viernes, 25 de diciembre de 2009

La carta delatora

A petición de GCK.

A propósito de la siguiente anécdota, concluyo que desde pequeño tenía cierto afán por asegurarme de que las cosas salieran bien, y para eso ya sabemos que sólo hay una manera.

Tendría yo unos seis o siete años cuando escribí una especial carta de petición de regalos a Santa Claus, en la cual pedía no sé si un robot de pilas con diseño bastante personalizado o algo difícil de conseguir en un almacén estándar, pero posible en mi imaginación. El procedimiento usual para hacer llegar la carta era tan sencillo como dársela a mi abnegada madre. Hasta allí, todo normal. Pero un día, deambulando por su escritorio, accidentalmente descubrí la crucial carta reposando aún en una de las gavetas. Asumiendo que mi progenitora había olvidado el trámite y temiendo que por ello la misiva no llegara a tiempo, me dirigí yo mismo a la oficina de correos, con el sobre para correo aéreo debidamente rotulado.

El empleado que me atendió puso cara sonriente (tipo "¡ah, la inocencia infantil!") y me recibió el sobre. Satisfecho, regresé a casa (y, ahora que me pongo a pensar en ello, no creo haber pagado el importe de ningún sello postal). Cuál fue mi sorpresa y molestia cuando, días después... ¡volví a encontrar el mismísimo sobre en el escritorio materno! En aquel justo momento, no me puse a pensar sobre cómo había llegado allí de regreso, sino que mi único propósito fue regresar a la oficina postal y volver a mandar la carta, esta vez asegurándome de que cayera en el buzón respectivo, previas instrucciones explícitas al respecto. Ante mis reclamos, creo recordar que el empleado de correos, sin perder su sonrisa de "¡ah, qué niño!", me dijo al recibir el sobre algo así:

- Mire, jovencito: cuando llegue a su casa... ¡hable con su mamá, para que le explique!

martes, 22 de diciembre de 2009

Singularmente retorcida.

Si no fuera por las elaboradas escenas de violencia al crudo estilo Tarantino, uno diría que "Inglorious basterds" (2009) es una especie de comedia; retorcida y oscura, sí, pero con un malsano espíritu carnavalesco que la vuelve interesante de ver. Habiendo superado varios de los muchos clichés con que la cinematografía norteamericana enfoca el tema, y con el añadido de ver cumplido (al menos cinematográficamente) uno de los objetivos de aquella enorme matanza, hay en ella las actuaciones memorables de los protagonistas, ambos tipos sin entrañas: la teatralidad y refinamiento de Cristoph Waltz como el coronel Landa y, claro está, el inusual personaje "western" que hace Brad Pitt (comiquísimo especialmente cuando habla italiano). Eso sí: no sé si preocuparme demasiado por la fundada creencia de que se requiere de una visión de mundo demasiado escéptica, irreverente y descreída para disfrutar de esta película como se debe.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Una nueva y asquerosa mirada

"District 9" (2009) es un enorme campo de concentración de alienígenas, una especie de asquerosas langostas humanoides de quienes, por momentos, uno clama por su inmediata detonación. Pero después del inicio de la metamorfosis accidental del protagonista (no tan detallada como en "The fly", pero igualmente nauseabunda), uno pasa poco a poco a comprender algo de la situación de las criaturas extraterrestres, sin caer en la lástima fácil, tanto así que a la hora de las batallas ya no es tan sencillo elegir el bando bélico de su preferencia, entre otras cosas porque el principal implicado es una simbiosis de ambos y porque no se sabe si es peor la plaga de horribles criaturas o la mafia de traficantes humanos infiltrada en el sector. Mención aparte merece la biotecnología alienígena, por la cual uno acaba siendo seducido. Eso sí, admitamos que la crujiente sensación de cucarachas aplastadas y las varias explosiones de cuerpos humanos cuyos minúsculos restos chispean las cámaras no dejan de causar cierta impresión, aunque seguramente en la sala de cine habrá más de algún tipo o tipa con el cerebro transtornado... ¡que romperá en carcajadas impertinentes!

sábado, 19 de diciembre de 2009

Sin margen de error

Cuando una compañía cinematográfica le concede trescientos millones de dólares a un tipo para que haga una película, no puede haber fallo posible. Por eso el tal tipo hubo de ser alguien de comprobada efectividad, como James Cameron. "Avatar" (2009) cumple las altas expectativas, no tanto porque llegue a ser una historia maravillosamente original en cuanto a su argumento, sino por el manejo de la tecnología implicada en su realización, que la transforman en eso que, a falta de un mejor término original, debemos sumarnos en llamar "toda una experiencia visual" (y auditiva, claro).

El universo interno del filme nos remite a varios antecedentes como "Matrix" y la realidad virtual, el manojo de películas épicas con batallas medievales tipo "Braveheart", las crónicas de la conquista del Nuevo Mundo, un poco de Pocahontas y pueblos aborígenes americanos, reminiscencias de Vietnam y la herencia ineludible de los comportamientos animales de "Jurassic Park", además de los propios auto-préstamos de "Aliens" (el vehículo robótico antropomórfico y quizá hasta la misma Sigourney Weaver).

Que si con esto se prueba la verdad del "nada nuevo hay bajo la luz del sol"... Sí, ¿y qué? La mezcla final ("remix" o reciclaje, llámesele como quiera) funciona e interesa durante las dos horas y cuarenta y dos minutos de que consta. Eso sí: esta película hay que verla en 3D, tecnología finalmente funcional después de varios intentos tormentosos para la vista. ¡Que ahora uno ya no distingue a los personajes de la película del tipo que va pidiendo permiso, butaca por butaca, para ir al sanitario a media función!

viernes, 18 de diciembre de 2009

Emoción en sus dos acepciones

Aunque toda la película "Up" (2009) se disfruta con agrado (¿pero es que hay otra forma de disfrutar?), son los primeros doce minutos los que realmente producen emoción tal como nos la define en su primer sentido ese notable grupo de académicos ultramarinos que pretenden distinguir y normar nuestro idioma: "alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática". Logra el filme tal efecto inicial con pocas palabras, momentos significativos, imágenes sugerentes y un proyecto de vida latente. De allí en adelante, ya es el entretenimiento, la risa y la emoción en su segunda acepción ("interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo"), no demasiado diferente de otras entretenidas películas de esta clase, en cuanto a la trama, aun cuando hemos de reconocer el ingenio de los collares parlantes para perro y los ecos del laureado cortometraje "Le ballon rouge" (1956).

viernes, 11 de diciembre de 2009

Cero provocaciones

Pese a la somnolienta experiencia de una noche malagueña en 1993, cuando los que éramos jóvenes escritores buscábamos las más diversas y discretas opciones para salir a toda costa de la sala de conferencias del CEULAJ, local donde el cineasta Víctor Erice en persona nos presentaba "El sol del membrillo" como una propuesta y alternativa ante el cine hollywoodense (no con todo éxito, por cierto); y aun cuando hube desistido, ya en épocas más recientes y en DVD, del tortuguesco ritmo inicial de "El espíritu de la colmena"; decidí hacer caso de la crítica especializada y ver "El sur" (1983), etiquetada como una de las obras cumbres del cine español.

En esta ocasión, la experiencia fue satisfactoria, no sé si decir "a pesar de" o "de la misma forma que" contemplar el recorrido de una hormiga en línea recta a través de una mesa rectangular de aquellas de los castillos antiguos, por el lado más largo.

Bien es cierto que Erice ha contado una historia muy enternecedora, pero privándola de casi toda provocación emotiva hacia el espectador, se diría que con actitud de taxidermista excelente aunque obsesivo. Con todo (y a pesar de) su invernal ritmo narrativo, y con la necesaria paciencia de quien se deleita en la contemplación de un lento amanecer o del pasar del tiempo silencioso, la obra es un drama intrigante, montado sobre un texto literario en primera persona, muy bueno por parecer natural y espontáneo, acorde a un apropiado guión cinematográfico; todo lo cual resulta en un final de esos que llamamos "abiertos" y, al mismo tiempo, reflexivos, simbólicos y plurisignificantes.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Suspense sin sobresaltos

La película de suspense "En la ciudad sin límites" (2002) me fue sugiriendo (como debe ser) varias hipótesis de desenlace, conforme se iba desarrollando, casi todos relacionados con la posible falsedad de la realidad aparente (como en "Dark city", "Truman show" y "Abre los ojos"). Pero aun cuando esas insinuaciones no se concretan, en beneficio de un drama familiar y romántico, hay otros tipos de falsedades y engaños que acaban descubriéndose, acaso más dolorosos. Aparte del interés por la trama, me llamó la atención que, pese al género al que pertenece, uno puede observarla con una suerte de tranquilidad intelectual poco usual, sin los golpes de adrenalina a que nos tiene acostumbrados la vertiente cinematográfica anglosajona, contraste del cual brota el gusto por haberse uno enterado de algo novedoso.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Gris, como ese paisaje.

