sábado, 30 de julio de 2011

De librepensamiento y ortodoxia

El librepensador es la antítesis de la ortodoxia.

Un ortodoxo está de acuerdo y defiende la doctrina fundamental de determinado sistema ideológico, religioso, político o de otra índole; en cambio, un librepensador forma sus opiniones y toma sus decisiones luego de analizar la situación en su contexto, independientemente de la imposición dogmática de cualquier naturaleza.

El librepensador medita, pondera, manifiesta y argumenta su postura a la luz de la razón, apoyándose en los aportes culturales y científicos; mientras que el ortodoxo cita y reafirma lo que otras personas o instancias de autoridad han dictaminado como cierto, sabio, seguro, confiable, correcto, justo y adecuado, todo lo cual constituye su certeza.

Ciertamente, una persona en ejercicio del librepensamiento y otra basada en la ortodoxia podrían estar de acuerdo sobre un mismo tema en particular, aunque por razones distintas. Por ejemplo, si ambos fueren contrarios a la pena de muerte, uno argumentaría su ineficacia para inhibir los delitos abominables mientras que otro se basaría en la doctrina religiosa a la cual está adherido.

Sin embargo, un desacuerdo concreto sólo es superable si el librepensador halla fundadas razones para cambiar de opinión o si el ortodoxo se aparta del dogma. En todo entendimiento posible, el librepensador seguirá siendo librepensador; en cambio, el ortodoxo sólo puede seguir siéndolo si se sale con la suya, pues para modificar su postura éste deberá dejar de serlo. Así, en una de sus dos posibilidades el ortodoxo en cuanto tal necesariamente lesiona el ejercicio del pensamiento crítico y, en ello, algo esencial del ser humano.

miércoles, 27 de julio de 2011

Sólo por poner el caso

Imagine que usted es cliente de una empresa multinacional que le ofreció proveerle de cierto servicio. Si usted siempre recibió lo prometido, estaría muy bien que se expresara favorablemente de ella, promoviéndola entre sus familiares y amigos.

Pero imagine que usted, usuario/a satisfecho, se da cuenta de que hay muchos, muchísimos otros clientes de esa misma empresa que no han recibido tales servicios, pese a estar al día con el cumplimiento de sus responsabilidades. ¿Les diría usted que son ellos mismos –y no la empresa– los culpables de no recibirlos, pese a haber seguido todas las instrucciones y estar al día? ¿Le agradecería usted a la empresa por tenerlo a usted en una situación de privilegio injustificado por sobre los demás? Y si además usted cayera en la cuenta de que personas que no son fieles clientes de dicha empresa sí reciben beneficiosamente todos o algunos de los tales servicios, supuestamente exclusivos... ¿seguiría usted confiando en ella?

Ahora bien, imagine este tercer escenario: que usted no reciba lo que la empresa le prometió y que, al reclamarle, cada ejecutivo o ejecutiva de atención al cliente le dé una respuesta distinta y arbitraria, o peor aún, le respondiere reiterando las promesas iniciales leídas mecánicamente del Protocolo de Atención al Cliente. ¿Acaso no le iría perdiendo la confianza?

Finalmente, imagine este último y patético escenario: que después de haber buscado, examinado, probado y cambiado de proveedor de esos mismos servicios, usted llega a la conclusión que ninguna de ellas es capaz de cumplir cabalmente con lo que promete y que, en cambio, todas tienen (con matices y variantes) el mismo comportamiento estructural errático y engañoso. ¿Qué haría entonces?

domingo, 24 de julio de 2011

¿Qué inteligencia es esta?

Gracias al libro que estoy leyendo en estos días (“God is not great”, de Christhoper Hitchens, el cual comentaré una vez lo termine) he vuelto a temas filosóficos propios de aquellas materias de mis tiempos universitarios, especialmente el par de “Visiones científicas” que impartía Teto Samour.

Mis reflexiones giran en torno al argumento teísta del “diseño inteligente” visto a la luz de la ciencia actual, el cual se puede deducir fácilmente a partir de preguntas como las siguientes:

¿Conoce usted algún cuadro que no tuviera pintor?
¿Conoce usted algún automóvil que nadie haya fabricado?
¿Conoce usted alguna canción que se haya compuesto a sí misma?

Considerando que en el siglo XXI sólo alguien rematadamente fanático o ignorante puede rechazar la teoría de la evolución de las especies a partir de la selección natural, cabe preguntarse si la vida que tenemos como resultado de dicho proceso de millones de años es el resultado del puro azar o, como propone en esencia el “diseño inteligente”, es la evidencia de un Arquitecto Universal que estaría detrás de todo y que, además, tendría un propósito u objetivo para ello.

