domingo, 6 de marzo de 2011

Serrat al máximo


Aunque de joven ya conocía algunas canciones, fue mi vecino Milton quien me presentó los discos completos de Joan Manuel Serrat, mientras cantaba a media calle con cara de loco la pieza “De cartón piedra”. Fue en 1985 y Milton estaba armando la presentación de “Chubasco”, en la que incluyó “El niño yuntero”, poema de Miguel Hernández musicalizado por el noble catalán.

Algún tiempo después, en casa del ya fallecido DJ Johnny Calderón estuvimos conversando sobre el LP en vivo “En directo” y la incredulidad de que pudiera haber algún público tan silencioso y atento durante las interpretaciones. También por aquella época, en el repertorio de un grupo musical juvenil al que yo instruía incluimos “Para la libertad”, vigoroso texto del visceral poeta antes mencionado, entretanto yo seguía conociendo más y más música de este cantautor, cuya mención de canciones memorables puede exceder cualquier espacio.

Luego del fallecimiento de mi amigo Toño Dimas, quienes fuimos su comunidad fraterna hicimos un entrañable homenaje a su memoria, acto en el cual canté como mejor pude la “Elegía”, casi desconectado del entorno por el inmenso sentir y sentido del poema (Miguel Hernández de nuevo). En paralelo, me seguían sorprendiendo las formas y figuras tanto como los arreglos de “Cada loco con su tema” y sonreía con varios sarcasmos de “Bienaventurados”.

Pese a todo lo anterior, por razones que aunque las hubiere me cuesta recordar, no asistí a ninguno de los conciertos que Serrat dio en el país antes de ayer. Pero esta ha sido una de las esperas compensadas con creces al momento de su realización.

En plena posesión de su timbre y voz, el Serrat de anoche vino musicalmente enriquecido, con Ricard Miralles pero también con Josep Mas “Kitflus” al mando del sexteto musical, superando agotamientos pasados y dándole una inusitada frescura a las interpretaciones.

Del evento en sí diré que la audiencia (unas tres mil personas mayoritariamente adultas, a ojo de buen cubero) demostró bastante hambre de cultura, en algunos casos muy al modo salvadoreño (¡qué maña esa de pedir a gritos esta o aquella canción, como que es mercado!) donde no faltaron algunos bayuncos/as que confundieron el auditorio CIFCO con algún chupadero donde se ve la Liga Española. Del los agudos gritos de fan de la Chele adolescente (que estaba a tres sillas de distancia) diré nada más que compadezco los tímpanos de la pareja que tenía a la par al mismo tiempo que la felicito su buen gusto musical y le agradezco que supiera hacerlo solo en los espacios intermedios entre canciones.

En el plano más personal, el trance extático fue con la interpretación de las "Nanas de la cebolla" (sí, Miguel de nuevo), siguiendo línea a línea el texto y el arreglo exacto. Ya en lo colectivo, me sorprendió la cantada en coro multitudinario de “Mediterráneo”, “Penélope” y “Cantares”, no porque ocurriera previsiblemente sino porque la letra estaba muy bien sabida. Creo que Serrat mismo no se lo esperaba, pues aparte de los dos “finales planificados” (o sea, ya se sabe que va a regresar ante la prolongada ovación de pie por parte de la majada), volvió una tercera vez interrumpiendo el proceso de desconexión de micrófonos e instrumentos. En esta parte, como ya se habían retirado los vigilantes que custodiaban la zona VIP y el rebaño estaba a medio salir, saltamos la grada que daba acceso y nos apuramos a correr al pie del escenario, cosa que habría sido imposible de haber habido allí un foso con hambrientos cocodrilos.

La foto insertada en la foto inserta del principio, silueta de luz tomada con el bueno y antiguo Motorola V3 a menos de cinco metros de distancia... ¡es testimonio feliz de ese momento!

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Posdata: se me acaba de informar que salimos entre el público en la foto del reportaje de "El Diario de Hoy" (6/3/11, pág. 53).

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