Sabido es que antes de sentarse a ver cine europeo clásico hay que bajar expectativa de la velocidad de los acontecimientos, más si de cine culto (recomendado por alguna razón estética o página web) se trata, y especialmente cuando hay de por medio una adaptación de una novela. Hecho lo anterior, el concepto de injusticia social que brota de "Los santos inocentes" (1984), del director Mario Camus y basada en la obra homónima de Miguel Delibes, se nos revela en los matices precisos de un realismo sin aspavientos, de donde la condición humana no se reivindica ni con la justa y silvestre venganza ni con la siguiente generación sumergida en un inquietante ostracismo. Lo demás, una sensación depresiva de la que tarda uno algo en recuperarse.

viernes, 4 de diciembre de 2009

¿Un lejano retrato?

Guarro (de la voz onomatopéyica guarr-, gorr-, imitativa del gruñido del animal): cerdo, hombre sucio y desaliñado, grosero, sin modales, hombre ruin y despreciable.

"Torrente" es una trilogía cinematográfica centrada en un ex policía guarro, ideado y protagonizado por el cineasta español Santiago Segura. Los filmes oscilan entre la parodia detectivesca, la picaresca contemporánea y la irreverencia. Salvando la dificultad del lenguaje (¡que a los españoles no se les entiende, vamos!) uno se divierte bastante, a pesar de cierto asco por el humor un tanto de retrete que allí se presenta.

Generalmente, la gente se ríe del ridículo ajeno, por lo que en el país ibérico las carcajadas de humor negro (y con frecuencia bastante jayán) brotan de las peripecias de un ser que se supone que no existe masivamente en un país desarrollado. Torrente es machista y misógino, además de vulgar, desaseado, racista, xenófobo, cobarde, acosador... y otras lindezas como poner a su anciano padre a trabajar de mendigo en una esquina o alimentarlo con sobras licuadas de restaurante. Me imagino que allá celebran la película porque entienden que no los está retratando a ellos, pues ya habrían superado tales estadios primitivos; supongo que aquí nos reiremos un tanto porque creemos que el filme presenta una trama que ocurre allende el Atlántico.

Mas, entre risa y carcajada, me vienen un par de reflexiones traslapadas. La primera: si lo que allá son escenas cómicas por absurdas o impensables, aquí no vendría a ser sino un retrato realista; la segunda, si quien se atreviere a criticar mediante la agria comedia los elevados hábitos arraigados en nuestros coterráneos... ¡sobreviviría a los correspondientes atentados!

Con la esencia original

Como soy fan de la teleserie y las películas originales de "Star trek", las subsiguientes producciones nunca me resultaron satisfactorias, pues sin las personalidades del capitán James T. Kirk (William Shatner) y su tripulación estelar, los nuevos inquilinos de la nave Enterprise ocupaban un espacio que nunca acabó de pertenecerles, pese a que al capitán Picard (Patrick Steward) no le queda mal un puesto en el que, no obstante, luce demasiado solo.

El mérito de la producción de 2009 (dirigida por J.J. Abrahms) está precisamente en haber recuperado la esencia de los personajes originales, desde el paciente, sutil y bien elaborado pensamiento estratégico ajedrecístico de Kirk (sin dejar de lado su particular mezcla entre arrogancia y liderazgo), hasta la dualidad lógico-emotiva de Spock, pasando por los temas y paranoias del Dr. McCoy y las características exclamaciones del ingeniero Scottie en la sala de máquinas, más parecida a la de un transatlántico que a la de una nave espacial.

Así pues, más allá de las innovacioens tecnológicas cinematográficas y el ritmo más acelerado propio de esta época, a uno que tiende a quedarse con lo originalmente bueno no le queda más que aplaudir... ¡y disfrutar!

lunes, 16 de noviembre de 2009

Teclados, teclados, teclados.

Tan cierto como que la época está en los sonidos es que fueron tres los grandes referentes de teclados de la música de los 70's: el sintetizador Moog, el piano Fender Rhodes (y su competencia un tanto más metálica y dura, el Wurlitzer) y el órgano Hammond. Yo todavía lamento que en mi grupo musical de aquella lejana infancia y adolescencia nunca tuviéramos cualquiera de esos, que eran tocados a hurtadillas cuando nos los encontrábamos en algún festival de conjuntos musicales colegiales por aquí o por allá, todo por los alcances sonoros de aquellos instrumentos, su textura, sus posibilidades interpretativas e incluso su peso (el Rhodes pesaba como un armario con cadáver dentro).

De entre las piezas clásicas que los utilizaron, puedo mencionar tres de mi preferencia: el solo de Moog en "From the beginning", de Emerson, Lake & Palmer; los primeros compases y cortinas del Rhodes (con su efecto de vibrato estéreo claramente perceptible entre el primero y el segundo verso de la letra) en "Only yesterday", de los Carpenters; y por supuesto el perenne y versátil acompañamiento (con un eco de "Air on a G string, de Bach", y el efecto de "leslie" rotatorio incluido) de "A whiter shade of pale", de Procol Harum.

Sin desmedro del cariño que por mi guitarra he sentido en mi vida, es al recordar y escuchar estos tres aparatitos la única ocasión en que asoma una ligerísima envidia por que el piano no sea mi instrumento "nativo".

jueves, 12 de noviembre de 2009

Desasturismo

Hoy me encontré esta notita en un periódico local (obvio: hacer clic aquí), en la cual se critica acremente y con justificada razón a la manada de metidos y metidas que van a hacer turismo en zonas de desastre, lo que bien podría llamarse "desasturismo". Esta actitud de infantil curiosidad de nuestro pueblo va desde armar la trabazón en el carril contrario a donde fue el accidente (porque se detienen a abrir la boca) o arremolinarse alrededor de alguien que colapsó, hasta demostraciones del calibre de las mencionadas en la nota periodística, comparables con las expediciones a los desastres de años anteriores, como los terremotos de 2001.

Ahora bien, he aquí la pregunta retórica, maliciosa o perversa (a gusto del cliente): ¿no habría que añadir también como destinatarios del merecido vilipendio a cierto tipo de "profesionales" de la noticia que van a fotografiar, filmar, entrevistar y reportear; más que para dar a conocer las necesidades de las y los afectados, para capturar el dolor ajeno y ofrecerlo luego como mercancía en sus respectivos espacios, a fin de generar audiencia y merecer los ansiados anuncios publicitarios?

lunes, 9 de noviembre de 2009

Cadáver de muela

Quitarle el nervio a un diente viene siendo, desde la filosofía platónica, como quitarle el alma a un cuerpo. A tal procedimiento único para salvar la posesión de la pieza los especialistas lo llaman "endodoncia". Queda el diente, sí, pero desconectado de la intrincada red de tejidos que reparten la vida por todo nuestro cuerpo; es decir, técnicamente está muerto y como tal es un cadáver. La ventaja, no obstante lo antes descrito, es que el esmalte no procede a la putrefacción (recordemos las ilustres calaveras pelonas y repletas de dientes que sobreviven a la carne) y, en consecuencia, se podrá seguir usando (espero que) por el resto de la vida, con su respectiva corona o capuchón de protección. No me atrevería, por lo antes dicho, a dar un responso por la difunta muela, pues aún le queda (a lo que de ella queda) mucho trabajo por realizar en compañía de sus congéneres y mis mandíbulas; pero sí me acometen algunos resquemores y vienen a mí algunos títulos de antigua cinematografía "B"... ¡que tiene que ver con los "living dead"!

jueves, 5 de noviembre de 2009

El genio y la estrella

No por obvio es menos cierto que en cada exitosa combinación de talentos cada quien ha aportado lo justo y necesario para que el equilibrio sea y se mantenga perfecto. Asi sucede con una de las asociaciones más agradables al oído: la de Richard y Karen Carpenter: ella con su voz tan natural, sonora, vigorosa y no obstante suave y acariciadora; él con su talento para encontrar los sonidos y armonías apropiados en los coros e instrumentos y dar así el sostén necesario para potenciar el singular don que su hermana poseía. En la base de las canciones estuvo el legendario y sempiterno piano Rhodes, aunque la magnificencia de los arreglos venía dada por los sutiles y nada convencionales coros polifónicos (estos sí en tono de química familiar), además del buen gusto para colocar el sonido del instrumento apropiado en el momento exacto (Richard era capaz de contratar a un músico para tenerlo sentado durante casi toda la canción y, no obstante, hacerlo intervenir en una o dos líneas que le daban la fineza y el agrado a la pieza, bien con una guitarra en pizzicato, una cortina de arpa, unas cuantas notas de banjo, una cornetita melodiosa y discreta, etc.). Ciertamente, oír a buen volumen la música de los Carpenters es una vitamina para el espíritu, pues hace parecer... ¡que todo el mundo funciona con esas mismas deliciosas armonías!

lunes, 2 de noviembre de 2009

¡Bravo por "Cinema Libertad"!