Los argumentos ateístas contra el supuesto “diseño inteligente” se centran en las evidencias científicas que muestran las muchas imperfecciones de tal diseño, sobre todo el hecho comprobable de que la inmensa y abrumadora mayoría de ramificaciones del árbol evolutivo desembocaron en nada.

Al respecto, me parece tremendamente pertinente e ilustrativo el fabuloso texto “La biblioteca de Babel”, de Jorge Luis Borges, para ilustrar el tema.

El ilustre ciego metaforizó el universo en esa maravillosa o monstruosa biblioteca, que contiene todos los libros que se pueden hacer con la permutación de veintidós letras más el espacio, la coma y el punto, es decir, veinticinco caracteres combinados en todos los órdenes posibles durante las 410 páginas de cada volumen.

El resultado es, en una primera apariencia, caótico y sin sentido, pues la inmensa mayoría de los libros es absurda.

“Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias.“

Sin embargo, dado que las obras maestras que conocemos forzosamente son, cada una, una de las combinaciones posibles de los caracteres, sin duda están en esa biblioteca.

“La Biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los veintitantos símbolos ortográficos (número, aunque vastísimo, no infinito) o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basilides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte, la versión de cada libro a todas las lenguas, las interpolaciones de cada libro en todos los libros, el tratado que Beda pudo escribir (y no escribió) sobre la mitología de los sajones, los libros perdidos de Tácito.”

Ante la Biblioteca Total es posible entonces formular la misma pregunta: ¿es un “diseño inteligente”?

Si consideramos la inteligencia desde el punto de vista humano, no lo es, puesto que nuestra propia condición finita nos obliga a economizar recursos, siéndonos imposible recorrer todos los caminos. Sin embargo, lo que nosotros definimos como “desperdicio” (como los billones de mundos yermos o los millones de espermatozoides que no fecundan el óvulo) no sería tal en el contexto de un todo que deja todas las posibilidades intactas y que, teniendo todo el espacio y el tiempo disponibles, no tendría razón para limitarse.

Una acotación final, relacionada con las consecuencias de la respuesta que cada quien dé a este misterio: estando abierto a la posibilidad de que haya un propósito en el universo, y aun escéptico de saber cuál es, me declaro radicalmente opuesto a la imposición de cualquier creencia elaborada en tal sentido, bajo amenaza o coacción física o psicológica, explícita o implícita, o de cualquier otra índole.

viernes, 22 de julio de 2011

Errare humanum est

En el transcurso de la vida uno va conociendo y coincidiendo con el pensamiento de ciertas personas que suelen generar análisis y opiniones. Sin embargo, de vez en cuando –cual excepción que confirma la regla– uno los ve resbalar en alguna cáscara mental, recordando que los seres humanos no estamos exentos del error, a veces garrafal.

Quizá en otro momento comente ciertos aislados párrafos impropios de personajes ilustres, generalmente lúcidos y sinceramente admirados, como el Dr. Ignacio Ellacuría, S.I., y el maestro Lic. Francisco Andrés Escobar; entretanto, me referiré a un artículo de Joaquín Samayoa contra la Ley para el Control del Tabaco aprobada recientemente por la Asamblea Legislativa, vetada por el Presidente Funes y ratificada por los legisladores con mayoría calificada, superando la voluntad del mandatario y convirtiéndola en ley de la República.

Don Joaquín posee maestrías en educación y ciencias políticas y sus ideas bien fundamentadas suelen dar luces orientadoras; sin embargo, en esta ocasión discrepo esencialmente con sus argumentos, que hallo sumamente vulnerables.

Habiendo establecido su postura contraria a esta ley en particular, don Joaquín valida los argumentos dados por Funes: "la ley que vetó el Presidente es claramente inconveniente no sólo por las razones que él ha expuesto, sino también" por otras más que el propio Samayoa añade.

Cabe recordar que los argumentos del Presidente Funes fueron dos, en esencia:

  • Que esa ley es excesivamente prohibitiva, vulnerando la libertad individual, pues a fin de cuentas fumar solo perjudica al fumador (“la afectación sólo está relacionada con su propio bienestar y, como ya se recalcó, no perjudica bienes jurídicos ajenos“).

Semejante afirmación es contraria la ciencia médica -como fácilmente puede comprobarse con documentación de la Organización Mundial de la Salud, por ejemplo- y extraña mucho que un hombre ilustrado y estudioso como Joaquín Samayoa manifieste estar de acuerdo con este argumento.

