domingo, 7 de abril de 2024

Calenturas ajenas y política exterior

Publicado en ContraPunto

No todo lo que dice la sabiduría popular es sabio, porque los tiempos y las ideologías cambian, y lo que una vez fue incuestionablemente cierto puede haber quedado obsoleto; sin embargo, en la tradición oral hay ocasiones en que se hallan auténticas cápsulas de inteligencia emocional (interpersonal y, en ese sentido, políticas), condensadas como pequeños consejos que son ciertamente iluminadores.

Tal es el caso de la recomendación ancestral de las abuelas: “no andés sudando calenturas ajenas”, en referencia a la inconveniencia de tomar partido en pleitos de terceros, especialmente si el asunto objetivamente no nos incumbe; o si, al meter mano, existe la alta probabilidad de acarrearnos consecuencias negativas.

El mencionado axioma bien podría aplicarse para definir lo que parece ser la política exterior del gobierno de Nayib Bukele, en cuanto a no tomar partido, vía declaraciones oficiales, en conflictos que aquejan a otros países, tanto de la región como del otro lado del mundo. Así se entendería, por ejemplo, que El Salvador no emitiera postura oficial acerca de la guerra entre Rusia y Ucrania, pese a las presiones diplomáticas existentes. Otro caso candente donde hasta hoy se ha guardado silencio es sobre la actual crisis diplomática entre Ecuador y México, originada por la captura del exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas, convicto pero refugiado en la embajada mexicana en Quito. De la misma forma, este principio de fondo explicaría que El Salvador se haya abstenido de adherirse a pronunciamientos sobre temas de inestabilidad política interna, tanto en países vecinos y sudamericanos.

Cabe acotar que, en esta política de observación pasiva, definitivamente no entran los cruces de declaraciones de Bukele con mandatarios foráneos (Boric y Petro, por ejemplo), así como ciertos comentarios indirectos y alusiones sobre temas de política interna en los Estados Unidos (participación en la CPAC incluida); pues en todos estos casos fueron ellos quienes iniciaron las menciones directas y, en este ámbito, cualquier intercambio de dimes y diretes no es sino una respuesta en los mismos términos (técnicamente, calentura propia y no ajena). Tampoco hay que meter en el mismo saco las posibilidades de colaboración que El Salvador pueda aportar, a partir de su experiencia y si así se lo piden, en la construcción de soluciones que los gobernantes de otras naciones estén implementando en sus propios países, especialmente en el tema de seguridad pública, si estos lo solicitan.

Acerca de la conveniencia o no de aplicar la aludida máxima ancestral (no meter las narices donde no nos corresponde), puede haber mucho debate. Para unos, podría poner en peligro ciertas alianzas estratégicas con los países que presionan por obtener un respaldo o declaración acorde a sus intereses (más de un funcionario europeo mencionó que ellos “recordarán” a aquellos países que no se plegaron a la posición de la OTAN frente a Putin); para otros, en cambio, esta manera de no azuzar la leña en otros lugares puede favorecer una mayor amplitud en las relaciones internacionales, las cuales necesariamente se ven restringidas al alinearse a un solo bloque político o ideológico. Otra posible ventaja añadida que se podría esperar es reciprocidad en cuanto a no meterse en nuestros asuntos internos y evitar posibles expresiones de censura, especialmente porque la figura y el estilo peculiar de gobernar de Nayib Bukele han estado en la mira del establishment.

Lo cierto es que solo el tiempo revelará los frutos de esta manera de conducir las relaciones internacionales del país. De momento, hay que reconocer buena dosis de valentía al tomar ese riesgo y, en ello, recuperar algo de la soberanía nacional que se perdió en décadas anteriores… al menos en cuanto a declaraciones internacionales respecta.

jueves, 4 de abril de 2024

De partidos y favores

Publicado en La Noticia SV

Todos los partidos políticos son instrumentos para acceder al poder, esto es una verdad tan simple como contundente; de ahí que todas las personas o grupos que simpatizan con ellos —se afilian, hacen activismo o los dirigen— siempre tienen algún interés que, según su criterio, puede ser defendido o materializado a través de estos. La naturaleza de los intereses que motivan la militancia política es muy variada: pueden ser desde los más nobles hasta los más pedestres, colectivos o individuales, objetivos o subjetivos, ocultos o confesados; lo cierto es que nadie está en un partido político sólo por amor al arte.

