miércoles, 31 de marzo de 2010

Contra monumentos infamantes

Desde hace algunos años existe en las afueras de la capital un redondel bautizado por el Concejo Municipal de Antiguo Cuscatlán con el nombre de Roberto D’aubuisson, rotonda que tiene en su centro un monumento sin arte: cuatro placas de mármol con frases conmemorativas de ese personaje que fuera varias cosas terribles en nuestro país, todas ellas debidamente documentadas y sin lugar a dudas, desde funcionario del departamento oficial de torturas de los regímenes militares de los setentas, hasta líder de los “escuadrones de la muerte” de los tempranos ochentas, pasando por su participación en el magnicidio de Monseñor Romero. Curiosamente, mucha gente cree que allí también hay un busto del tristemente célebre personaje, pero no es así: ni sus mismos partidarios se atrevieron a ponerlo en descampado, porque bien saben lo que ocurriría.

La dimensión conceptual de los crímenes de lesa humanidad en que dicho personaje estuvo involucrado quizá sólo sea superada por la ciega necedad de sus seguidores y seguidoras, quienes se refieren a “El Mayor” con una enfermiza veneración. No cesan de repetir que fue y es su “máximo líder” y siguen vendiendo la falacia de que él es casi como el padre de la democracia en El Salvador. Para esta gente, no hay informe alguno de la Comisión de la Verdad que valga, ni son suficientes los testimonios y evidencias de su participación en los horrendos hechos que se le imputan. Desconocen u olvidan en su fanatizado cerebro los hechos pasados, totalmente comprobables, cuando este individuo aparecía en televisión dando los nombres de los “comunistas” que a la semana siguiente eran ejecutados por los sicarios tomados de los oprobiosos y ya extintos “cuerpos de seguridad” del aquel seudo-estado.

La pleitesía que se rinde a la diestra figura de D’abuisson debería ser rechazada incluso por gente con pensamiento de derecha. Se puede ser contrario al comunismo o al socialismo, se puede defender a la libre empresa y a la propiedad privada, se puede y se debe estar en contra de todas las dictaduras y dictadores, incluidos los de izquierda, pero eso no tiene por qué convertir a alguien en discípulo incondicional de un asesino, ni tiene por qué llevar a los extremos de falseamiento histórico que los cultores y cultoras de “El Mayor” han exhibido durante décadas.

No se descarta que entre sus fans haya quienes sinceramente hayan creído, como en una religión, la torcida versión de la historia nacional en donde ese tipo aparece como el gran defensor de “nuestras libertades”, pero eso no los excusa para rehuir una investigación más objetiva sobre la verdad de las cosas. Ellos incluso podrían argüir, como última defensa razonable, que también hay gente de izquierda que anda poniendo los nombres de sus propios ídolos a calles y plazas, lo cual podría ser igualmente insultante para sus adversarios ideológicos. En este caso, la sensatez y el sentido común llamarían a suprimir este tipo de “homenajes”.

Si la Asamblea Legislativa quisiera hacer algo por la reconciliación, debería reformar o hacer una buena ley para erradicar esta nociva práctica de andar haciendo monumentos y poniendo nombres cuestionables a calles, plazas y lugares públicos. Uno de sus artículos debería prohibir taxativamente homenajear a personajes que hayan estado involucrados en hechos de violencia como los aludidos, sean de uno o de otro bando, cuanto más si se trata de magnicidas y genocidas, como el susodicho o su más famoso antecesor, el General Maximiliano Hernández Martínez.

De no hacerlo así, temamos el florecimiento de plazas, calles, avenidas y parques con más nombres infamantes; y pongámonos a cubierto del creciente intercambio de manifestaciones de protesta y repudio que tengan como propósito la demolición vandálica de dichas abominaciones.

lunes, 29 de marzo de 2010

Buena canción conmemorativa

Sin desmedro de quienes han dedicado voces y notas a la figura de nuestro pastor mártir, más con buena intención que con tino, yo creo que esto de "Pescozada" es de lo más sobresaliente que se ha hecho en treinta años por homenajear a Monseñor Romero.