Este día he afirmado una creencia casi como un acto de fe: que el camino del cine nacional está ya vislumbrado en “Cinema Libertad”. Hay en este cortometraje una tristeza poética extraída del abandono de nuestras calles, edificios y personas, pero elevada al rango de belleza real, transmitida en pantalla y sublimada con sombras de fantasía. El guión y su intensidad dan exactamente para los 25 minutos que dura esta pieza llamada a instalarse como un preludio necesario para lo que acaso será. Ampliarla o sacarle más elementos sería arruinar su sano equilibrio. Si luego habrá un guión y un director con el sentido del ritmo suficiente para mantener una trama de hora y media, ya se verá; por ahora, lo cierto es que algo así es digno de verse más allá de la nostalgia o admiración por mirarse el ombligo, y que sus expresiones visuales mueven a reflexión sin caer en el facilismo de la falsa denuncia. Quizá el saltito del tiempo para la escena final me pareció solamente simpático, pero también seamos indulgentes... ¡que de algún modo tenía que terminar!

No por esa vía, mi gente.

Alguien que en su tiempo fue mi respetado maestro nos aconsejaba que cuando no se tiene algo bueno que decir sobre una persona o pieza artística es mejor quedarse callado. Pero pasa, primero, que no estoy tan convencido de la justeza de tal filosofía y, segundo, que detesto caer en el eufemismo de alabar “el esfuerzo” y “la intención” como virtudes allí donde los yerros abundan. Dos cortometrajes de ficción surgidos de un taller “profesional” de cine y televisión de una escuela de comunicaciones local han dejado en mí la certeza de que, por ese camino, mejor abstengámonos. De entrada, la pantalla “estirada” y deformada en sus proporciones, pasando por los pixeles visibles y la palidez mortecina de toda la proyección (aún en escenas soleadas), desembocando en guiones mal elaborados (entre lo que no se entiende y lo que mejor sería no entender), con parlamentos pésimos (aparte de mal redactados, con el “mix” inconsciente del tuteo y el voseo y los repentinos cambios de humor y tono que ni en las peores películas mexicanas), echando muy en falta la estética fotográfica, así como una buena música de ambientación (en algún caso, inexistente) y actuaciones de buenos actores y actrices mal dirigidos... ¡o sea! Quisiera creer que los otros cortos que no he visto han de estar mejor, aunque mucho me temo que todos están cortados con la misma tijera. Lamento no apuntarme al apoyo de "lo nuestro” sólo porque es nuestro (aunque sea “chafa”). Por eso y con algo de pena... “aim sorry, may friends”.

sábado, 24 de octubre de 2009

XXV aniversario

Ese montón de tipos rejuvenecidos por la nostalgia, aunque encanecidos por el tiempo, somos nosotros, los de la promoción Chaleco 84, veinticinco años después de habernos graduado. Esta tarde tuvo lugar un bonito acto conmemorativo que presidió el padre Héctor Cruz, uno de los nuestros. Hubo saludos, abrazos, reconocimientos, palabras emotivas y recuperación de los antiguos cantos de la misa. En lo particular, lo que más quiero destacar de todo este proceso de reencuentro es ese espíritu de unidad, camaradería y colaboración que en todos ha brotado de una u otra forma; todo ello por el simple pero fundamental hecho de haber compartido el tiempo y el espacio preciosos de nuestras juventudes en aquel nuestro querido colegio.




Posdata: en el espíritu jovial que nos caracteriza, no rehúso colocar esta foto de los cantores eclesiásticos, cuyas caras dicen más que las mil palabras que pudieron haber pronunciado


viernes, 23 de octubre de 2009

Una gran mala idea

Lo de la foto es un paquete de toallas con el diseño de la bandera nacional, puestas a la venta en un supermercado local. Supongo que con el entusiasmo patrio exacerbado por la bonita selección nacional de fútbol que tuvimos en la pasada eliminatoria, a alguien se le ocurrió esta brillante idea (nótese la ironía). Seguramente nadie se puso a pensar en que una toalla de ese tamaño, si es que realmente se va a usar como toalla (pues de otro modo habría mejor que comprar una bandera-bandera), producirá el resultado de estarse pasando cotidianamente la mismísima bandera nacional por el honorable trasero y otras partes pudendas aledañas, para no mencionar las patas chucas con hongos rebeldes. ¡Qué les pasa, señores textileros!

martes, 13 de octubre de 2009

Un clásico bien justificado

Como todo el argumento de "Limelight" o "Candilejas" (1952) es sobre artistas y sus respectivas artes (en ascenso, en descenso), el clima necesariamente acaba sublimándose hasta volverse poético y, en el buen sentido, muy poco parecido a la vida real. Pero, aunque llena de muchos lugares comunes típicos del Romanticismo, la obra acaba funcionando porque evoca el arquetipo del héroe que se sacrifica por su amada, aparte de los detalles de genialidad del protagonista, tanto para parecer un buen mal payaso como para ejecutar un magistral número de cine mudo en la culminación de su actuación. También abona a la sensación de agrado la belleza clásica de la bailarina y lo florido del lenguaje en los parlamentos. Al final, uno acaba tomándole cariño a los personajes, más allá de la "obligación" porque se trata de Chaplin y muy a pesar de la conciencia de que el guión... ¡fue confeccionado totalmente a la medida de su autor!

lunes, 12 de octubre de 2009

Abajo del último peldaño

Luego de caminar por uno de los predios en donde están parqueados o abandonados los vehículos retenidos por las autoridades, por diversas razones legales, más me convenzo de que el nivel de desarrollo de un país no se mide tanto por cuantos logros destacados alcancen algunos de sus habitantes, sino por el tratamiento que cada sociedad hace con sus desechos. Hay allí piezas metálicas que nunca nadie va a llegar a recoger, condenados al óxido y depreciación cotidianos hasta que, en algún siglo futuro terminen de morir. No habrá ni reinserción ni reciclaje: están ya y para siempre por debajo del último peldaño. Nadie hará ni separación de componentes ni cuadritos comprimidos para tirarlos en algún mar esperando con ello crear arrecifes de coral. Ni ahora ni nunca. ¡Oh, depresiva sensación!

sábado, 10 de octubre de 2009

La mejor época

Hay temas en los que uno a veces se pone a pensar sólo porque no puede ponerle pausa a la mente, atrapado en las gruesas paredes del ocio de una espera ineludible o del transporte cotidiano de aquí para allá. Uno de esas divagaciones probablemente estériles es aquella de “en qué época me hubiera gustado vivir”. Habiendo descartado de las opciones disponibles cualquier época futura, por el evidente desconocimiento de lo que será, digo yo que cualquier época pasada tendría bastantes más desventajas que la actual, por ejemplo en términos de vulnerabilidad ante enfermedades y elementos naturales, costumbres institucionalizadas lesivas para la dignidad humana, e incluso los simples hábitos higiénicos. Por eso, paso paso de cualquier época anterior y me quedo prefiriendo el hoy y el ahora.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Hurto culto con reaparición instantánea

Que en cualquier rincón de nuestro amado país uno no puede dejar nada medio mal puesto, so pena de quedarse buscándolo, es una realidad ya pertinaz. Eso debí haber tenido en cuenta este mediodía al levantarme para atender un llamado de turno en el HMQ y dejar en el asiento de a la par el voluminoso pero "de bolsillo" ejemplar de "El club Dumas", ese "best-seller" construido a base de fórmulas eficaces aunque demasiado hollywoodenses (damas voluptuosas incluidas). Uno o dos minutos después... "campas de libro", como diría mi abuelita.

Pescueceo para un lado y para el otro, nacas-tracas. Resignación y ardor en el bolsillo por la necesaria compra para reponer el ejemplar de biblioteca. Y entonces, cuatro horas después (de regreso en la institución mencionada para el trámite subsiguiente)... ¡misteriosa reaparición! El tal ejemplar me aguardaba sobre la solitaria mesa de la secretaria ausente. Gestión inmediata para traspasar la ventanita corrediza y el ejemplar vuelve a mi poder de nuevo.

¿Hipótesis? Imagino que alguien lo hurtó y luego, al no verle cara de libro interesante o para su gusto, lo dejó tirado por ahí; alguien que pasó tuvo la gentileza de dárselo a la secretaria de turno en espera de que fuese reclamado. ¿Conclusión? Que el hurto culto fue parcial, fugaz, momentáneo, y mi bolsillo no sufrirá la temida erosión. Por una vez, quizá la falta de expectativas literarias de la majada ha resultado beneficiosa. Eso sí: me hubiera molestado ligeramente esperar meses para terminar de leerlo (pues el volumen está agotado en todas las librerías)... ¡faltándome sólo veinte páginas para el final!

domingo, 13 de septiembre de 2009

Procesos distintos

Hace unos cinco o seis años tuve mi primera experiencia siendo objeto de extracción de una cordal inferior. Entonces, poco le faltó a la doctora para encaramarse al estilo de las mejores caricaturas o de algún episodio de “Los tres chiflados”, a fin de ponerme el pie en el pecho para afianzar mejor la pieza. Esta vez, en cambio, la homóloga y recíproca de la ya extirpada quedó en manos de un cirujano maxilo-facial del tipo Dr. Posner en la película “Wit” (2001). O sea que hoy, nada de zarandeos, forcejeos ni exclamaciones optimistas de “¡ya sale, ya sale!”. Por el ruido de cierto aparato (la “pequeña vibración” que mencionó el especialista), deduzco que hubo corte de pieza y extracción por partes, por la complicada posición en que la última molar estaba.

Lo que no sé si fue intencional o espontáneo fue la ininterrumpida plática del galeno con la dentista de la clínica huésped, sobre el tema de lo mal diseñado y poco amigable que está el programa DET del Ministerio de Hacienda, de donde resulta difícil su instalación exitosa; así como otros temas tangenciales (becas en la India, aparatos de blanqueo dental, multas por pago extemporáneo, etc.), con alguna ocasional interrupción para indicaciones precisas sobre el procedimiento en cuestión y un inquietante comentario sobre una fase de corte particularmente peligrosa que en ese tipo de cirugías puede ocurrir (justo cuando acababa de no producirse el hecho).

El caso es que, entre seguirles la plática mentalmente y los sonidos del instrumental... ¡ni cuenta me di cuando la pieza ya estaba fuera!
Posdata: en cuanto a la recuperación, todo marcha según lo
previsto, pues la inflamación va en franco ascenso hacia su cénit.

Se lo han ganado


Que si es casi imposible que clasifiquemos al mundial de Sudáfrica 2010... ¡no importa! El punto es que estos bichos se han ganado nuestro cariño por su forma de jugar. Recuerdo hace un par de años que no dábamos ni una "cora" por ellos, y ahora... Todo mundo habla de "la chilena" de Christian (¿cuándo se había visto algo así en el "Cuscatlán"?). ¿Y quién no ha sido tentado a comparar la habilidad de Zelaya con la de Messi? Y así podríamos ir uno por uno: que si la serenidad de Álvarez, que si los pases y tiros de Osael, que si el "míster" De los Cobos, etc. Que hemos perdido afuera, sí: todos por un gol de diferencia, pero pudiendo haber empatado o ganado. Han dado lo mejor de sí, por eso nos sentimos orgullosos de ellos y, lo más importante, han demostrado que en este país pueden hacerse cosas buenas. ¡Sí se puede!

viernes, 21 de agosto de 2009

Insólito reclamo

Que uno, en su papel docente, deba estar preparado para situaciones insólitas dentro del aula es una cosa; pero de eso a que uno ya no sepa distinguir si se trata de una sutil broma o una inconcebible y esperada ocurrencia (siendo la protagonista quien sabemos que es), hay un buen trecho.

* * *

ESCENA ÚNICA

(La Niña de la Blanca Tez se acerca al atril del profesor RFG para presentarle un reclamo por la nota de su examen de "No se culpe a nadie", de Cortázar.)

La Niña de de la Blanca Tez (esgrimiendo su papeleta):

- Mire, Góchez: la respuesta de esta pregunta, según lo que Ud. explicó, no tiene nada que ver, va por otro lado.

RFG (revisando la sumatoria de puntos):

- A ver... ¡Pero si está bien, por eso le puse el punto! Vea Ud., aquí está la marca.

La Niña de la Blanca Tez:

- Precisamente, Ud. me la ha puesto buena, pero esta respuesta no refleja lo que Ud. acaba de definir como una respuesta correcta.

RFG:

- ¿Eh...?

La Niña de la Blanca Tez:

- ¡Vuélvala a leer!

RFG (la vuelve a leer):

- Bueno, no es exactamente lo que yo dije, pero hay una idea válida, realmente el tipo del cuento no tiene control de su cuerpo, por eso cae por la ventana y no se le puede culpar por ello. Yo siento que está bien.

La Niña de la Blanca Tez:

- ¡No, no está bien!

RFG:

- ¡Que sí!

La Niña de la Blanca Tez:

- ¡Que no!

RFG:

- ¡Nada, he dicho, vaya a sentarse!

(La Niña de la Blanca Tez camina hacia su pupitre con mirada de "estoy planeando cómo conquistar el mundo", mientras el profesor se dispone a continuar con su clase, mientras cree notar un leve zapateo de inconformidad.)

Cae el telón.

jueves, 13 de agosto de 2009

La hiel en el dulce

Que el menú de opciones de la vida no lo hace uno a su gusto es evidente. Lo triste es que también es verdad. Pongo aquí cinco cosas (como pude haber puesto diez o veinte) que son como en “El cuento de lo que quiero y no quiero”, de Salarrué, pues resulta que no me gusta...

... que para poder conducir un vehículo automotor en nuestras ciudades uno tenga que romper casi todas las leyes de tránsito.

... que para ejercer el derecho al sufragio haya que votar por uno de nuestros partidos políticos,

... que para escuchar el cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven uno tenga que soportar a los solistas operáticos que éste contiene,

... que para que la majada añore a su país se tenga que ir de él

... y que para ver a nuestra “selecta” de fútbol sin volverse adicto al masoquismo... ¡uno tenga que abandonar toda expectativa de triunfo!

domingo, 9 de agosto de 2009

De medallas y orgullos

¿Por qué uno siente orgullo por las medallas que compatriotas ganan en eventos deportivos internacionales? Fácil: porque son compatriotas, gente que ha nacido y crecido en nuestra misma tierra, que ha compartido con uno patios y calles, que ha ido a nuestras escuelas y colegios, que tiene nuestras mismas caras y acentos, que se ha superado a partir de las mismas condiciones y entornos que nos rodean; en fin: porque nos reconocemos en ellos, porque nos representan y porque llevan en ellos un poco de nosotros mismos.

No es casualidad que los pronombres y determinantes más usados en el párrafo anterior hayan sido "nos", "nuestros" y "nuestras": es porque justo porque ahí está la clave.

Esta mi filosofía de las medallas pone en evidencia la futilidad de las preseas obtenidas por deportistas extranjeros que han sido prácticamente contratados para jugar bajo nuestra bandera. No hablo de las y los nacidos extra fronteras que, por circunstancias de la vida, llegaron aquí y como opción de vida abrazaron el terruño patrio como propio, siendo su actividad deportiva una faceta de sus vidas ya locales. No. Me refiero a otros que -de no mediar dineros, prebendas y oportunidades en su especialidad ya consolidada- jamás se hubieran enfundado en los colores azul y blanco.