A partir de lo anterior (no por obvio menos verdadero), hay que entender que en la construcción y gestión de un partido político intervienen muchísimas personas en todos los niveles, cada una de las cuales tiene intereses propios que debe compaginar y equilibrar con otros tantos intereses ajenos, en una relación quid pro quo. De ahí que estas instituciones descansen sobre un complejo andamiaje de lealtades y recompensas, o lo que es lo mismo, pago de favores. Quien crea que estas congregaciones funcionan por puro altruismo, peca de mucha ingenuidad.

Por supuesto, la administración de estas estructuras político-partidarias requiere de mucha sabiduría, a fin de mantener cierto sentido de justicia entre sus militantes, en lo tocante a los beneficios mencionados; pero también exige del mayor apego posible a criterios superiores de honestidad y eficiencia, cuando lo que se da afecta a personas más allá del ámbito partidario (entiéndase, la administración pública).

Aterrizando el tema en la actualidad política nacional, llama la atención una fuerte polémica alrededor del partido Nuevas Ideas, visibilizada en redes sociales por algunos de sus miembros y simpatizantes (muchos llamados “de criterio propio”) y amplificada por uno de sus estrategas más importantes. Se trata de la aparente confirmación, vía audio filtrado, de que en la Asamblea Legislativa habría plazas laborales o de asesores que fueron asignadas no por competencias profesionales, sino por vínculos familiares con un activista cian residente en el exterior. Obviamente dicha práctica, en caso de resultar cierta la denuncia, tampoco sería cosa nueva sino más bien tradicional, pero precisamente allí está el detalle: que el partido del presidente Bukele no tendría que comportarse como “los mismos de siempre”.

La interrogante esencial, más allá de cómo resuelvan el asunto, es hasta qué punto un partido político en el ejercicio del poder puede existir y manejarse de manera esencialmente distinta a como lo han hecho sus antecesores. Aunque esto esté muy normalizado, está claro que otorgar plazas estatales a cambio de apoyos partidarios es algo muy mal visto por la población, no solo porque destina fondos públicos para beneficios particulares, sino también porque atenta contra la eficiencia del Estado.

Este tema revela un pernicioso hábito, profundamente arraigado en nuestra idiosincrasia, del cual ningún partido político —antiguo o nuevo, grande o pequeño— puede declararse libre de culpa. Tampoco es un problema menor o que no traiga consecuencias, pues los resultados electorales han demostrado que la gente repudia estas prácticas y acaba pasando factura (si no, pregunten a Arena y especialmente al FMLN).

En el plano de lo ideal, en la gestión de Nuevas Ideas tendría que prevalecer el interés superior de una causa, que es la refundación nacional bajo principios orientados al beneficio de la población, servir y no servirse del poder, en donde quienes se adhieran a este proyecto lo hagan por convicción y no por dádivas. Pero el mundo real es otra cosa, cinismo aparte. La pregunta clave es si Nuevas Ideas tendrá la inteligencia política suficiente para encontrar un equilibrio práctico entre los apoyos que reciba y las gracias que devuelva, sin deteriorar gravemente su imagen ante la población, previniendo y suprimiendo a tiempo situaciones como la apuntada, que pueden caer en el terreno de lo escandaloso.


sábado, 23 de marzo de 2024

Éxito ampliado

Ha concluido una edición más del Certamen de Debate Intercolegial, organizado por la ESEN, en el cual participó este nuevo equipo Perico del Colegio Externado de San José, bajo mi tutela. La institución ha estado presente desde la primera vez en 2009, pero el agitado ejercicio de acompañamiento y coaching lo vengo realizando hace ocho ediciones, con resultados educativos bastante satisfactorios y una pequeña colección de logros acreditados (4 bronces, 1 plata, 2 oros y cosas aún por contar).

En esta ocasión, nos correspondió el tercer lugar. Si bien nos quedó la sensación de que pudo ser para más, en el transcurso del tiempo hemos aprendido a respetar la diversidad de criterios de los jueces, por lo que —atendiendo al puro resultado— nos declaramos satisfechos.

Mi logro personal más disciplinado (como docente rumbo a la jubilación) lo ubico en otra área, que es la progresiva autonomía de mis estudiantes. Me explico: a veces, en la urgencia competitiva, uno tiende a tener demasiado protagonismo en la construcción del caso a debatir, lo cual puede llegar a quitarles espacio de desarrollo a los y las jóvenes, aparte de significar una importante carga de estrés para mi propia humanidad. En esta ocasión, creo haber logrado avanzar un paso más en la dirección correcta, permitiéndoles saber y sentir que la tarea ha sido principalmente de ellos y entendiendo que el galardón es merced a sus virtudes.