Un clic en el cuadro lo reproducirá aquí, pero es preferible un clic en el logo de Youtube para verlo en su tamaño original o incluso en HD.

domingo, 28 de marzo de 2010

Por un sensato lenguaje de género

En estos líos gramaticales por el tema del lenguaje de género, hay que tomar en cuenta tres elementos, a saber:

a) la justeza del reclamo femenino por que se les mencione explícitamente en situaciones en donde hay hombres y mujeres, contra la tradición de presuponer que en un genérico o colectivo masculino ya están incluidas: "Los niños y las niñas mayores de seis años pasarán a la otra sala de juegos".

b) la postura tradicionalista de la Real Academia Española, que distingue el masculino como "género no marcado", el cual puede en determinados casos incluir al "género marcado", que sería el femenino: "Que todos los jóvenes pasen a tomar su refrigerio" (se refiere a chicos y chicas). Según la RAE, sólo deben mencionarse a unos y otras cuando no esté suficientemente explícito que se refiere a ambos sexos.

c) el principio lógico, racional y práctico de la economía del lenguaje, según el cual se utilizan la menor cantidad de palabras para expresar una idea con claridad.

Aunque los intentos de querer quedar bien con todo mundo generalmente acaban en desastre, yo me atrevo a proponer un criterio sencillo que no desconsidera los aspectos antes mencionados. Helo aquí:

  • Mencionar los sustantivos correspondientes a uno y otro género una sola vez en una misma sentencia o secuencia lógicamente trabada, sin desdoblar los demás determinantes, adjetivos y pronombres que le estén relacionados.

  • Ejemplo:

    - Los hombres y mujeres aquí reunidos estamos listos para pronunciarnos sobre la propuesta que a nosotros nos fue presentada.

Esta formulación evita la duplicación agobiante que se produciría si dijéramos: "Los hombres y las mujeres aquí reunidos y reunidas estamos listos y listas para pronunciarnos sobre la propuesta que a nosotros y nosotras nos fue presentada".

Cuando no hubiere sustantivos o se tratare de nombres comunes en cuanto al género, la única mención doble se hará en los determinantes, adjetivos o pronombres correspondientes, manteniendo siempre el sano criterio de evitar la minuciosa duplicación antes mencionada. Ejemplo: "Los y las jóvenes estamos cansados de tanta demagogia", "Para todos nosotros y nosotras es básico hacer oír nuestra voz".

Doy por descontado que debemos buscar reemplazos aceptables para los nombres en sentido genérico que impliquen a seres humanos, diciendo en vez de "el hombre ha creado la música para elevar su espíritu" algo mejor, como "la especie humana". Asimismo, rechazo de manera totalmente gramatical y absoluta el uso de la arroba "@" para significar los morfemas flexivos de género "o" + "a". Finalmente, declaro mi aversión a la pleca para cada "los/las" y "jugadores/as" que tuviéramos que mencionar, ya que no aporta mucho en ahorro y sí demerita en estética.

viernes, 26 de marzo de 2010

Recordando olvidadas prácticas

"Muchos años después" y quizá "frente al pelotón de fusilamiento" virtual, me he re-animado para enviar un artículo a un medio de mayor alcance que el pequeño aunque significativo círculo de lectores de este blog. Un clic aquí dilucidará todo el misterio.

miércoles, 24 de marzo de 2010

El perdón que de veras cuenta

Que el Presidente de la República haya pedido perdón a nombre del estado salvadoreño por el asesinato de Monseñor Romero, como antes lo hiciera por la matanza de los padres jesuitas, es un significativo gesto de reconciliación con la historia; sin embargo, más allá del simbolismo que pueda representar el acto en sí, no son esas las disculpas que necesitamos para que el perdón sea auténtico. El verdadero perdón sólo puede concedérsele a los asesinos materiales, intelectuales y contextuales; pero, lamentablemente y en pleno ejercicio de su soberbia, ellos no han aceptado su participación en los abominables crímenes, pese a estar algunos incluso juzgados, condenados y amnistiados por decreto; cuanto menos han expresado -ni ellos ni sus seguidores- ningún gesto de arrepentimiento ni desagravio. Señores de los magnicidios: el perdón está allí en las abiertas manos generosas de un pueblo que quiere sanar sus heridas. Tan sólo tienen que pedirlo.

Los veinte de Tres Mil

Dejo aquí el enlace para el sitio virtual en donde mis colegas escritores Javier Alas, Caralvá y Gabriel Otero, celebran los veinte años de fundación del Suplemento Cultural "Tres Mil", para exploración y gusto del público.

sábado, 20 de marzo de 2010

Tardía respuesta

Si hubiera genios de lámparas maravillosas (pero no malignos y traicioneros, como en aquellos chistes léperos) y tuviera que pedir el deseo de volver a la juventud, sería obviamente con la condición de conservar en mi mente toda la experiencia de vida acumulada hasta hoy. Digo esto porque luego de dos décadas de ejercicio docente hay un recuerdo que me acomete y no me deja tranquilo: el de una pregunta de un estudiante que no supe contestar como hubiera querido.

