica constantemente que Dios permite los crímenes, violaciones y vejaciones de todo tipo, con el fin de que las víctimas y demás espectadores, después de semejante maltrato, acaben aceptando a dicho Ser Supremo y acercándose a su rebaño. O sea que los más desalmados delincuentes son instrumentos divinos que sirven a un buen propósito.
Un predicador (que hablaba como poseído por Satanás, a juzgar por su horrible voz) les recriminaba a gritos a los enfermos de un hospital que ellos estaban allí porque aún no habían aceptado a Jesucristo. Curiosa forma de entender el amor divino.
Un viejito que se especializa en afirmar categóricamente cosas que no le constan, comentaba cuando el auge de la gripe A1H1 en un país vecino: “Ah, es que esos de por allá sí que son corruptos”. Se me pasó por alto preguntarle si los recién nacidos que fallecieron ya venían sumergidos en la podredumbre moral.
La lista de casos podría seguir, pero el comportamiento estructural es el mismo: atribuir los desastres naturales, las enfermedades e incluso las plagas sociales a la presunta voluntad de un Ser Supremo que con ello castiga, amenaza y fulmina, ya para demostrar su poder, ya para amedrentar a quienes se le alejen o no se le acerquen lo suficiente, ya para vengarse de ofensas recientes o lejanas (aun en las carnes y espíritus de inocentes, por aquello de que pagan “justos por pecadores”), etc.
Aparte de esgrimir muchísimas citas bíblicas fuera de contexto y carentes de toda interpretación simbólica inteligente, hay quienes dicen que la “explicación” del castigo divino para tales desgracias es cierta sólo porque no se puede demostrar lo contrario. ¡Qué descarada forma de la apelación a la ignorancia, qué vil falacia argumental! Es verdad que esta manera de “entender” las cosas ha estado presente desde los albores de la humanidad, cuando la superstición y la ignorancia eran la manera habitual de reaccionar ante las amenazas del entorno; sólo que entonces no era algo estúpido, sino un pensamiento normal e incluso comprensible, pues los cavernícolas no conocían otra forma de interpretar tales fenómenos. Pero que luego de siglos de supuesto desarrollo cultural y evolución teológica todavía estemos rodeados de creencias de tal calibre, es francamente frustrante.
Concebir y creer en esta retorcida imagen de Dios es prácticamente atribuirle características demoníacas, cuyas más visibles notas serían la vanidad y la ira, un dios sectario y caprichoso que se complace en el dolor con tal de satisfacer su necesidad de ser adorado.
Así que en esa nómina, por favor no me anoten.
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Posdata:
Contra esta idea de que las desgracias y desastres provienen de un dios castigador para purificar a la humanidad, el filósofo Bertrand Rusell (1872-1970) escribió valiosos y contundentes argumentos. Cito uno de ellos.
“Con el fin de afirmar esto, un hombre tiene que destruir en él todo sentimiento de piedad y compasión. Tiene, en resumen, que hacerse tan cruel como el dios en quien cree. Ningún hombre que cree que los sufrimientos de este mundo son por nuestro bien, puede mantener intactos sus valores éticos, ya que siempre está tratando de hallar excusas para el dolor y la miseria.”