sábado, 19 de julio de 2025

Disculpen, pero no.

Ahora que estoy en mi tercer año de ejercer la ciudadanía como comentarista político (“analista” es más usual; ojalá algún día lo sea), recibo una amplia gama de reacciones, en un rango que va desde muy favorables hasta muy desfavorables. Todas trato de manejarlas con humildad y altura, aunque en el segundo caso cuesta un poco más y, si bien no soy completamente inmune al veneno, me recompongo y sigo adelante.

Las críticas dañinas e insultos de personas desconocidas me dan igual. En cambio, cuando el lodo viene de personas conocidas, con quienes en algún momento tuve un vínculo medianamente cercano, reconozco que eso me entristece un poco, pero me limito a lamentar que no hayan desarrollado tolerancia hacia opiniones distintas y lo supero pronto.

Hay una tercera categoría, en cambio, que sí considero una intromisión abusiva. Viene de personas que me conocieron en mi rol docente, el cual se desarrolló correctamente pero que, una vez concluido, no permanece más que como un recuerdo y una experiencia. Posterior a aquella circunstancia, jamás cultivamos nexos de ningún tipo en la vida adulta. Ninguno. Y de repente aparecen de la nada, con mensajes pretenciosos de censurar y pontificar acerca de lo que debo o no debo pensar y expresar como ciudadano, invocando aquel vínculo espaciotemporal pasado, blandiéndolo cual recurso de control moral y emocional sobre mi persona. Disculpen, pero no tienen ningún derecho.

No hay comentarios: