jueves, 28 de agosto de 2008

De gallitos

Conversando sobre tiempos de antes y de ahora, conocí anécdotas sobre señores bien “gallitos” que se jactaban de haber pegado no sé cuántos hijos e hijas por aquí y por allá, con y sin apellidos. Meditando sobre aquella inveterada costumbre, emergió ese retrato verbal de Oswaldo Escobar Velado, “Patria exacta”, célebre y amargo poema escrito a mediados del siglo pasado, de donde brota este puñetazo hiperbólico:

Esta es mi patria:
un montón de hombres,
millones de hombres...
¡un panal de hombres que no saben siquiera
de dónde viene el semen de sus vidas
inmensamente amargas!


La estrofita bien calza con aquello de “los guanacos hijos de gran puta”, que universalizó Dalton, aunque tal exclamación también reproduce el círculo vicioso machista, pues acaba condenando implícitamente a la mujer, “por dejarse”.

Como en este debate don Alberto Masferrer ya se ocupó de reivindicar a los hijos “ilegítimos” y trasladar tal adjetivo a ese tipo de padres, sólo tendríamos que acuñar un neo-insulto para endilgárselos y que les produjera un ardor infinito. Y en cuanto al inmerecido título de “padres”, cerremos con esta voz popular, en octosílabos y rima consonante, para celebrar que en algo han cambiado los tiempos:

Padre no es aquel que engendra,
padre no es aquel que cría:
padre es aquel a quien topan...
¡en la Procuraduría!

miércoles, 20 de agosto de 2008

Por favorcito



Sres.
Dirección Administrativa
Hospital Médico Quirúrgico
Instituto Salvadoreño del Seguro Social
San Salvador.

Estimados Sres.:

Reciban un atento saludo.

Por este medio, me dirijo a Uds. en mi calidad de derechohabiente para solicitarles que tomen las medidas necesarias a fin de no permitir la actividad proselitista dentro de las instalaciones del hospital; concretamente, la prédicas religiosas de carácter fanático, intolerante y hasta ofensivo que realizan algunas personas en las zonas de espera de pacientes y sus familiares, así como en los cafetines del personal y otros espacios interiores.

La base de mi petición es de sentido común, no de carácter doctrinario, ya que vivimos bajo la norma constitucional de libertad de culto. Así, bajo ese marco de respeto a los derechos de todos y todas, paso a detallar mis argumentos:

a) Las alocuciones desaforadas de algunos predicadores rompen la tranquilidad que debe privar en un hospital.

b) Las personas que esperan su consulta o a sus familiares se ven obligadas a soportar tales diatribas sin tener siquiera la opción de retirarse del lugar, por cuanto deben mantenerse atentas a su turno de atención para el cual esperan ser llamados.

c) La gritería histérica en que consisten muchas de esas dizque prédicas impide escuchar su propio nombre a las personas que son llamadas a consulta o entrega de medicamentos.

d) En algunas ocasiones estas gentes profieren insultos contra dogmas de otras religiones, lo cual es delito según el artículo 296 del Código Penal.

e) Hubo uno que, en medio de su verborrea, dijo a gritos frente a pacientes y familiares que la causa de las dolencias que padecen los enfermos graves, crónicos y terminales es “porque han entregado su alma al Diablo” y éste o Dios, en actitud perversa o vengativa, los tiene en tal condición. Lanzar ese escupitajo verbal a una pequeña multitud en medio de un hospital podría derivar fácilmente en una riña tumultuaria.

Todos los seres humanos tenemos derecho a buscar el sentido espiritual de nuestras vidas, pero me parece vil e inescrupuloso que haya quienes se aprovechen de la vulnerabilidad emocional que produce cualquier padecimiento físico para intentar torcer, mediante la ofensa y el escarnio, la fe de las personas.

En espera de una respuesta favorable a mi petición, me despido de Uds.

Atentamente,

RFG

domingo, 17 de agosto de 2008

Lector agradado

Ésta sí es literatura de verdad y al modo que me gusta: hallo originalidad aún en lo genérico, fuerza argumental aún en lo previsto, personajes enigmáticos aún en lo etiquetado y, sobre todo, muchas ganas de seguir leyendo, sin que el impulso tenga que ver con la cortés obligatoriedad que a veces la camaradería o el obsequio imponen. No entraré en los líos de clasificaciones y análisis, que ya con demasiados debe contar este librito de hace casi cuarenta años: “Los dominios del lobo”, de Javier Marías, gentil obsequio del colega escritor Walter Iraheta Nerio. Me quedo con mi experiencia como lector agradado y agradecido con la capacidad del autor para contar ese puño de historias de aquel ambiente gangsteril de los años treinta que tanto nos entretiene, quién sabe si por presentarnos esa parte simple, elemental, desalmada y perversa de nosotros mismos, a la cual tememos y, no obstante, ante su guiño pareciéramos quedar fascinados.

