El viernes santo a media tarde, un par de jóvenes norteamericanos, predicadores de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (LDS Church), tocaron a la puerta.
Habitualmente no recibo a nadie que venga a hacer proselitismo con manifiestas o veladas intenciones de convertirme, pero esta vez hice una excepción por un motivo que (he de admitir) puede parecer bastante utilitario: la oportunidad de conversar en inglés con hablantes nativos, pues me interesa desarrollar mi comprensión y fluidez expresiva en ese idioma.
Para prevenir cualquier malentendido, de entrada les expresé mi intención idiomática, al tiempo que procuré dejarles claro in a polite manner que, si bien podía escuchar con atención lo que iban a decirme, mis opiniones acerca de la divinidad y las religiones no eran casuales y estaban ya bastante formadas, por lo que era mejor que no tuvieran expectativas de avanzar conmigo en su misión.
Ambos de nombre Elder (que no son los de la foto pero lucían como si lo fueran, y que tampoco es nombre sino algo como un título) se voltearon a ver y, tras un instante de debate silencioso, accedieron a las condiciones planteadas.
Como primer punto, me invitaron a unirme a una breve plegaria, propuesta que rechacé gentilmente arguyendo el siguiente motivo: al ser ese un momento sagrado para ellos, yo consideraría deshonesto pretender que comparto esa creencia únicamente por parecer cortés; sin embargo, yo guardaría un silencio respetuoso mientras ellos oraban.
Entrando ya en materia, me preguntaron si sabía o había escuchado algo de los mormones, a lo cual respondí que sí, creyendo recordar un episodio de The Simpsons al respecto, pero una breve investigación posterior me aclaró esa confusión temporal, pues el que yo había visto es el capítulo “All about the mormons?”, de la teleserie South Park (temporada 7, episodio 12, noviembre de 2003).
Allí se cuenta (de manera un tanto satírica, por decir lo menos) la historia de Joseph Smith, fundador de los mormones. Quizá la referencia no sea la más erudita, pero hay algo al final de ese episodio me siempre me llamó mucho la atención, en palabras de Gary, el chico mormón que allí aparece:
The truth is, I don't care if Joseph Smith made it all up, because what the church teaches now is loving your family, being nice and helping people.
"La verdad, no me importa si José Smith se inventó todo, pues lo que la iglesia enseña hoy es a amar a la familia, a ser buena persona y a ayudar a los demás."
Esa idea fue recurrente en la conversación que se prolongó por tres cuartos de hora. Me contaron con bastante reverencia y devoción la historia de Joseph Smith y en todo momento enfatizaron que Jesucristo es nuestro padre y nos ama, pero yo siempre volví al punto clave: que lo importante no son tanto las creencias sobrenaturales de las personas, sino lo que las personas hacen a partir de sus creencias (o increencias).
La plática siempre fue en el marco del respeto mutuo y, como era de esperar, me ofrecieron como obsequio un ejemplar de El Libro del Mormón, oferta que decliné de la manera más cortés que supe, pues seguramente ese libro estaría en mejores manos que las mías; no obstante, les di mi palabra de que, por curiosidad, leería algunos pasajes en línea.
En este punto me recomendaron que, si iba a buscar algo en internet, mejor fuera al sitio oficial de los mormones; también me indicaron que al día siguiente iba a haber una transmisión de un evento importante, que me comprometí a ver.
Se marcharon de la misma manera en que llegaron: orando y reiterando sus invitaciones.
Por mi parte, cumplí mi palabra y revisé los materiales sugeridos. Luego de un par de días de investigación, lectura y escucha, la imagen mostrada por los mormones me parece en sintonía con el concepto de ciudadano occidental políticamente correcto, en una línea moderadamente conservadora.
Sin embargo, mi opinión general sobre ellos queda en la misma línea de lo que pienso de las demás religiones en general: se preocupan demasiado por las creencias sobrenaturales, cuando lo que de verdad importa son las acciones cotidianas. Por eso, sigo pensando que si una religión (sea esa o cualquier otra) les impulsa a ser mejores personas (tolerantes, solidarias, dispuestas al cambio positivo), qué bien; pero si es al contrario, vade retro.