Estos casos son un poco menos notorios en deportes colectivos como el fútbol, pues la presencia de los demás connacionales tiende a disimular el hecho; sin embargo, resultan harto evidentes en el caso de disciplinas individuales, digamos... como el ajedrez. He aquí entonces que para mí, sin ser chauvinista, sus logros les dan gloria y honor individuales, pero no al país. Yo no me siento representado en ellos y, antes bien, creo que al final del día (y más allá de cualquier consideración sobre lo buena gente que puedan ser)... ¡es nuestra minúscula nación la que les ha servido como puerta, vehículo y trampolín!

martes, 4 de agosto de 2009

Intrigante antinomia

En pláticas personales y virtuales recientes con mis ex compañeros de baloncesto del ’83, varios recordaron una experiencia dolorosa del año 1985, cuando yo ya me había graduado pero la mayoría de ellos estaban en último de bachillerato y les correspondió la responsabilidad de sacar adelante al equipo de primera categoría... en condiciones desiguales.

El caso fue así: aprovechando la ausencia por vacación del cura sostén de la competitividad deportiva del colegio, las decisiones importantes quedaron en manos de un consejo de profesores, instancia que quiso cambiar el rumbo del proyecto real vigente en aquel tiempo, de manera tal que los integrantes del primer equipo fueran no sólo jugadores, sino también estudiantes. La consecuencia de la decisión colegiada fue que, al poner los docentes un requisito de rendimiento académico básico... ¡únicamente quedaron siete jugadores disponibles! (en realidad eran ocho, pero el octavo elemento era un novato tan “pollo” que su presencia en la cancha era posterior al último recurso). Esto sucedió así porque, además, la atrevida decisión magisterial fue precipitada e inoportuna, pues ya no era posible sustituir en la nómina a aquellos que causaron baja. El resultado fue que el equipo caía una y otra vez, víctima del cansancio por falta de rotación de jugadores y de la inhibición defensiva por temor a cometer faltas personales que los descalificaran.

Analizando el hecho, quizá una interpretación estricta del lema del fundador de la congregación que dirige el colegio (“buenos cristianos y honrados ciudadanos”) justificaría el propósito de formación integral del estudiante, donde cierta exigencia académica debiera ser un requisito razonable aún para los bastiones del cuadro más representativo de la institución. En un contexto más amplio y desde esta perspectiva, los juegos deportivos estudiantiles también deberían ser encuentros de sana competencia y no de tradicionales e insanas rivalidades.

La realidad, en cambio, era otra: en aquellos partidos se generaba tanta adrenalina y fanatismo que muchas veces no sólo se quedaba en los insultos hablados o cantados a coro desde las graderías. Por otra parte, para poder plantar cara, deportivamente hablando, era necesario acudir a prácticas cuestionables pero habituales entre los colegios más laureados, como reclutar o “jalar” jugadores (de otros equipos o dispersos por ahí, mediante becas y otras prebendas) garantizándoles implícita o explícitamente que se graduarían (con independencia de su rendimiento académico), además de crear una élite de alumnos privilegiados en muchos sentidos al interior del centro educativo.

Sin embargo, viendo las cosas desde otro punto de vista, podría justificarse la gran importancia que tenía el equipo de baloncesto considerando el enfoque de las inteligencias múltiples: “hacé bien aquello en lo que sos bueno”. También está la perspectiva del colectivo, desde la cual lo importante era el sentimiento de unidad e identidad institucional que aportaba el equipo Chaleco de cara a las multitudes, especialmente cuando tenía opciones reales para ganar el campeonato; sin olvidar tampoco la dimensión publicitaria que aportaba, pues los encuentros congregaban a miles, además de los oyentes por radio y espectadores por televisión.

Recuérdese, empero, que mantener este nivel sólo era posible si se competía en las mismas condiciones que los acérrimos rivales, es decir, incurriendo en las viciadas prácticas ya mencionadas para mantener a los jugadores estelares concentrados prioritariamente en sus tareas deportivas, so pena de que pasara lo que pasó con aquel heroico y diezmado equipo de mis ex compañeros.

A la distancia de cinco lustros, quizá los aficionados y aficionadas al valeroso equipo Chaleco ’85 recordarán con cierta tristeza aquella malograda gesta y le echarán la culpa a quienes desmantelaron el equipo, porque lo que la afición quería y quiere son triunfos a cualquier costo. De hecho, al año siguiente el cura en cuestión revirtió la decisión y, para dejar claro quién mandaba y cuáles eran los verdaderos intereses, trajo a un par de jugadores extranjeros para apuntalar al equipo colegial.

Pero más allá de este postrero y quizá ocioso debate, personalmente me gustaría saber qué fue de aquellos jugadores estelares que estaban en este o aquel colegio únicamente por su habilidad con el balón, así como qué de aquellos que lo hacían bien en la cancha sin descuidar sus estudios. Al momento de ponderar y confrontar realidades vitales me pregunto, ¿qué desmentidos, confirmaciones o sorpresas lograríamos obtener, de poder reunirlos a todos?

sábado, 1 de agosto de 2009

La pregunta que no cesa

Las reflexiones motivadas por "Wit" (2001), comienzan desde el parlamento primero y continúan por horas, incluso días. ¿Cuál es el punto? Mi humeante amigo Mr. Aguacatote creyó, por los primeros cuadros, que era una película sobre enfermos y estuvo a punto de no continuarla, salvado de tal crimen por mis conminaciones, que al final se revelaron como necesarias para que pudieran emerger de él comentarios favorables, que ya es decir. Entretanto, a Carmen la película le pareció preciosa y portadora de una gran enseñanza sobre la vida, siendo esta una de las poquísimas ocasiones en que hay coincidencia de veredicto entre los sujetos, aunque no de motivos. En cuanto a mí, las virtudes de este filme que puedo identificar conscientemente se centran en el acierto artístico de imbricar planos narrativos entre los recuerdos y el amargo presente, que no obstante es sobrellevado con una fortaleza que pareciera sólo poder provenir de la ironía y el sarcasmo; además, añade una cruel sazón la demolición de la imagen del médico redentor, a base de dos o tres almadanazos escénicos.

Luego de esta dolorosa contemplación, quedé rumiando el tema de la soledad que la protagonista padece en su último trayecto; además, pude reafirmar mis imprecaciones contra quienes todavía predican el origen e intencionalidad divinos de tales padecimientos terminales. Finalmente, aunque el poema de John Donne que hace de estribillo es fuerte y esperanzado ("one short sleepe past, wee wake eternally, and death shall be no more, death, thou shalt die"), proveyendo así un cierre de telón poético y majestuoso, hay una pregunta no cesa de martillear: ¿es acaso esa ilusoria esperanza lo que aquí nos ha de fortalecer?

viernes, 31 de julio de 2009

Un cuarto de siglo

"El Conde" Ventura, RFG, "Chorti" Ortiz, Guinea y "El Caballo" Vásquez. En cuclillas se nos unió, cerveza en mano, otro compañero a quien en un principio nos referimos como "aquel baboso" y que después se identificó como Pedro Manzano.

Han pasado ya veinticinco años de habernos graduado de bachilleres de la promoción 1984 del Colegio Salesiano "Santa Cecilia" y, a la hora de esta foto, habíamos como veinticinco de aquellos jóvenes departiendo en un popular local de bebidas espirituosas (como no podía ser de otro modo, dada la tradición), volviéndonos a sentir como los cipotes que antaño fuimos, recordando lo que se suele recordar y poniéndonos un poco al día con el paso del tiempo, que no perdona pero engalana.

Uno de los momentos más frecuentes y divertidos fue el homenaje al Alzheimer, esto es, el hecho de saludarse de abrazo con varios tipos sonrientes y entusiastas, mientras cada uno pensaba "¿cómo era que se llamaba este tal por cual?", recordando a lo sumo el apodo. Por otra parte, considerando que en nuestra época colegial no había correo electrónico y que muchos nos perdimos la pista en el laberinto de la vida, es un logro que se haya congregado este grupo, esperando que la asistencia aumente para octubre, que es propiamente el aniversario de plata, o sea, el vigésimo quinto.