  • Que esa ley afecta negativamente a la industria tabacalera y a otros privados, como las agencias de publicidad.

Siendo el tema del tabaco un problema de salud pública, por sí solo este argumento es insólito viniendo de un Presidente que llegó al cargo precedido de una reputación periodística desde la cual defendió el interés público por sobre el privado.

Por otra parte, es ésta una objeción absurda por cuanto el efecto obvio y esperado de una ley contra el tabaco es, de una u otra forma, la reducción de su consumo, cosa que con toda claridad ha de afectar negativamente a las empresas relacionadas con el producto.

Como se indicó antes, Samayoa añade más argumentos contra esta ley en particular, si bien se cuida de aclarar que no pone en discusión los daños que provoca el tabaco, aunque aboga por la autorregulación.

El primer anexo es que la ve impráctica, por cuanto añade trabajo y trámites al personal del Ministerio de Salud. Si la fuerza de este argumento es la lógica de “mucho cuesta, no lo hagamos”, no aporta mucho.

Luego califica de absurda y discriminatoria la prohibición, plasmada en la ley, de vender cigarrillos sueltos “al pobre que no tiene para pagar un paquete de diez o veinte, o a los que desean auto-limitarse y prefieren comprar pocos cigarrillos para no verse en la tentación de fumar mucho”. La mención –un tanto demagógica– del “pobre” olvida que -hasta donde se sabe- comprar veinte cigarrillos sueltos sale más caro que comprar el paquete de veinte; por otra parte, la auto-limitación depende de la voluntad personal, a menos que se busquen excusas.

Antes de concluir, un breve comentario sobre las apreciaciones políticas de don Joaquín. Se queja, y con razón, de la frecuente carencia de razonamientos válidos y distorsiones argumentativas que padecen los diputados y diputadas. Pero en este caso particular y puesto que apoyaron al Presidente Funes, afirma que “sólo se salvan GANA y el PCN". Quizá no escuchó la intervención apocalíptica de un diputado defensor del veto, comparando la ley en cuestión con la “ley seca” y advirtiendo sobre el surgimiento de mafias tabacaleras al estilo narcotraficantes.

Por el bien del sano debate y los buenos columnistas, espero que en su próximo artículo don Joaquín recupere la lucidez a que nos tiene acostumbrados.

A cual más

Presidentes constitucionales en El Salvador ha habido seis: José Napoleón Duarte (1984-1989), Alfredo Félix Cristiani (1989-1994), Armando Calderón Sol (1994-1999), Francisco Flores Pérez (1999-2004), Elías Antonio Saca (2004-2009) y Mauricio Funes Cartagena (2009 a la fecha). Los mandatarios que estuvieron antes de ellos fueron caporales de finca, escopeta y garrote en mano, puestos allí a través de todo tipo de fraudes legales e ilegales; o bien, juntas de gobierno tan numerosas como efímeras e inútiles.

Aprovechando la posibilidad de hacerlo, me pongo en la labor de ponderar sus gestiones, con el solo afán de detectar cuáles han sido las tres “más piores”... ¡porque realmente se las han ingeniado!


De Funes y el FMLN sólo van dos años de gestión, pero ya se ve que la capacidad de criticar a otros no deriva necesariamente en ser buen estadista ni en saber conducir al país. Comenzaron la administración sin plan de gobierno, que presentaron un año después como “plan quinquenal” y ahora resulta que no cuentan con el financiamiento necesario, encaminándose a un récord de endeudamiento externo. La sensación de ineficiencia estatal para resolver problemas concretos parece haber aumentado entre la gente y ya no vale la estrategia de echar la culpa a los gobiernos anteriores. Han pasado veinticuatro meses aprendiendo cómo funciona la cosa pública, descubriendo -a puro golpe de realidad- lo ilusorio de sus recetas (ver, por ejemplo, el tema de seguridad pública) y todavía "no se ve claro".

Funes ha instalando en la esfera pública sus ya sabidos problemas de carácter, que le han llevado a pelearse con muchos sectores se la sociedad, comenzando con el partido al que está afiliado.

El pérfido papel del Presidente y el FMLN en el tema del decreto 743 ha socavado la imagen progresista con que llegaron al poder y les ha generado fuertes críticas especialmente de sectores académicos e intelectuales, a los que han hecho oídos sordos.

Sin menoscabo de lo anterior, la razón principal para ponerlos tan temprano en este poco honorífico puesto es la gran decepción que supone haber sacrificado tantas vidas y luchas para llegar a “más de lo mismo”. Cierto que todavía pueden rectificar... ¡pero también pueden ir a peor!


