domingo, 20 de febrero de 2011

24 horas "offline"


Aprovechando la coincidencia de varias circunstancias, el pasado sábado por la tarde emprendimos un viaje recreativo al Restaurante “La Cascada” (que en algún sitio aparece como "estancia agroecoturística", teléfono 2417-8986, valga el dato) camino a Jujutla en el departamento de Ahuachapán. Dos son las gracias del lugar: la primera es la cascada en sí, que según el joven guía que nos llevó se llama simplemente “La Cascada”; la segunda son las cabañas donde pasamos la noche, contenidos en uno de esos bonitos alojamientos de ladrillo de barro y madera, donde hay paisajes y aire de montaña en todas direcciones.

Descender hasta –y especialmente subir desde- el fondo de la barranca donde está el atractivo primero requiere de cierta condición física (en mi caso, al menos de su recuerdo). Ya frente a este pequeño salto del veinticinco metros en el cauce fluvial, despierta ese indescriptible elemento primigenio que nos liga a la tierra misma, a su folclore, su nostalgia y su lejanía desde el bullicio citadino. En ese lugar elemental, todo parece tan simple y, si no fuera por los peligros de la noche selvática, dieran ganas de quedarse allí por más del breve tiempo que el itinerario nos permitía.

Del resto del viaje solo diré que Ataco supera muchísimo en atractivo a Apaneca y a Izalco, y que los mayores peligros automovilísticos estuvieron precisamente en tres elementos puestos y creados para reducir riesgos: primero, un túmulo del tamaño de un muro en Salcoatitán; segundo, un zigzag policíaco que a los muy vivos se les ocurrió colocarlo en una curva con pendiente; y tercero, ya de regreso y siempre en Salcoatitán, un túmulo normal pero sin ninguna clase de señalización, que a 80 kilómetros por hora no es ni gracioso ni salvífico.

De regreso en casa, compruebo en mis estados físicos y mentales cuán saludable fue la experiencia de estar offline durante veinticuatro horas, ¡que uno a veces extraña cómo era el mundo de antes de la tecnología!

miércoles, 16 de febrero de 2011

"La vida llama" - Sarita Cáceres & RFG

El proyecto musical Balada Poética presenta la canción "La vida llama".


Esta obra suma esfuerzos para probar que desde nuestro país se puede hacer música integral: bien lograda y con sentido humano, contribuyendo así a la creación de una nueva cultura con mayores horizontes.

Confiamos en que su respuesta como espectadores/as nos alentará a continuar con en este esfuerzo.

Agradeceremos su ayuda para difundirla vía Facebook, Twitter, MySpace y otras redes.

Lagartija asada a US$ 25

A mitad del recital de "Balada Poética" el pasado miércoles (9/2), los altoparlantes del fondo del Auditorio ESJ dejaron de sonar. Como la mayoría de personas estaban en la parte delantera del local, este fallo imprevisto no fue demasiado significativo, percibido apenas por aquellos que sintieron una lejana disminución de la potencia. Llevado al taller de reparaciones y revisado por el técnico, el amplificador de potencia fue devuelto ya reparado y con su respectiva lagartija tostada, extraida del interior del transformador del aparato, causa de todos los males y fulminante ejemplo para escarmiento de su especie. Costo del platillo típico: US$ 25.

domingo, 6 de febrero de 2011

La Teletón y sus críticas


Introducción

La Teletón es un espectáculo televisivo de larga duración con fines de recaudación benéfica, que nació hace más de medio siglo en los Estados Unidos. Actualmente se realiza también en más de diez países latinoamericanos y al menos cinco europeos. En El Salvador se hace desde 1982 para construir y equipar centros de atención a niños y niñas con discapacidades físicas, administrados por la Fundación Teletón Pro Rehabilitación (FUNTER). Por regla general, cada Teletón alcanza las metas en cuanto a recaudación y presenta resultados tangibles. La gente, por su parte, acude masivamente a presenciar el show, atraída principalmente por artistas mexicanos enviados por Televisa que vienen a colaborar con la causa.