Debió ser entre 1988 y 1990 en mis primeros años como profesor de Letras, cuando intentaba motivar hacia la lectura y análisis de obras literarias a casi dos centenares de adolescentes enfermizamente obsesionados por las ciencias exactas. Uno de ellos me hizo la siguiente pregunta: "Profesor, y esto... ¿de qué nos va a servir?". Di la respuesta que había preparado ante tal eventualidad: un discurso teorético sobre la humanización y el crecimiento personal a partir del diálogo con grandes personajes de la literatura universal... en suma, casi que la contemplación de la verdad verdadera en su pura esencia (o lo que comúnmente llamaríamos "pura casaca").

Ahora, con lo que sé, mi respuesta sería la siguiente:

- Joven: no soy yo quien debo decirle para qué le va a servir esta materia, porque eso lo decide usted.

Después de tal sentencia, pasaría a explicar las diferentes posibilidades: desde el mero entretenimiento hasta el cumplimiento de un requisito académico que ni él ni yo hemos inventado (entiéndase: aprobar la materia). Aparte mencionaría el mejorar su ortografía, desarrollar la imaginación, analizar situaciones humanas arquetípicas, conocer nuevos términos y contextos, hacer gimnasia mental y hasta redactar mejor (aunque sea por esa especie de ósmosis que se cree que ocurre cuando uno está en contacto con textos bien escritos). Pero insistiría en cada momento en que también cabría la legítima posibilidad de que la materia de Letras no le sirviera para nada, sencillamente porque él o ella decidan hacer nada con aquel conocimiento; de la misma forma como, ya en su vida real, a cada quien acaban sirviéndole sólo algunas de todas las materias cursadas, según sus propias derroteros y opciones.

Quimera instrumental

Desde hace veinticinco años vengo soñando reiteradamente, dormido y despierto, con que puedo ejecutar magistralmente el saxofón, instrumento que por diversas razones siempre se me ha hecho esquivo, bien sea por el elevado precio de uno de estos brillantes aparatos, bien por la dificultad de hallar tiempo para tomar clases. El intento más serio que hice a mediados de los 80's fue pedir permiso para hacer un auto-aprendizaje en el local donde ensayaba la banda del Chaleco. La labor no tuvo el éxito esperado, primero porque resultó un tanto incómodo ensayar en un instrumento que no era el propio, al cual había que estarle cambiando la cañuela y la boquilla por unas propias, so pena de contaminarse con anónima saliva ajena; segundo, porque descubrí que sólo para hacer sonar el instrumento en la nota real, verdadera y adecuada (sin desafinar más de medio tono), debía pasar como una semana ejercitando los músculos bucales y templando el golpe de aliento, para lo cual -si acaso estaba dispuesto- habría necesitado, una vez más, un instrumento propio para ensayar en la casa, para suplicio de los vecinos. Así que ni modo: hubo resignación y abandono, dejando sólo para los oídos el placer de tan metálico instrumento.

viernes, 19 de marzo de 2010

¿Millonario...? ¡No, gracias!

Hace poco más de veinte años participé en un programa de televisión conducido por el Chele Rucks, que se llamaba "Personajes célebres" y consistía en analizar pistas hasta dar con el nombre de algún ser humano notable, inscrito en los anales de la historia. Avancé unas cuantas rondas hasta ser justamente derrotado por M.A.H., un colega de profesión docente, también aficionado a la escritura creativa y al ajedrez. Manuel es (creo) como diez años mayor que yo y ya era por aquel entonces una enciclopedia andante (y al decir de alguna excelsa entrada que le ha dedicado nuestro común amigo Javier Alas en su blog, aún lo es).

Uno de estos días, una colega de trabajo que recordaba aquella famosa participación me preguntó si ya me había inscrito en el programa "Quién quiere ser millonario", pues a su juicio yo podría fácilmente contestar las preguntas y hacerme de ese dinerillo que están regalando. Pero he aquí que tengo una pequeña lista de razones por las cuales no deseo emprender tal aventura. Van en orden de "según como se me van ocurriendo".

  • Suponiendo que avanzara hasta las instancias finales, es mucho dinero puesto en un escaparate con rostro, nombre y apellido, todo un auto-atentado en los tiempos que corren.
  • Temo caer eliminado con una pregunta de respuesta bastante obvia, incluso tonta.
  • Habiendo visto la película "Slumdog millionaire", uno se inhibe y además desconfía.
  • No deseo prestar mi rostro ni mi bien ganado prestigio personal en un juego que alimenta las fantasías del gran público sobre el dinero fácil y el éxito inmediato sin otro mérito más que el puro azar.