De Paco Flores, de ARENA, cabe decir que su solo intento de privatizar el sistema de salud pública -que fue derrotado tras una larga, costosa, molesta pero necesaria huelga- es suficiente para degradarlo hasta este lugar.

Su constante postura sonriente y elegante poco tenía que ver con cierta altanería y visibles ínfulas de iluminado.

Célebre en el campo internacional por su disputa verbal con Fidel Castro (a partir de una visión ideologizada de la historia), en el ruedo local acabó peleado con su vicepresidente y varios dirigentes de su partido, al que convirtió en un evidente y grosero club de millonarios.

Aunque personalmente no estoy convencido de que la moneda del Imperio sea la causante de los males nacionales, los nostálgicos del colón añaden la dolarización como pésima herencia suya, pero aquí solo vale decir que “hoy ya estuvo” y no es reversible.


El peor de todos acaso sea, con bastantes argumentos "a favor", Napoleón Duarte, del PDC. Reconocido megalómano y demagogo, en lo simbólico le debemos la vergonzosa imagen del beso a la bandera estadounidense (entre paréntesis: gustaba de hablar inglés ante las cámaras locales, con un acento autóctono que ni mandado a hacer).

Su diálogo con la guerrilla, para terminar la guerra civil, fue siempre un show propagandístico sin avances significativos.

De acuerdo a la opinión generalizada de la sociedad civil, su gobierno batió marcas de corrupción y despilfarro, aunque más de veinte años después no haya manera de demostrarlo, dada la ineficiencia de las instituciones encargadas de dicha tarea; pero la afrenta mayor de Duarte fue haber prestado su imagen de “hombre demócrata y cristiano” para llevar a cabo el plan contrainsurgente de Reagan y Bush padre, obsesionados con el anticomunismo, y así lavarle la cara a un ejército responsable de graves violaciones a los derechos humanos.

Duarte finalizó su gestión tan malamente que arrastró al abismo hasta con su propio partido, el histórico y acabado PDC.

miércoles, 20 de julio de 2011

Para no dejarnos

Este artículo sobre el tristemente célebre decreto 743 aparece en la página 32 del periódico La Prensa Gráfica del 20 de julio de 2011. Escribir sobre política es un reto y un riesgo, pero también una necesidad. Al inmiscuirse en ese importante pero corrompido territorio, más fácilmente se escucharán sandeces que argumentos en respuesta. Hay quienes dicen que no, que ya mucho fregar con el tema, que hay cosas más importantes, que ya aburrimos con el 743. ¡Alerta! Eso es precisamente lo que quieren los perpetradores de la maniobra: someternos por aburrimiento e indiferencia, que nos olvidemos del asunto y "ahi que quede"? ¡Pues no!

sábado, 16 de julio de 2011

De cantautor y con respaldo

En la segunda presentación del evento "Daltónicos" (musicalización de poemas de Roque Dalton, hecha por varios/as colegas músicos, esta vez en la Alianza Francesa de la ciudad de San Salvador), me armé un poquito mejor, apoyado por Fernanda (bajo), Diana (cajón flamenco), Ernesto (guitarra) y Louise (coros), para el par de piezas usuales: "No hemos olvidado" (por la ocasión) y "La verdadera cárcel" (el poema que conecta con el mencionado proyecto). Luego de algún tiempo de escenarios y tocadas, uno aprende a disfrutar el momento sin estar demasiado tenso por cuánta gente llegó, si se va a hacer más o menos famoso e incluso -aunque se intenta pulir todo previamente- por los posibles fallos en la ejecución. Quizá esta haya sido la mejor actitud para añadir esta nueva cantada al recuerdo de lo agradable, agradeciendo siempre a "la juventú" por apoyar a un old man en sus afanes de cantautor.

sábado, 2 de julio de 2011

Pensar en sentir

Me puse a ver "Der Himmel über Berlin" (1987) -conocida también como "Wings of desire"- porque aparece mencionada en el currículum actoral de Peter Falk, filme donde se interpreta a sí mismo en un papel secundario. Trátase de una película filosófica-existencial del mismo ritmo y corte que "El séptimo sello", que se puede ver en una tarde nublada que transcurre con la sensación de que nada hay por hacer. Fría hasta en sus momentos conceptualmente más sensuales, con tomas pacientes compuestas con armonía y pleno afán estético, se diría que representa la reivindicación de la existencia humana terrenal por sobre lo etéreo. La sencillez de su razonamiento es hasta cierto punto contagiosa. Lo inverosímil desde este lado del mundo es que la mayoría de personas ande por ahí pensando tan elaboradamente, aun para las cosas cotidianas.