En sus inicios, cuando no había Internet ni redes sociales, apenas algunas personas expresaban en voz baja sus dudas sobre el altruismo que movería tal maquinaria. Hoy en tiempos de la Web 2.0 circulan cada vez más correos electrónicos y sitios que abiertamente cuestionan, acusan, rechazan e incluso insultan al evento y a quienes lo apoyan.

En todo esto hay un elemento preocupante en defensores y atacantes: la falta de conocimiento y análisis del tema, tanto así que son incapaces de dar argumentos válidos en una discusión civilizada y llegan a afirmar cosas falsas que creen verdaderas basándose en caricaturas de la realidad.

El propósito de este artículo es analizar algunas de esas críticas, cuestionamientos y dudas sobre la Teletón, con la mayor sensatez y fundamento posible. Luego, habiéndole dado su respectiva pensada, ya cada quien que saque sus conclusiones y actúe en consecuencia.

Crítica 1: atender a la población discapacitada le corresponde al Gobierno.

Cierto, pero ¿qué caso tiene oponerse a que otras entidades lo hagan?

Esta actitud obstruccionista es tan sinsentido como que yo me oponga a que mi vecino rellene con una carretillada de ripio el enorme bache que tengo frente a mi casa, sólo porque es el FOVIAL o la Alcaldía quienes deberían cumplir con tal obligación. No obstante, por absurdo que parezca, hay gente que prefiere “tener razón” y conservar el hoyo.

Crítica 2: la caridad no debe ser un espectáculo.

Sí… idealmente, pero si se quieren resultados tangibles, en la práctica la cosa es distinta.

Comencemos por la postura idealista. Fanatismos aparte, al respecto cabe transcribir dos versículos del evangelio de San Mateo: “Por eso, cuando des limosna, no lo publiques al son de trompetas, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para que los hombres los alaben” (Mt. 6, 2) y “Tú, en cambio, cuando das limosna, no debe saber tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (Mt. 6, 3).

Este criterio de la contribución secreta parece funcionar para la gran mayoría de donantes en pequeño, pero evidentemente no es así para las grandes empresas y sus representantes, quienes gustan de subir al escenario para aportar fuertes cantidades de dinero bajo la justificación de motivar mediante el ejemplo. De hecho, la continua exposición y cobertura de estos casos de donación pública es parte esencial de la Teletón en sí, tanto que sería difícil concebirla de otra manera si lo que se busca son resultados significativos.

La duda se plantea entonces entre las intenciones, las actitudes y el efectivo en caja. A la hora de juzgar, pregúntese qué es preferible para un necesitado: si recibir diez dólares limpios e ideales en el anonimato… o cien dólares cargados de aspavientos.

Crítica 3: hay manipulación de emociones, especialmente la lástima.

Pues… sí y no.

Ya que los destinatarios son niños y niñas discapacitados, no se puede criticar a un evento que muestra de cerca los casos concretos para mover voluntades. Otra cosa es que a ciertas personas no les guste encararlos. Y si se les ocultara o invisibilizara ante cámaras, ¿no sería eso también una forma de discriminación?

Crítica 4: al donar, las grandes empresas en realidad ahorran dinero evadiendo impuestos.

Falso.

Ciertamente, por ley este tipo de donaciones son deducibles del impuesto sobre la renta, tanto para personas naturales como jurídicas. En principio, esto no constituye un problema ético e incluso se diría que es preferible darle el dinero directamente a la Fundación Teletón Pro Rehabilitación (FUNTER) que al Gobierno de la República, considerando que en este segundo caso nunca se sabe su destino real y, sobre todo, se descree del buen uso que se le dé a dichos fondos, sueldos de diputados e indemnizaciones de magistrados incluidos.

El punto importante aquí es que la deducción de las donaciones no es como la plantean algunos ilustrados anónimos de la web, que por lo visto jamás han hecho una declaración de impuesto sobre la renta.