Entre risa y carcajada uno se pregunta qué se saca de estas reuniones. Yo creo que es una gustosa mezcla de ver lo que fuimos y lo que somos, recuperando por instantes algo de la irresponsable libertad de que gozábamos en los tiempos de aquella ansiosa juventud a donde solemos volver de manera recurrente... ¡en nuestras memorias y sueños!

lunes, 27 de julio de 2009

Moribundos ventajistas

Pese al dramatismo novelesco y cinematográfico (algunas veces con gran dosis artística, otras no tanto), considero una miserable e injustificada acción ventajista la del moribundo, hombre o mujer, que antes de exhalar su postrero hálito de vida hace prometer a quien tenga enfrente algo que, en circunstancias normales, no le pediría. Así, el inminente difunto o difunta manipula su propio padecimiento, como si le fuera exclusivo y distinto de la condición humana en sí, incurriendo en el pleno sentido de la locución adverbial "con alevosía" ("a traición y sobre seguro"), para dejar comprometidos a sus familiares y a sus amistades con alguna cosa que, en el curso cotidiano de la vida, raya seguramente en lo absurdo, abusivo, caprichoso o ilegal; pues de otra manera no aprovecharía ese último instante para soltar la incómoda sorpresa. Caso aún más grave es el de quien, como en el chiste, aprovecha sus últimas palabras para soltar alguna confesión o revelación hasta entonces secreta, quizá por vergonzosa, lesiva a la dignidad de quien sea o, cuando menos, sonrojante. ¡Vaya singular acto de cobardía el de quien suelta la pedrada y se apresta a esconder la mano y todo lo demás... por los siglos de los siglos!

viernes, 24 de julio de 2009

Doble réquiem

¿Qué importa si científicamente está demostrado que no es posible para los humanos y humanas respirar la atmósfera de Marte? ¿Qué más da si es inviable imaginar que mil cohetes interplanetarios pudieran llevar, como enormes autobuses que se abordan en una parada casi espontáneamente, a cientos de miles de personas hasta el planeta rojo? Ray Bradbury no escribió sus “Crónicas marcianas” para demostrar cifras y datos, sino para enfrentarnos con nuestra propia naturaleza, esto es, la posibilidad de una conquista y colonización motivada por las cosas de siempre: ambición, escapismo, necedad, aventura... y los sueños de un universo distinto, aunque fallido. Ciertamente, su fuerza maestra es el aire depresivo y desesperanzado que impregna cada párrafo de los cuentos-capítulos de este bello libro, en donde casi la única posibilidad de trascendencia está en seres artificiales, y tras de cuya lectura uno acaba sintiendo compasión y cierta lástima... ¡por ambas razas!

martes, 14 de julio de 2009

Algarabía vírica

A mis alumnos y alumnas que me preguntan “¿por qué anda con gorro?” (al mediodía y a más de treinta grados), les digo que para protegerme de la gripe de las cuatro tarántulas (que se transmite por el pelo), en vez de explicarles que es la mejor forma que he encontrado para no estornudar y, con ello, generar indebidas alarmas adicionales en el contexto de la pandemia de la “influencia” tipo a hache uno ene uno, que lo mío es un simple catarro en retirada. Entretanto, me entero de los planes gubernamentales para cancelar todas las actividades masivas durante una hipotética y próxima alerta roja y pienso en cómo se podrán evitar las aglomeraciones de los mercados, los embutidos humanos dentro de nuestros buses y microbuses, así como el hacinamiento en los miserables cuartitos de mesones y champas donde habita buena parte del colectivo.

miércoles, 8 de julio de 2009

Florido regalo

Una de las pocas canciones del género ranchero que no dan cólera es "Te traigo estas flores", popularizada por Lucha Villa a partir de 1972. Es una pieza fresca como la mañana en donde el/la oferente, sin que la visualización imaginaria de su escena traiga a la mente ningún borracho cantinero ni hombre muy macho con riendas para afianzar a su mujer. Cortita como lo bueno (que así lo es dos veces), esta piececilla alegre me transportó a una infancia solitaria de discos de 45 RPM girando en una "radiola" (creo que) Nivico. Ya viéndola con ojos más críticos, he de decir que aunque Lucha Villa nunca manejó su peculiar y espontánea voz con demasiada técnica... ¡qué bonito se le oía!

jueves, 2 de julio de 2009

Lo que no va a cambiar

"When a distinguished but elderly scientist states that something is possible, he is almost certainly right. When he states that something is impossible, he is very probably wrong."

Arthur C. Clarke



Aún por discutir si podría aplicárseme el adjetivo de “distinguido” (Ilustre, noble, esclarecido), ciertamente no soy ni científico ni (aún) de edad tan avanzada; por lo tanto, es muy posible que mis siguientes afirmaciones sobre lo que nunca va a cambiar en nuestro querido y benemérito pueblo vayan a resultar, lamentablemente, ciertas.

El siguiente “top-five” está organizado sin otra jerarquía más que ser las evidencias persistentes de la tozudez consuetudinaria de nuestro entorno. Así pues, en craso acto de pesimismo colectivo y sea cual fuere el gobierno de turno, declaro que carezco de toda fe en que, así sea al final de los tiempos, estas costumbres étnicas esenciales vayan a cambiar algún día:

  • Atravesarse calles y autopistas justo por debajo de la pasarela.
  • Tirar la basura de cualquier tipo en cualquier parte pública o privada.
  • Creer firmemente y de inmediato en la versión chambrosa, insólita y truculenta de un hecho, antes que buscar una fuente de información responsable y seria.
  • Insultar o amenazar por lo alto o por lo bajo a “los del otro bando”, sea en cualquier mínima o máxima elección, sea por divergencias de enfoque u opinión.
  • Manejar a la ofensiva.

viernes, 19 de junio de 2009

De doctrinas y conminaciones

Lo que la mayoría de veces molesta no es, en sí, la doctrina, sino la actitud con que te la presentan (de lo contrario, yo estaría indignadísimo con los monjes budistas de allá por donde se atraviesa el globo). Una cosa es que te vengan con una propuesta de vida a modo de invitación e incluso de exhortación, otra muy diferente es que realmente se crean que están investidos/as con alguna especie de autoridad suprema, indubitable y sin cuestionamiento posible, y te amenacen desde con ardientes llamas inapagables (como antes y algunos ahora) hasta con otras sutilezas tan conminatorias como altaneras (“allá Ud. si no quiere entrar en la luz...”).

Del caso particular que en el recuerdo genera estas líneas, lo más divertido y triste a la vez es que, estando más o menos consciente de que la gente pasa de sus normas irreales para una felicidad imaginaria, este tipo tiene que insistir en ellas porque su institución las ha hecho un sello tan seudo-distintivo que pareciera ya no entenderse a sí misma sin tal conjunto de sinsentidos.

jueves, 11 de junio de 2009

¿Un artista? ¡No, por favor!

Cuentan que el día de ayer hubo una tumultuosa (y caótica) reunión de artistas en donde, básicamente, se les preguntó a quién querían como presidente de la entidad estatal encargada del cuido y desarrollo de las artes nacionales. Si todo es un montaje para justificar algo que ya se tiene cocinado (como ha sido usual cada vez que se lanzan candidaturas tipo “yo no quería, pero me lo han pedido, así que me sacrificaré”), mal, muy mal comenzamos. Sin embargo, si realmente la genuina idea es escuchar propuestas serias, ahí les va una: por favor, no vayan a poner a un artista al frente de dicha institución.

Aunque no es el único oficio en donde esto ocurre, el o la artista generalmente tiene su ego demasiado crecido como para trabajar sin el desmedido interés por un vanidoso e infantil protagonismo, característica incompatible con este tipo de cargos y, lamentablemente, muy común en los hacedores de arte local. Por otra parte, es notoria la grave la falta de capacidades administrativas que el gremio ha exhibido históricamente (hay nombres y ejemplos concretos, comenzando por los estandartes), aparte de la generalizada carencia de habilidades de liderazgo y trabajo armónico en equipo, más ciertas aficiones consuetudinarias que, de no ser ciertas, ni siquiera valdría la pena traer a cuenta.

Así que yo, por eso, prefiero a un buen administrador o administradora antes que a un divo o una vedette allí al frente... ¡aunque aquél/la no escriba un verso, trace media pincelada o se retuerza sobre las tablas!

domingo, 7 de junio de 2009

De vibras vibrantes.