Espero que a ningún/a comentarista se le ocurra interpretar mis razones como excusas para no hacer algo que me da pena pero que en realidad deseo en lo íntimo. ¡Psicoanalistas: abstenerse!

sábado, 13 de marzo de 2010

Cultura filosófica

Hoy temprano conocí la noticia de que el nuevo Secretario de Cultura de la Presidencia de la República es el mero Teto Samúr, quien fuera nuestro profesor de Visiones Científicas I y II en aquellos prolíficos años universitarios de los 80's en el edificio de aulas "C" de la UCA.

Simpático y entretenido como docente, pero muy claro sin dejar de ser elevado como filósofo, de mirada algo desquiciada y voz estruendosa cuando debía serlo, Teto nos hacía pensar como acto mental en sí mismo, al tiempo que mantenía un inusual interés en sus clases filosóficas. Allí supimos del universo en expansión, el azar esencial y el sentido del aparente conflicto (y probable complementariedad) entre fe y ciencia.

Saludo este nombramiento con la buena expectativa de que los hechos demuestren que la persona elegida es la adecuada (entra con la ventaja inicial de que no es artista). Ojalá que Teto le dé algo de dirección con criterio a esto de la cultura... ¡y que no se vaya a pelear tan luego con el presidente!

jueves, 11 de marzo de 2010

Dudas culturales

Ante la acefalía, deriva y desconcierto de la institución encargada del cuido y desarrollo de la cultura nacional, escucho voces artísticas clamando por la urgente implementación de una verdadera política cultural. Es entonces cuando vengo yo y me hago preguntas retóricas de este calibre:
  • cuántos de los que tanto hablan en todo tipo de poses en reuniones kilométricas en célebres antros culturales locales son realmente artistas y cuál es el criterio para asumir tal condición.

  • si tienen algún plan o propuesta concreta, específica y viable, más allá de generalidades idealistas o concreciones totalitarias; o bien, sólo están “esperando que San Juan baje el dedo”.

  • si en su concepción del arte éste es o no una mercancía; es decir, si en nuestro contexto cultural debería funcionar o no bajo la lógica de la competencia por un mercado de espectadores-consumidores a partir de calidad del producto.

  • si los y las suplicantes realmente quieren una verdadera política cultural o nada más algún tipo de subvención estatal para sus ocupaciones particulares.

  • si entre el alborotado mar de propuestas hay alguna para que la Asamblea Legislativa emita un decreto-ley que obligue a doblar todas las películas “joligudenses” al náhuat, subtitulándolas en español (digo yo, para ser consecuentes con el discurso anti-imperialista).

domingo, 7 de marzo de 2010

Aversiones culturales

En este momento, por Televisión Cultural Canal 10 ya no se transmite ninguno de los tres programas dedicados a la cultura (en sentido artístico) que solían producirse en tiempos recientes. De “Universo crítico” y “PlaticArte”, remito al lector a lo que publicó un amigo poeta en su oportunidad, no sin su respectiva dosis de justificada causticidad; en cambio, sí mencionaré algo con respecto al retiro de Álvaro Darío Lara, hasta hace poco a cargo de “Debate cultural”.

En este asunto nos encontramos nuevamente ante dos versiones: la primera, enviada por correo electrónico por el propio implicado y posteriormente difundida en varios medios impresos y virtuales; la segunda, un comunicado institucional que, por supuesto, niega lo expuesto por el ex conductor, aunque acepta que sí hubo contradicciones entre él y la dirección del canal.

Una cola interesante la recibí como reenvío de un colega escritor, bajo el título de El camaleón-camaján o la extraña historia de la evolución ideológica del “compañero Lara”, firmada por alguien llamado Pedro Fausto Fernández (de quien no tengo más referencia ni hallazgos en la web que el mencionado correo electrónico), en donde arremete contra el implicado; en primer lugar, citando algunos de sus comentarios y críticas publicados con anterioridad, a partir de los cuales, aunque el planteamiento de fondo fuera sostenible, no podía esperar granjearse la simpatía del gremio artístico local; y, en segundo término, poniendo en duda la autenticidad de su presunta mutación ideológica, que -según se colige de lo dicho por el propio Lara- estaría en la base de su divorcio con el canal.

No tomaré partido en este enredo, primero porque no tengo más información que la de las partes, que siempre responden a sus intereses y por ello pueden deformar la realidad, y segundo porque no me interesa ni hay forma de quedar bien con ninguno de los partícipes.