Teniendo la respectiva documentación probatoria, una donación sólo se puede deducir de la renta neta o renta imponible, nunca directamente del monto del impuesto a pagar. En la práctica y según el caso, hacer una donación reduce el impuesto sobre la renta en una cantidad que oscila entre el diez y el veinticinco por ciento de lo donado; por ejemplo, si el impuesto computado sobre la renta anual de “El Súper Cito” de Juan Pérez fuese de $5,000 pero él donó caritativamente $500 a FUNTER, su impuesto a pagar quedaría en unos $4,900. Cierto, con la limosna de $500 se “ahorró” $100 en impuestos, pero al hacer cuentas resulta que sus egresos en toda la operación suman $5,400; es decir, más que si no hubiera donado.

Crítica 5: hay empresas que obligan a sus empleados/as a donar y con ello se descuentan impuestos.

Posiblemente cierto.

Aunque no se conocen investigaciones oficiales al respecto, hay varias denuncias en este sentido y, sabiendo del mal que padece el empresariado local, son capaces. El truco está en que ciertas donaciones “voluntarias” de empleados y empleadas son presentadas a nombre de la empresa, con lo cual ésta evita pagar cierta cantidad de impuestos.

Hay que señalar, no obstante, que estas sinvergüenzadas no serían responsabilidad del evento Teletón en sí. Por otra parte, fuera muy bueno que cuando haya denuncias públicas de estos casos, se dijera el nombre de la empresa que incurre en tal práctica.

Crítica 6: las grandes donaciones empresariales en realidad ya están cargadas al precio del producto.

Cierto.

Si por algo se ha caracterizado históricamente el empresariado local no es precisamente por su sentido de justicia, altruismo y generosidad, como quedó demostrado cuando se opusieron de muy malas maneras a la sola idea de reformas estructurales hace casi cuarenta años, lo cual desencadenó la guerra civil que tan trágicas consecuencias tuvo en la sociedad y la familia salvadoreñas. Excepciones siempre las ha habido, pero el concepto de “empresario progresista” ha sido más bien una ficción, como lo siguen demostrando a nivel ideológico a través de los medios y partidos tradicionales. Con lo anterior no quiere decirse que nada bueno quepa esperar de ellos, pero tampoco debe perderse la perspectiva ni el contexto al analizar sus iniciativas.

Por lo anterior, da la impresión que los actos de generosidad empresarial mostrados en la Teletón a través de las donaciones de miles de dólares en efectivo (que son las que realmente hacen llegar a la meta planteada) están planificados de tal manera que es en última instancia el consumidor quien los paga, es decir, ya están asumidos en el precio de mercado de los productos o en la cuenta de publicidad comercial o institucional.

Esto no le quita valor al dinero que se aporta, pero sí vuelve un poco menos romántica su imagen.

Crítica 7: FUNTER no da plena atención y cobra a los pacientes

Sí, precisamente para minimizar eso es que se hacen más Teletones.

Según se sabe, los centros de atención de FUNTER no están completamente equipados, la atención no es automática para todo el que la solicita y, dependiendo del nivel socioeconómico de la persona, hacen algunos cobros. Sin embargo, antes que ser un argumento en contra de la Teletón, es precisamente la necesidad de más recursos lo que justifica que el evento se continúe haciendo año con año.

Crítica 8: las empresas que apoyan a la Teletón mejoran su imagen y sus ventas.

Cierto, aunque más que una crítica es una observación de los beneficios colaterales.

La idea es que el consumidor sienta que está colaborando con una buena causa al comprar un producto marcado con el logo del evento. De hecho, este aspecto se menciona explícitamente en la publicidad institucional: “al preferir estas marcas, usted apoya a la Teletón”. Obviamente, no se publican estudios mercadológicos al respecto, pero es lógico suponer que si una empresa repite su patrocinio año con año es porque la estrategia funciona.

Crítica 9: no todo lo donado va a la causa enarbolada, una parte cubre costos de producción.

Es posible, pero en cualquier caso no debería ser un monto significativo.