Agradezco mucho a Gabriela Castro y Adriana Hernández, sólidas argumentadoras principales; Lara Lemus, elegante oradora; y Rafael Iraheta, diligente miembro suplente y ojo crítico interno; así como a nuestros apoyos Gabriel Palomo, inspirado redactor; y Samadhi Ayala, combativa asesora.

¡Felicitaciones y muchos éxitos en sus vidas!

miércoles, 6 de marzo de 2024

Apuntes para una oposición sana

Publicado en Diario El Salvador
Han concluido las elecciones y es momento de preguntarse sobre la viabilidad de la oposición política de cara a los próximos años, viendo el amplio respaldo popular a la gestión del presidente Nayib Bukele y su bancada legislativa, la reconfiguración de los municipios entre Nuevas Ideas y el conjunto de partidos alternativos pero aliados, la confirmación de la caída sostenida de los otrora grandes institutos políticos Arena y FMLN y, finalmente, el poco o nulo impacto de los partidos opositores emergentes.

Un primer elemento imprescindible para considerar es que, teóricamente y en una sociedad democrática, la oposición política es necesaria, entendida esta como la contraparte argumentativa que desde su óptica puede notar fallos y áreas de mejora del gobierno, proponiendo iniciativas razonables y honestas orientadas a mejorar la gestión pública en beneficio de la población. Conforme a la anterior definición, y teniendo en cuenta discursos y acciones concretas, está claro que la actual oposición ha estado muy lejos de este ideal y, por el contrario, se ha esmerado en decir que no prácticamente a todo y a toda costa, como un infantil capricho. De ahí que cualquier oposición que pretenda ser opción elegible, tendría que aspirar a mucho más que ser simples haters.

Ahora bien, aparte de la necesaria madurez y actitud constructiva, la oposición política no será viable mientras siga estando contaminada por partidos y voceros caducos. En este sentido, aunque legalmente hayan cumplido los requisitos para seguir existiendo, los partidos Arena y FMLN deben aceptar que ya concluyeron sus ciclos históricos (con más pena que gloria) y deberían buscar una salida si no digna, al menos humilde y hasta cierto punto elegante, disolviéndose por voluntad propia en sendas asambleas generales, conforme a sus estatutos.

De igual manera, ciertas figuras opositoras con voz pública (llámense analistas, articulistas o influencers en redes sociales) deberían retirarse de la escena política, en un sano ejercicio de autocrítica y por el bien de su propia causa, pues su presencia y exposición solamente atrae el repudio de la gente. Esto no tiene que ver necesariamente con la edad, sino con enfoques y planteamientos, pues de nada sirve que un personaje sea o se vea joven externamente si su retórica es de un pasado muy obsoleto.

Finalmente, es claro que ninguna oposición va a prosperar si pretende revertir políticas y logros concretos de este gobierno, que han sido entendidos y bien aceptados por la población. El mayor de ellos es la política de seguridad pública, la cual ha aliviado grandemente la espantosa situación de angustia y terror pandilleril a la que el pueblo se vio sometido durante las décadas anteriores. Claro que esta política no ha sido perfecta, pues ha tenido algunos errores procedimentales y costos humanos no intencionales; sin embargo, el discurso opositor nunca fue hacer sugerencias para mejorarla, sino ir con todo en contra de ella para eliminarla. De esa forma, la misma oposición validó la percepción generalizada de que solo iban tras los votos de los afectados para recuperar su anterior estatus, además de seguir una agenda ideológica objetivamente dañina. En términos sencillos, cualquier futura oposición tiene que entender, como imperativo categórico, que los logros en seguridad no se tocan.

En este ejercicio de pensamiento, no se trata de diseñar una oposición a la medida del gobierno, sino de proyectar una gestión opositora propositiva que le convenga al país, a fin de que todos los sectores sean capaces de aportar y sumar esfuerzos, a diferencia de aquella mezquina tradición política de bloqueos, obstrucciones y prebendas mutuas a la que nadie sensato quiere volver.


domingo, 25 de febrero de 2024

Bukele entra a la política en EE.UU.