En los deportes, además de la técnica individual, siempre se ha hablado de la mentalidad como un factor decisivo para alcanzar la meta, es decir, la mera victoria. No sé si en los jugadores locales y nativos de anoche existía la íntima convicción de que ese partido no se podía escapar, pero cuando vino el gol del empate y todos temíamos lo de siempre, la majada en el estadio despertó de nuevo y recomenzó a animar, exigir y prácticamente inyectar la certeza del triunfo, que finalmente llegó con bastantes merecimientos. Pareciera que ese espíritu colectivo, en efecto, “mueve montañas”. ¿Y no pudiera ser así para componer los viejos males nacionales, en otros ámbitos más cotidianos?

Correos repelentes

Por mis nexos con el ajedrez nacional, hoy temporalmente inactivos, mi correo está en una lista de gente vinculada al “juego-ciencia”. El daño está en que, desde hace algunas semanas, somos víctimas pasivas de una inundación de mensajes y contra-mensajes que hablan en público de problemas domésticos de la FSA, siglas de la Federación Salvadoreña de Ajedrez. Los líos son esencialmente del mismo tipo de los que se vienen ventilando desde hace más de dos décadas.

No descarto que algunos de los remitentes o “contestantes“ lo hagan de buena intención e incluso aporten ideas saludables; sin embargo, lamentablemente éstas se pierden entre la multitud de razonamientos y opiniones nacidas en el excesivo afán de protagonismo, las revanchas virtuales y la inmadura lucha de egos que ha caracterizado al mundo de los escaques nacionales e internacionales.

Dos son, en lo inmediato, las consecuencias visibles: la primera, que quienes estábamos hartos de tales comportamientos y por ello nos habíamos alejado de ese mundillo nos confirmemos en dicha opción; la segunda, que quienes, teniendo vocación y talento para desarrollarse como futuros/as atletas del pensamiento... ¡realmente lo piensen muy bien antes de dar semejante paso!

domingo, 31 de mayo de 2009

¿La noble afición? ¡'Ma, ve!

Los periodistas deportivos acostumbran mencionar a “la noble afición” por aquí y “la noble afición” por allá. Señores del micrófono, la cara y la pluma futbolística: ¡qué gran falacia! Ir al sector más popular del estadio, para uno de hombre varón masculino, implica por lo menos tres cosas:

a) Ser bombardeado con bolsas de meados.

b) Exponerse a una cachimbeada colectiva por el motivo más nimio.

c) Sacar “la caja de lustre” contra los del otro equipo o de la barra de a la par (esto es, el repertorio de insultos más vulgares, sépticos y homofóbicos y, no obstante, poco imaginativos, pues ya no pasamos del “culero”, el "hijueputa" y el “cerote”).

Toso esto considerando que sólo en el delirio y la locura más imprudentes llevaría uno a su madre, esposa o hija.

A lo anterior, puede añadirse la puesta medio a pija por las cervezas a precios duplicados y el riesgo de que le abran el carro para hueviarse el CD player.

¿Puede alguien explicarme dónde está la tal “nobleza”?

Si lo dicen por que la majada aguanta sol desde temprano, será por conseguir una mejor ubicación en la gradería. Si es por tener la paciencia de ir una y otra vez con la esperanza renovada, será por el "quizá esta vez", con explosión de jolgorio y dilución de las penas si el equipo gana; pero, ¿y si no...? ¡Puteadas a granel!

¿Y qué cuando a los equipos visitantes y sus aficiones se les insulta y veja, ante la mirada complaciente de los anti-motines? ¿Qué gesto de gallardía y altura deportiva es propagar gestos y obscenidades al compás del himno nacional de los invitados (que, en última instancia, eso son)?

Broma lingüística de mal gusto

Por mucho amor, cuidado y esmero que le tenga a la corrección del lenguaje, que el diccionario de la Real Academia Española de la lengua cueste US$205.40 me parece:

a) un bofetoncito cultural a precio europeo
b) la confirmación de una visión elitista, sectaria y francamente anti-popular del conocimiento
c) un gasto innecesario, dado que se puede consultar “on line”.

Así que no, gracias.

sábado, 9 de mayo de 2009

El orden natural


Aun a riesgo real de convertir este “blog” en algo muy canino, he aquí la foto de Friso y Titanio, este último el cachorro menor -de color tabaco, a falta de una mejor definición- que completa el par de dachshunds que nos acompañarán familiarmente (esperamos que) durante muchos años. Aparentemente, el pequeño tiene un carácter más fuerte y probablemente sea el dominante, mientras que el clarito es más pacífico y recesivo, lo cual espero que así sea... ¡para garantizar la pacífica convivencia!

sábado, 2 de mayo de 2009

Amaestrados

Dice en la página "Dachshund world" lo siguiente:

“A new dog is not a replacement dog, but a new friend. The new companion may look and sometimes act like the one you've lost, but in their own way. They will prove themselves unique and will soon fill the void in a way that is truly their own.”
Me adhiero totalmente, con la prueba viviente en casa desde hace una semana: Friso, un cachorro dachshund -como Largo, su difunto predecesor- pero cuya caninalidad se va revelando distinta, tanto como su proceso de adaptación y los ojos con que lo vemos, aun cuando la función que desempeña es estructuralmente análoga dentro de la manada (entiéndase, la familia).

Esperamos que este animalito y su próximo compañero Titanio (que vendrá en un par de semanas) se beneficien de la experiencia acumulada por nosotros durante la docena de años anteriores, tanto en el afecto como en la mano dura, imprescindible para la armonía en el mundo natural, pues la idea es que nosotros los amaestremos a ellos... ¡y no ellos a nosotros!

martes, 28 de abril de 2009

Los deprimentes clasificados

Hay en la Internet dos o tres sitios electrónicos de anuncios clasificados gratuitos. Oneroso y lesivo para el ánimo es, en cambio, intentar hallar algo que realmente valga la pena en ellos. En el último año he buscado automóviles usados y perros nuevos, sin el menor éxito: en el primer caso, porque la relación del precio con las condiciones del vehículo lindaban con la estafa y, en el segundo, por la desconfianza de ver a la posible mascota fuera de su camada, sin padres presentes y mostrando a la criatura en el parqueo de algún centro comercial tipo “ahí nos encontramos” y, por supuesto, “si te vi, no me acuerdo” en caso de reclamo. Sin embargo, hasta ahí cada quien está en su derecho de querer sacar tajada.

Lo triste viene cuando encontramos anuncios clasificados en donde la gente se dedica prácticamente a pedir regaladas las cosas, con cierto descaro; otros más, a insultar al que puso este o aquel anuncio que, por cierto, ni siquiera le interesa realmente, sólo por la pura gana de dar la gran "tratada”, evidentemente anónima; y no olvidemos a quienes tercian en el pleito como en la plaza más miserable, culturalmente hablando.

Uno podría pensar que todo esto se debe, precisamente, a que poner un anuncio o comentario ahí es gratis. Pero no: cuando uno recuerda los millonarios presupuestos de las campañas electorales pasadas, o cuando uno sintoniza la transmisión de las plenarias de la Asamblea Legislativa, cae rápidamente en la cuenta de que el factor “de choto” es irrelevante: ¡esto es por pura vocación!

sábado, 25 de abril de 2009

Literalmente extraño

En esa multitudinaria mezcla coral del miércoles y jueves pasado estaba Diana, así que nuestra presencia parental en el público era indispensable. Como tengo asumido que la ejecución y sobre todo la apreciación de la danza no es lo mío, mi atención iba a concentrarse en la orquesta sinfónica nacional y, por supuesto, en los cientos de voces de la pieza principal, "Carmina burana", cuya majestuosidad se limita (con perdón) a la invocación de entrada y salida. La coordinación de más de doscientas personas sobre el escenario en tres órdenes artísticos distintos acabó imponiéndose a un público que no tenía la obligación de conocer el contenido de las rimas y mucho menos de la "narrativa" dancística. Eso sí: de ahí a que Orff pretenda convencerme de que su idea musical es adecuada para unos cantos profanos que celebran la vida y la naturaleza, hay un diámetro planetario de distancia: casi nada audible resulta más escalofriante y descorazonador que el supremo y diabólicamente bello coro de "O Fortuna / velut luna / statu variabilis". Así pues, contra la ortodoxia y a riesgo de que los maestros pongan el grito en el cielo, considerando que los textos están en dialectos medievales, lo que yo realmente extrañé y eché de menos fue... ¡un buen proyector con los subtítulos!

jueves, 9 de abril de 2009

¿Hay un "mejor episodio" de Columbo?