Se da por hecho que toda la logística y publicidad del evento Teletón es donada por quienes la producen y la difunden, de igual manera que los presentadores y artistas nacionales, así como las estrellas extranjeras que constituyen el atractivo mediático del show no están cobrando un solo centavo por su aparición.

Idealmente, para que todo fuera cien por ciento altruista, todo lo relacionado con la producción del evento debería ser donado: desde la producción de cuñas publicitacias hasta los boletos aéreos y habitaciones de hotel, pasando por todo el equipo de cámaras, sonido y luces en escena.

Pese a todo, es posible que haya ciertos pagos inevitables, los cuales se justificarían como una inversión social en aras de un mayor beneficio.

Un hecho interesante para señalar es que las masas que están presentes a la hora del show brillan por su ausencia cuando se presentan los estados de cuenta y auditorías.

Conclusión

La Teletón es un evento benéfico que además trae ventajas colaterales para sus organizadores, patrocinadores y público.

No es ni un robo ni una estafa, como con ligereza e irresponsabilidad acusan sus detractores, pero tampoco es algo tan altruista ni desinteresado como lo presentan sus promotores.

Dicho y comprendido lo anterior, que cada ciudadano o ciudadana medite si está bien o no que se haga algo benéfico aunque interesado. Y que actúe en consecuencia.



Anexo desagradable

Una de las empresas patrocinadoras de la Teletón 2011 es Súper Selectos, que por este lado apoya una “obra de amor” mientras por el otro se ha mantenido evadiendo responsabilidad institucional en el caso de una mujer que murió electrocutada accidentalmente en sus instalaciones.

Antes que aparecerse en un escenario cual generosos donantes de miles de dólares, ¿no sería mejor dar una indemnización a la familia de la víctima? Si el monto de dicha compensación fuera lo que invierten en un solo día de publicidad gráfica, ya sería bastante. Aparte, están los indicios de manipulación periodística para invisibilizar el hecho ante la opinión pública, como han señalado reportes periodísticos.

sábado, 5 de febrero de 2011

Ante desastres

No es habitual que los mayores conversemos sensatamente sobre la muerte, especialmente cuando ésta puede venir de la naturaleza misma. Pero deberíamos. Es muy natural tener miedo a morir, pero también es necesario recordar nuestra condición finita: ésta es inevitable y no sabemos cuándo será el día y la hora. Lo anterior no significa abandonar todo esfuerzo por estar vivos sino, por el contrario, esforzarnos por hacer cosas dignas mientras tengamos vida, ya sea que por la gracia de Dios, por obra de un incomprensible azar, por ambas o por ninguna.

Los desastres por causas naturales ocurren en todas partes del mundo. En efecto, donde no hay terremotos ocurren erupciones volcánicas, ciclones y huracanes, tornados, inundaciones, sequías y demás fenómenos propios del planeta. En el caso de nuestro país, sin olvidarnos del monstruo social, los sismos han estado presentes en toda nuestra historia desde tiempos inmemoriales, y lo mejor es asumirlos como parte del entorno, con lo que debemos aprender a convivir.

Puesto que los elementos antes mencionados son comunes a todos los hombres y mujeres de todas las épocas y lugares del mundo, hay allí cierto consuelo, pues no cabe preocuparse en exceso por cosas que no se pueden evitar.

Teniendo claro lo anterior, y yendo a lo más concreto, conviene repasar y ejercitar las conductas que, en caso de temblor (que ya va tocando), sean las menos recomendables, así como aquellas más convenientes. Obviamente, el pánico es nuestro principal y primer enemigo, el más difícil de vencer, con el agravante de que es contagioso. Una manera de aprender a vencerlo es repasar rutinas de seguridad, simulacros que nos indiquen y recuerden los lugares relativamente menos peligrosos.

Aunque curioso y hasta contradictorio, quizá conservar la calma "a la hora de los cuetazos" sea más fácil si tenemos la íntima convicción de que la conservación de nuestra propia vida, en última instancia, no está en nuestras manos, porque el pánico ante lo inevitable quizá tome su mayor fuerza precisamente de la errónea creencia de que somos eternos, o del olvido de nuestra mortalidad.