Publicado en ContraPunto

¿Qué propósito y significado tiene la participación de Nayib Bukele como orador invitado en la reunión anual de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés), realizada en Washington DC del 21 al 24 de febrero de 2024? Tal es la pregunta que debió quedar para la reflexión en la esfera del análisis político nacional, más allá de la anécdota, los extractos de su discurso, las reacciones favorables de sus partidarios y las usuales rabietas de sus detractores.

En primer lugar, hay que entender el porqué de darle una vitrina como la de la CPAC al presidente del país más pequeño del continente americano, que no tiene visos de ser potencia militar ni económica. Algunos podrán argüir, con simpleza, que este es el resultado del trabajo sostenido que los lobistas contratados por Bukele han hecho en la esfera política republicana desde 2020. Puede ser, pero por más cabildeos que pudieran hacerse, tal invitación no se habría dado si no fuese porque la figura de Bukele debe tener algo atractivo que ofrecer a los organizadores, en un trato de mutuo beneficio para ambas partes.

¿Cuál sería, entonces, ese atractivo? Una explicación plausible es que Bukele representa el éxito continental concreto de una gestión que refuerza la visión conservadora en un área de mucha preocupación para ellos: la seguridad pública. Importantes ciudades de los Estados Unidos han experimentado, en los últimos años, un crecimiento de la criminalidad que, en parte, se explica por la relajación e incluso negligencia en la aplicación de las leyes (como ha ocurrido, por ejemplo, en recientes oleadas de smash and grab, vandalismo organizado, frente a la pasividad policial y las políticas tolerantes progresistas del partido Demócrata). En el horizonte, esto conecta con otros dos temas de la campaña republicana: tráfico de drogas e inmigración ilegal.

En este debate, hay que tener presente la ideología conservadora y su acción social, dentro de la cual lo que interesa es detectar y castigar al delincuente; mientras que, en contraparte, el progresismo de izquierdas pone el enfoque en tratar de entender los motivos del delincuente y, de una u otra forma, acaba justificándolo por el contexto sociocultural u otras razones, suavizando el control social ejercido por las autoridades. Es así como la política de seguridad aplicada por Bukele en El Salvador emerge como un claro ejemplo de efectividad conservadora, avalada por cifras y aceptación popular, frente al fracaso de décadas de políticas progres malamente aplicadas en el contexto de un estado corrupto.

El sentido de que este importantísimo sector, con fuertes vínculos con el partido Republicano, le haya abierto la puerta a Bukele para entrar a la política interna estadounidense fue claramente expresado por el senador del estado de Florida, Marco Rubio, quien escribió lo siguiente (en un artículo publicado el 23 de febrero de 2024 en el sitio Informe Orwell):

Mientras más próspero se vuelva El Salvador, más se convertirá en un modelo a seguir para sus vecinos en nuestra región. Esto ayudará a los Estados Unidos, porque a medida que el crimen y la emigración disminuyan en América Latina y el Caribe, tendremos que preocuparnos menos por el cruce de pandilleros y drogas mortales en nuestra frontera sur.

Este reconocimiento explícito le sirve a Bukele como respaldo frente a los ataques de ciertos sectores de la izquierda estadounidense (traducidos no solo en recelos y acosos, sino en pasadas sanciones para sus funcionarios: lista Engel y ley Magnitsky). Así, Bukele entra a la escena política norteamericana como un líder conservador fuerte, que representa estabilidad en la región y ofrece el beneficio esencial de siempre haber manifestado ser un aliado de los Estados Unidos, dentro del respeto a la soberanía de las naciones.

martes, 20 de febrero de 2024

El mal perder

Publicado en La Noticia SV

Si hay un término que calza a perfección con la actitud de la oposición política en El Salvador, tras conocerse los resultados de la elección presidencial y especialmente la legislativa del 4 de febrero, es precisamente el “mal perder”. En términos simples, esto es un conjunto de reacciones anormales ante la derrota, que van más allá de la natural frustración que cualquier persona puede sentir en esa situación, negándose a aceptar la pérdida a base de manifestaciones emocionalmente inmaduras y viscerales, tales como culpar a otros (personas, reglas, circunstancias menores) o alegar supuestas trampas, elaborando explicaciones y excusas bastante distanciadas de la realidad.