Las novelas y series policiales me vienen como otras rachas de adicción (me recuerdo hace unos diez o quince años devorando libros de Agatha Christie, sorprendentes pese a la repetición de la fórmula). Es así como emprendí una frenética búsqueda de “el mejor” episodio de la legendaria serie de televisión “Columbo”, con la ineludible tarea de verificar por mí mismo la justeza de los juicios.

Según la votación de Imdb.com, el mejor de todos es “Try and catch me” (1977), con una remarcable nota de 7.8 de 10. De trama interesantísima, tiene momentos memorables y la línea final es como la conclusión de una sinfonía; no obstante, yo no le daría el máximo galardón porque es una “meta-novela”, es decir, un guión detectivesco en donde la protagonista es una escritora de novelas detectivescas, que es como hacer una canción sobre las canciones o un poema a la poesía, aparte de un par de detalles cuestionables en el argumento (el tiempo necesario para asfixiarse en un pequeño cuarto y el enorme e innecesario riesgo de confiarle la prueba definitiva a la asesina).

En el sitio especializado http://columbo.freeukisp.co.uk/ la lista del “top ten” la encabeza “Prescription: murder” (1968), que fue producida como una película para televisión a partir de la obra de teatro de Levinson y Link, los creadores del personaje. El elemento más interesante de este filme es, sin duda, ver a un Columbo sorprendentemente joven, aunque sin todos los elementos humorísticos que años después desarrollaría a plenitud. La trama es buena y, aunque el final es bastante predecible (aunque quizá no para la época), cumple las altas expectativas, aunque me parece insostenible catalogarlo como “el mejor”, pues eso sería prácticamente menospreciar toda la serie de los sesenta y ocho episodios subsecuentes.

Otra lista respetable está http://www.associatedcontent.com/ (tras escribir el nombre correspondiente en el buscador), siendo el galardón para “By dawn’s early light” (1974), merced a la actuación laureada de Patrick McGoohan, así como a lo impecable de la trama, los detalles humorísticos y el modo sorprendente como Columbo revela la prueba final, a partir de una justa mezcla de deducciones y casualidades.

¿Que cuál me gusta más a mí? ¡Difícil decirlo! Estos y otros tantos episodios tienen su propia gracia, como la obsesión vinícola de “Any old port in a storm”, la intensa malicia de “A friend in deed”, la teatral trampa final de “Death lends a hand”, la irónica simpatía de “Swan Song” y el drama injusto de “Forgotten Lady”. Incluso son mencionables otro par de episodios perdidos en la normalidad de los estándares: “Make me a perfect murder”, recordable tan sólo por la observación de las “cue marks” o “quemadas de cigarro” en la esquina superior derecha de los filmes, antes de que el proyeccionista deba cambar el rollo de película; y “Columbo cries wolf”, en donde el Teniente es víctima de sus propias habilidades, las que le llevan a pegarse la equivocada de su vida... al menos por un momento.

En conclusión, no veo posible ni necesario establecer objetivamente cuál ha de ser “el mejor” episodio, en primer lugar porque, a partir de cierto nivel de excelencia, el criterio tiende a orientarse por el puro gusto personal; y en segundo lugar, porque la figura de Columbo con todas sus facetas se completa en el conjunto de la serie, o al menos en un grupo de episodios significativos.

¡Oh, una cosa más! Si alguna vez ha habido una identidad perfecta entre un hombre y su mascota, ésta ha de ser, precisamente, la de Columbo y su gracioso Basset Hound... ¡cuyo nombre es, sencillamente, “Perro”!

domingo, 29 de marzo de 2009

El buen teniente Columbo

Seguramente uno de los golpes de efecto que el gran teniente Columbo producía en sus espectadores, de dentro y de fuera de la clásica teleserie, es su aspecto desgarbado, es decir, su carencia de “gentileza, buen aire y disposición de cuerpo”. Eso generalmente producía el atenimiento de los criminales que, para su propia desgracia, nunca pensaron verse derrotados en el implacable terreno de la lógica por alguien con tal apariencia de despistado.

Últimamente he podido disfrutar de algunos episodios, con la nostalgia de mi ya lejana niñez generando la admiración propia de un adicto. Incluso me he dado a la tarea de traducir los subtítulos del episodio “By dawn’s early light”, uno de los más celebrados, para poder verlo con unos mis jovencísimos estudiantes, de quienes esperaría que no se aburrieran por la falta de efectos espectaculares y, en cambio, siguieran atentamente la lógica y el admirable ingenio de este legendario policía imaginario.

De cara a la cruda realidad local y sus horrendos crímenes sin resolver ni castigar, y aun cuando el género policial o detectivesco es sólo un agradable artificio de la literatura, resulta inevitable pensar en cuánta menos impunidad tendríamos con un policía de este calibre... ¡y con un sistema judicial algo menos corrupto!

martes, 24 de marzo de 2009

Fin de ciclo

Largo, este elegante perro salchicha que nos acompañó durante doce años, ha finalizado su ciclo vital. Esta tarde, dado que sus dolencias le eran insoportables y no tenían perspectivas de mejorar, le fue aplicada la eutanasia, tras el acuerdo unánime de la familia y, si hubiera podido consentirlo, seguramente de él mismo. Sus restos yacen en el jardín, desde donde poco a poco sus moléculas pasarán a formar parte del decorado. Reconocemos su significativo aporte como mascota de compañía en el mantenimiento de los buenos ánimos familiares, durante el tiempo que estuvo con nosotros. Hay bastantes anécdotas que perdurarán en la memoria colectiva, las cuales probarán su existencia. Ahora, en este último tránsito, también nos ha ayudado a reflexionar y enfrentar con fortaleza el destino perecedero e inevitable de todos los seres vivos. ¡Descanse en paz a quien en vida fuera Largo, nuestra extensa mascota!

lunes, 23 de marzo de 2009

Una por Sally

Hay aquí cerca una institución de educación superior creada y dirigida por el poder económico. Al margen de las connotaciones, en ella estudian, por una parte, quienes gozan de bastante holgura presupuestaria y consideran su destino natural ese alto mundo empresarial y, por otra, quienes están dispuestos a hipotecar su futuro inmediato con tal de ascender hasta dicha élite mediante su desempeño académico y, sobre todo, las relaciones sociales que durante su formación se establecen.

En dicha institución estudiaba Sally (nombre ficticio, persona real). El tiempo pasado en la conjugación del verbo obedece a que ella cometió dos terribles crímenes:

a) No leer el reglamento interno de la institución
b) Creer que toda la gente juzga y castiga con criterios racionales.

En dicha institución, como en otras de similar seriedad académica, la “ayuda ilícita en evaluaciones sumativas” está tipificada como una falta muy grave (para que nos entendamos: dar o recibir copia en los exámenes). Sally fue sorprendida en una de esas y toda persona sensata podría pensar en que la anulación o pérdida de la nota en cuestión (y, yendo a lo muy estricto, una amonestación disciplinaria) hubiera servido de escarmiento.

Sin embargo, el perfil de perfección moral que dicha institución dice tener en visionaria perspectiva, así como lo intachable que debe ser quien aspira entrar al impoluto mundo del empresariado local, dictaminaron que Sally debía ser expulsada de la institución. Sí, amigo lector: expulsada de inmediato, ya, ahora mismo.

En términos sencillos: copias en un examen y estás en la calle. Punto.

¡Ah, pero seamos justos, no privemos al público del final feliz de esta historia! En efecto: las cosas no quedaron así de intransigentes, pues luego de las apelaciones de rigor (padre, tutor y abogado incluido), las severas autoridades se han compadecido de Sally y la recibirán con los brazos abiertos... ¡el próximo año! Y para que no se les acuse de mercantilistas, han tenido la generosidad suficiente de perdonarle, cuando reingrese, la matrícula y colegiatura que ya había pagado hasta el día de su terrible falta.

En términos sencillos: copias en un examen, estás en la calle, te perdonan la vida pero se cobran de ti lo que no tiene precio, esto es, un año enterito de tu tiempo.

Y tú, Sally, ¿no crees que ya has tenido suficiente de ellos? Yo creo que, como dice la gente, “de perdida, puedes tenerla ganada”, por lo que mi consejo es este: recomienza tu carrera en junio en otra universidad, una más real y menos platónica, donde estés con otros seres humanos que, pese a sus yerros, quieran irse perfeccionando en el camino.