Publicado en ContraPunto.
Los conceptos de “mentalidad de escasez” y “mentalidad de abundancia” se han propagado mucho en tiempos recientes, no solo en el ámbito de la psicología aplicada a los negocios y la autoayuda, sino en todos los ámbitos para describir la actitud personal en cualquier área de la vida. En general, esta dicotomía afirma que una persona con mentalidad de escasez se centra en las limitaciones y dificultades en cuanto obstáculos para lograr un objetivo, privilegiando así el negativismo, mientras que alguien con mentalidad de abundancia ve las oportunidades y posibilidades de crecer, incluso en medio de las dificultades.
Evidentemente, la sola actitud o perspectiva subjetiva por sí misma no es suficiente para cambiar los resultados de la tarea que se emprenda, especialmente si no tienen en cuenta las condiciones del contexto. Así, sería ingenuo creer que con el solo optimismo vendrá la prosperidad, pero también es innegable que la actitud personal ejerce una importante influencia en el ánimo y el desempeño individual al momento de plantear y desarrollar un proyecto, tanto así que una persona difícilmente saldrá adelante si su mente está inundada de pensamientos que llaman al fracaso.
Todo lo anterior es pertinente para analizar una publicación reciente en la red social X, antes Twitter, referida a la nueva Biblioteca Nacional. Dicho post cuenta, al momento de la redacción de este artículo, con más de 162,000 impresiones, 929 likes, 272 republicaciones directas y más de mil comentarios (la mayoría negativos, cabe aclarar). La transcribo íntegramente, incluyendo los errores ortográficos:
Todos alegres por la biblioteca y a nadie le gusta leer y mucho menos estudiar hoy todo está en Internet copias, pegas y imprimís. El populismo los tiene segados.
Este es un inmejorable ejemplo de esa pobre “mentalidad de escasez” mencionada en los párrafos introductorios anteriores. Es sorprendente cómo, en menos de treinta palabras, el autor del citado post (cuyo nombre no es relevante) deja ver su terrible ignorancia y falta de perspectiva en este tema, en primer lugar porque las bibliotecas modernas hace ya mucho tiempo dejaron de ser meros depósitos de libros, para convertirse en amplios centros de apoyo al conocimiento. Bibliotecas como esta —así como las de las principales universidades del país— cuentan actualmente no solo con los recursos físicos usuales, libros impresos tradicionales, sino también con amplia gama de herramientas digitales para la investigación, así como otras áreas de recreación y esparcimiento cultural enfocadas a usuarios de distintas edades.
En todo caso, querer anular la importancia de una biblioteca con la afirmación festinada (y falacia ad populum) de que “a nadie le gusta leer” es olvidar que esta puede servir, precisamente, para promover y fomentar hábitos de lectura y desarrollo del pensamiento. Esa es la diferencia entre la mentalidad de escasez y la de abundancia: la primera se ciega (con “c”) a las posibilidades, segando (con “s”) las oportunidades, mientras que la segunda abre un abanico de potencialidades para provecho de la sociedad. Por poner un ejemplo muy simple, consideremos que hay cientos de centros escolares que no tienen biblioteca propia y quedan a menos de una hora de camino del Centro Histórico: estos pueden llevar allí a sus estudiantes con fines de promoción cultural (como, de hecho, ya se hacía en el antiguo edificio).
Un último aspecto a mencionar es que quien así se exhibió cree, ingenua y equivocadamente, que todos los libros están en internet en modalidad de libre acceso y, en consecuencia, que una biblioteca está de más. Esto no es así: no todo está en la web de gratis y esta carencia digital es especialmente sensible en cuanto a literatura centroamericana y salvadoreña. El libre acceso a libros es un bien intrínseco que sólo puede rechazarse desde la más profunda miseria cultural.
Ciertamente, es lamentable que este tipo de gente, en su escasa visión cultural y en su profunda obsesión antigubernamental, tire dardos contra una obra de claro potencial formativo para todas las generaciones. Aquí no se trata de defender esta biblioteca porque sea de este gobierno, sino de rechazar y superar esquemas de pensamiento mezquinos que nos anclan en el subdesarrollo.
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