El abrumador caudal de votos obtenido por el presidente Nayib Bukele (85 %) y su partido Nuevas Ideas (69 %) parece haber sido un golpe demasiado duro para políticos, analistas, perio-activistas y voceros opositores, quienes ahora transitan y oscilan entre las diferentes etapas de un duelo anunciado (negación, negociación, ira y depresión), sin asomarse aún a la fase de aceptación para superar el trauma. Lo más penoso de su situación es que tales resultados no son ninguna sorpresa, puesto que todas las encuestas y sondeos de opinión se los habían anunciado una y otra vez de manera sostenida en el tiempo y en las magnitudes, incluyendo los de instituciones claramente opuestas al gobierno.

La expresión máxima de inmadurez política de la oposición, producto de su incapacidad para gestionar saludablemente sus trastornos emotivo-cognitivos, es la petición de anular las elecciones, exigencia extemporánea y sin fundamento. Si bien es cierto que el Tribunal Supremo Electoral falló miserablemente en la transmisión de actas para el escrutinio preliminar, esto nada tiene que ver con la voluntad popular depositada en las urnas durante ese día, cuya custodia e integridad jamás fueron vulneradas.

El escrutinio final ordenado por el máximo tribunal electoral, urna por urna y voto por voto, ha permitido conocer finalmente dicha voluntad y traducirla en resultados, a la vista de autoridades, testigos y observadores nacionales e internacionales. Claro está que este recuento extraordinario no ha sido perfecto y ha tenido los incidentes propios de toda elección nacional desde hace 40 años; sin embargo, los pretendidos argumentos opositores para querer anular la voluntad popular han sido a cual más insólitos y descabellados: desde pedir la anulación de votos porque fueron marcados con plumón y no con crayola (o porque la papeleta había perdido la marca del doblez), hasta decir que los integrantes de las mesas de escrutinio estaban haciendo mal el recuento porque no les habían puesto aire acondicionado o les hacían bullying.

En este juego político poselectoral, cabe preguntarse si la actitud de la oposición es producto de una estrategia diseñada por dos o tres cabezas frías, que saben la precaria realidad en la que se encuentran pero quieren sostener la maltrecha moral de sus simpatizantes y hacer algo de ruido en los medios internacionales con agenda anti-Bukele, así sea a base de negacionismo extremo; o, por el contrario, tal conjunto de insensateces se debe a que los aspirantes a líderes opositores han llegado a creerse sus propias falacias, quedando completamente enajenados ante el hecho duro y estadístico que la gente los rechaza cada vez más y que los intentos de emerger con nuevas vestiduras no han tenido el éxito esperado.

El mal perder es un trastorno tóxico y perjudicial, principalmente para quienes lo sufren sin reconocerlo, pues impide cualquier posibilidad de superación futura en tanto bloquea la autocrítica y el reconocimiento de los propios errores, siendo así imposible reformular estrategias y tácticas basadas en la realidad. Persistir en ese error no les traerá más que perjuicios y extinciones progresivas, por más atención y portadas que les dediquen sus medios afines.

jueves, 8 de febrero de 2024

Titanio

Titanio nos regaló 15 años de alegrías compartidas, con su precioso color café con destellos negros y su peculiar carácter: fuerte con los ajenos, tremendamente dócil y fiel con nosotros. No era un salchicha convencional, tenía ciertos rasgos más gruesos (como fornido y chato), pero pasaba los estándares de teckel. Su vida en compañía de su hermano adoptivo, Friso, fue bastante buena, tanto como para ganar espacio entre las memorias agradables. Envejeció con paciencia y diría que hasta con estoicismo. ¡Adiós, Titanito, digno y hermoso perro! 🙃

jueves, 1 de febrero de 2024

Ruido y silencio electoral

Publicado en Diario El Salvador

El silencio electoral es un concepto que se refiere a la prohibición de realizar propaganda política en el periodo previo a las elecciones, con la intención de facilitar que los votantes tengan un tiempo de reflexión, libre de ruido mediático, para ponderar con más tranquilidad las propuestas y candidaturas, a fin de depositar en las urnas su decisión consciente. Esta disposición está vigente en muchos países y, en nuestro caso, el Código Electoral la establece en su artículo 175, prohibiendo “a los partidos políticos o coaliciones y a todos los medios de comunicación, personas naturales o jurídicas” hacer dicha propaganda “durante los 3 días anteriores a la elección y en el propio día de la misma”.