* * *

Posdata: me quedan, no osbtante, un par de sensaciones desagradables mientras leía este libro: la primera, la impresión de artesanía plana, aunque rentable, que me dejó otro libro que estuve leyendo de modo paralelo, aludido veladamente en la entrada precedente de este mi "blog"; la segunda, la certeza del principio de identidad del escritor de cualquier género y edad, "el que es, es", porque como este tipo escribió así de bien a los dieciocho años, es un puñetazo en la mesa y, por lo tanto, todo aquel a quien se refieran como "promesa" o se diga de su obra que está "en ciernes", "en progreso", "en desarrollo" o deba "madurar hasta alcanzar el pleno desarrollo de sus potencialidades", mejor haría en dedicarse a otra cosa distinta que soportar los eufemismos de quienes no tienen el valor o la crueldad de... ¡recomendarle otro oficio!

viernes, 15 de agosto de 2008

Recetas

Se ve fácil, pero no lo es: hay que seguir con fidelidad ciertas normas para que el producto final esté conforme a las expectativas creadas, y eso quiere además de motivación, disciplina, esmero y paciencia. Para muchos y no sin alguna justificación contextual, decir que escribir una novela de este género “es seguir una receta” tiene connotación peyorativa; pero sólo es así de simple para quien nunca ha practicado el arte culinario, en donde el éxito es el resultado natural del rigor con que se acaten las recomendaciones acumuladas por la experiencia y transformadas en "reglas del género", aunque no por ello se cierren totalmente las puertas a la creatividad.

Por lo temático, el protagonista ha de ser adolescente, como sus virtuales lectores o lectoras, a fin de propiciar la identificación con el personaje principal y potenciar el avance en la lectura. El amor romántico juvenil -implícito o explícito, ya sea disfrazado de amistad o confeso pero ingenuo por cualquier lado que se lo vea- se requiere cual imperativo categórico; ha de haber pinceladas históricas o biográficas superficiales, las suficientes para señalar un posible núcleo de interés sin abrumar.

Por lo estilístico, la simplificación de la construcción sintáctica de las oraciones y la brevedad de los capítulos es la llave para facilitar la lectura fluida, aunque para ello deban sacrificarse esos retorcimientos y piruetas verbales que tanto seducen a los cultores de la palabra.

Desde hace rato vengo preguntándome por la justeza de los vilipendios que algunos críticos, lectores y escritores de uno y otro género lanzan (¿lanzamos?) contra esta “literatura juvenil”: que si por industrial, que si por estandarizada, que si por no sé qué... Pero ¿ha de ser defenestrada por causa del solo pecado de gustarle al común de las gentes, precisamente por su sencillez?

sábado, 9 de agosto de 2008

Pentafilocuestionario

El silencioso pasar de las rayas blancas de una carretera ha sido inspiración suficiente para preguntarme cinco cosas fundamentales, de cuya respuesta quizá dependa el sentido del universo mismo.

1. ¿Hay algún criterio lógico que justifique el límite de velocidad de 40 km/h en una autopista de tres carriles?

2. ¿En serio tenemos un Tribunal Supremo Electoral y le pagamos a sus magistrados para que sean capaces de decir que la campaña electoral ilegal con que los partidos políticos nos castigan desde hace meses no viola la ley?

3. Si hay escuelas urbanas unificadas mixtas, ¿habrá escuelas rurales fragmentadas homogéneas?

4. En el malgastado y prácticamente olvidado cuento de los “semáforos inteligentes”, ¿quiénes fuimos los tontos?

5. ¿Quién era Renderos y cuáles fueron sus planes?

sábado, 2 de agosto de 2008

¡Bravo!

Además de las garantías que nos da tener un buen director (Christopher Nolan) como “mastermind” y la secundaria pero no gratuita presencia de dos y medio viejitos con justificado e impresionante currículum (Michael Caine, Morgan Freeman y Gary Oldman); aparte de que la anterior entrega recuperó el prestigio de una franquicia dignificada por Tim Burton y terriblemente malograda por Joel Schumacher; añadiendo la altísima nota de los espectadores globales (9.3 a la fecha en Imdb.com) y la insistencia de T.D. para ir a verla lo más pronto posible; las expectativas sobre “The Dark Knight” eran muy riesgosas, por cuanto las mayores probabilidades eran de decepción... pero no hubo tal: ¡qué gran filme!

Así es: la película merece el aplauso y la admiración, tanto de las masas amorfas e ignorantes como de los elegidos habitantes del refinado círculo del saber. La clave, como casi todo mundo ha dicho, está en el Joker de Heath Ledger, némesis y complemento necesario de Batman (yo siento que da más o menos igual Christian Bale que George Clooney, Val Kilmer o Michael Keaton).

Por lo visto en pantalla, el prematuramente fallecido Ledger recibió y mejoró la herencia del Joker de Nicholson y Burton (1989), llevándolo a niveles realmente escalofriantes. Uno sabe (menos algún impertinente en la sala de cine, que lo hubo) que este malévolo payaso filósofo no da risa; pero, cuarenta y ocho horas después, todavía no sabe qué sentir ante él: acaso una mezcla alterna y simultánea de terror, lástima, asombro y curiosidad... ¡como ante el mismísimo Demonio!