Antes del surgimiento de internet y las redes sociales, era relativamente fácil detectar el quebrantamiento de esta norma, bastaba rastrear los medios tradicionales locales (periódicos impresos, radio, cine y televisión) para, a partir del hallazgo de alguna irregularidad, aplicar las sanciones correspondientes. Ciertamente, la prohibición no impedía que muchos candidatos e instituciones dirigieran mensajes en los cuales llamaban implícitamente al voto a su favor, diciendo sin decir lo que todo mundo entendía, pero esas sutilezas eran de poca importancia. Ahora, tras la irrupción y normalización de los medios digitales como principal fuente de información, el cumplimiento del silencio electoral se ha vuelto particularmente difícil, por varias razones asociadas a la naturaleza misma del ciberespacio.

Entre las principales grietas por donde se puede colar la propaganda política en un periodo prohibido, ruido nocivo para el discernimiento, están las cuentas anónimas, donde es generalmente difícil probar su vinculación con personas e instituciones a quienes se pudiera sancionar. En cualquier caso, el tipo de propaganda esparcida por dichos sujetos ocultos no siempre es explícita (llamando al voto por un partido específico), sino muchas veces vertida en pura y llana desinformación para atacar y desacreditar a candidatos e instituciones en particular.

Un espacio especialmente vulnerable para la proliferación de este ruido electoral en el periodo de silencio son las nefastas cadenas de Whatsapp, a través de las cuales circulan innumerables falsedades —en forma de textos, fotos y videos con apariencia de verdaderos— que encuentran pasto en la ingenuidad y buena fe de las personas, quienes muchas veces contribuyen a esparcir esas bolas o bulos como una reacción puramente emocional ante la gravedad del supuesto contenido. Este es el sustituto digital (potenciado hasta el infinito) de los antiguos volantes, hojas impresas con desinformación que eran introducidas casa por casa —bajo la puerta, en lo oscuro y casi clandestinamente— por los actores políticos más desesperados.

Frente a estas realidades, habría que meditar con sumo cuidado qué reformas al Código Electoral serían necesarias, sensatas y viables para velar por el cumplimiento del silencio electoral en el mundo digital. La limitante más fuerte en este ámbito es que las plataformas por las cuales se transmite la información digital (Meta, X, Google, etc.) son gigantes tecnológicos que, en la práctica, están fuera del alcance de las leyes y sanciones de un país que no es potencia mundial. Por otra parte, tampoco tendría sentido querer hurgar en los chats privados de las personas durante el silencio electoral, en busca de propaganda declarada o velada.

No obstante lo anterior, más allá de las leyes existentes y los esfuerzos necesarios para su cumplimiento, este tema pasa fundamentalmente por la educación y la madurez del electorado, pues en última instancia es cada persona la que tiene el poder de rechazar la propaganda electoral impertinente, valorando y esforzándose por preservar su valioso tiempo de reflexión final antes de ir a votar.

sábado, 27 de enero de 2024

Tres preguntas para la reflexión en el silencio electoral


Comparto estas tres preguntas para orientar la reflexión personal en los días previos a las elecciones, cuando por ley se establece la prohibición de propaganda política a fin de alentar el voto como producto de una decisión consciente.

Es conveniente hacerla una vez para cada tipo de elección (presidencial, legislativa y municipal). Tenga en cuenta que las decisiones se basan en una compleja interacción de elementos racionales y emocionales, ninguna es de despreciar, lo importante es que uno pueda justificar ante uno mismo (a su manera, en sus palabras) la decisión de votar en positivo, es decir, a favor de cualquiera de las opciones que se le presentan.

Bien vistas, son de sentido común, pero precisamente en su sencillez está la gracia y en los porqués está la sustancia.

  • Si gana este candidato (o partido), ¿qué cosas mejorarían, seguirían igual o empeorarían en el país? ¿Por qué creo eso?
  • ¿Qué tanto confío en este candidato (o partido) y por qué?
  • Este candidato (o partido) ¿se merece mi voto? ¿Por qué?

domingo, 21 de enero de 2024

Messi y una semiestafa consentida

Publicado en ContraPunto

Hay aclaraciones no pedidas que no necesariamente son culpas confesadas, sino precauciones necesarias en un contexto donde cualquier cosa que uno diga puede ser y seguramente será usada en su contra, “haters” al acecho. Comienzo, pues, negando cualquier posible acusación de ser anti Messi; por el contrario, he participado desde el inicio en la fundada admiración a uno de los tres mejores futbolistas de todos los tiempos, por lo que su reciente venida al país es, lejos de toda duda, un hecho histórico cuya importancia traspasa las fronteras deportivas.

En esta línea, confieso que me tentó ir al partido de su actual equipo, el Inter de Miami, contra nuestra maltrecha y maltratada Selecta, convocado para el pasado 19 de enero en el Estadio Cuscatlán. Lo que me detuvo no fue el precio en sí (US$ 200 la localidad más accesible, que me pudo quedar en 12 cuotas sin intereses), sino el resultado de analizar objetivamente la relación costo-beneficio de esa inversión en entretenimiento y emociones.

En primer lugar, vi que no iba a ser un partido jugado al cien, sino prácticamente el entreno con público de un equipo —el Inter Miami FC— que apenas iba a iniciar su pretemporada, con jugadores aún lejos de su forma física óptima, frente a otro —la Selecta, prácticamente un “trabuco”— que ni siquiera tenía entrenador a dos semanas del compromiso y además está en su racha más larga de no conocer la victoria. Esto, de entrada, no auguraba un encuentro de gran nivel futbolístico como para justificar el desembolso del billete, más considerando que la expectativa obvia era que Messi jugase entre 45 a 60 minutos, si acaso.

En segundo lugar, tuve que hacer un ejercicio de honestidad para recordar la realidad futbolística actual de quiénes venían, en contraste con cualquier recuerdo nostálgico e idealizado. Hablando en oro, el Inter Miami FC es un equipo de la Major League Soccer que terminó penúltimo en su conferencia, mientras que sus figuras ya están en la última fase de su carrera profesional: Messi y Suárez con 36 años, Busquets con 35 y Alba con 34. Si bien son veteranos de envidiable palmarés y el nivel de la liga gringa es muy superior a la nuestra (ya quisiéramos tener media docena de jugadores cuscatlecos en la MLS, pero no hay ni se vislumbran, salvo que los nacionalicemos), lo que se veía venir era un equipo de medio pelo, a años luz de distancia de aquel glorioso FC Barcelona de la temporada 2014-2015; sin embargo, los organizadores pusieron los precios como si de este último se tratase y, calculando que hayan vendido el 80 % de las localidades, se embolsaron una taquilla de entre 5 y 6 millones de dólares.

En tercer lugar, ya en la plataforma para comprar el boleto (sí, admito que ingresé y pese a los anteriores razonamientos estuve a punto de darle clic), me encontré con la desagradable sorpresa de que, por cada boleto comprado, la empresa expendedora del ticket digital iba a cobrar US$ 25 por el solo hecho de emitirlo. Este cargo no fue anunciado previamente y me pareció, además de publicidad engañosa, excesivo y abusivo. Digamos que fueran 30,000 personas al evento, la empresa se embolsa US$ 750,000 dólares del puro aire, un “palito de pisto” que de solo pensarlo da grima.

Con estas tres razones me bastó para desistir de cualquier intento de hacerme presente al estadio, pues desde antes ya estaba planteado el cuasiatraco: me hacen pasar un entreno como partido, vendiéndome al Inter como el Barsa y, de ribete, me bolsean veinticinco dólares adicionales al precio ya de por sí carísimo. Aceptar este trato es exactamente lo que planteo en el título: una semiestafa consentida, que se reveló en toda su plenitud cuando inició el segundo tiempo del juego y, ante la salida de Messi y los estelares, mucha gente comenzó a retirarse del estadio.

A lo anterior hay que añadir un par de detalles de mal gusto: primero, que no haya habido rueda de prensa ni antes ni después del partido, ni siquiera una entrevista en el pasillo de Messi ni los ex Barsa (vamos, ni siquiera del cuerpo técnico); segundo, que Messi se retirara de la banca hacia los camerinos faltando cinco minutos para terminar el juego, una auténtica falta de respeto deportiva.

Al final del día y dicho lo dicho, como salvadoreño a punto de haber caído en esa treta parcial (porque sí, lo importante es que vino Messi y fue todo abrazos con el Mágico y cara de admiración con Nayib), sólo me quedan dos pequeñas satisfacciones reivindicativas: la primera, los dos quites que nuestro portero Mario González le hizo al astro argentino (único momento realmente emocionante mientras La Pulga estuvo en el césped); la segunda, la cara de disgusto que deben haber puesto los directivos del Inter Miami FC al ver la multitud de camisetas rosadas “chabeleadas” que compró y lució la afición, sin que a ellos les quedara un cinco por sus derechos de marca.