Lo que sí me parece claro es que eso que damos en llamar “medio cultural” se va pareciendo cada vez más a una inarmónica sinfonía de tarascadas in crescendo, de donde lo más saludable para la mente (y no descartemos que también para el cuerpo) acaso sea mantenerse a muy prudente distancia.

sábado, 6 de marzo de 2010

Esas poses de crítico

O EL ESNOBISMO PEDANTE (PARTE II)

Últimamente los títulos de “crítico de cine” se reparten con tanta facilidad como los de “analista político”, como si para serlo bastara que el editor del respectivo suplemento o sección de un periódico les consultara sobre este o aquel tema, por el mero hecho de ser chero de ellos y de que sus respuestas parezcan inteligentes. Tales sujetos recurren a los lugares comunes con los que (según ellos) garantizan cierta notoriedad basada en una pose de presunta autoridad, como si conocieran algo que el gran público es incapaz de ver o, lo que es lo mismo (ya lo dije en otro artículo), ven la tela invisible con que está hecho el traje nuevo del Emperador.

Cierto es que la majada acude al cine por razones muy diversas y no son pocas las ocasiones en que premia con un profudo “qué chivo” películas que no pasarían de un generoso 5.5 en Imdb.com; igualmente apenas saca un “qué aburrido” ante obras maestras que no siguen los estándares de persecuciones explosivas cada cinco minutos y requieren, al menos, de que se siga con atención el argumento.

No obstante, en contraparte igualmente indeseable están estos tipos con ampulosa cara de imaginaria sabiduría para quienes todo lo que hace la gran industria cinematográfica está contaminada de mediocridad, por su mismo proceso de fabricación. Por descontado damos que esta gente sufre lo indecible con películas con argumentos más o menos previsibles y arquetípicos, pero excepcionales en su realización audiovisual, como “Avatar”. Quizá por ello se muestren desesperados por emitir la sentencia condenatoria del tipo “es malísima” o “le dieron un premio que no se merece”, terrible reprobación que procede de alguien que en su vida no hará siquiera un cortometraje de diez minutos ni manejará para ello un presupuesto superior a diez salarios mínimos, que ya es decir. Mejor aún si se trata de emprenderla contra los efectos especiales per se, estén bien o mal usados; ya no se diga si la película es muy taquillera.

En fin: que con solo plantarse a decir “esto que a Uds. les gusta en realidad no sirve” y nada más, el mensaje más interesante que transmiten es “yo sé algo que todos Uds. Ignoran, por eso me puedo dar el lujo de vituperar esta película tan adorada por Uds.”. En el fondo y en la superficie, lo que esta gente logra con ese tipo de poses es (1) caer mal y (2) deslegitimar el oficio de la crítica estética, que puede ser una herramienta provechosa para ayudarle al gran público (o sea, la masa amorfa e ignorante) a apreciar estos o aquellos detallitos y así… comprender mejor.

martes, 2 de marzo de 2010

Con fe inquebrantable

O LA GENEROSA EXPERIENCIA DEL AUTOENGAÑO

En 1985 yo estaba empecinado en estudiar Ciencias de la Comunicación y trabajar remuneradamente. En ambos proyectos yo diría que fracasé con bastante éxito, por razones que, ciertamente, no pueden endilgárseme. Dejando para otra entrada el asunto de la carrera universitaria, me referiré a mi frustrante, breve y siempre optimista carrera como vendedor (técnicamente ambulante) de anuncios publicitarios para una radioemisora que ya no existe.

Fueron como dos o tres meses en los que recorrí a pie, puerta por puerta y día a día, los comercios del centro de la ciudad capital, del centro ampliado, de los centros comerciales periféricos y algunos hasta un tanto extraviados, ofreciendo contratos publicitarios en un medio radial que, en palabras de su dueño, estaba "penetrando" en el espectro de aquel entonces. Como ya me había preparado sicológicamente para una posible tanatada de noes como preámbulo a un salvador "sí", el optimismo lo mantuve hasta el día final en que surgió la oportunidad de dedicarme a otra cosa más acorde con mi personalidad: un cargo de entrenador musical del que aún tengo buenos recuerdos.

Ahora a la distancia, me sorprendo de cómo fui capaz de asumir textualmente aquello de "y con fe inquebrantable el camino del progreso se afana en seguir", re-emprendiendo día con día una labor en la que objetivamente no tenía muchas posibilidades de éxito, ya que la inversión en publicidad radial sólo tiene sentido si se hace en fuertes cantidades de dinero a través de una agencia publicitaria que coloque las cuñas en varias radiodifusoras de mayor audiencia, con una frecuencia suficiente como para garantizar siquiera que el mensaje se conozca; en tanto que mi fútil ocupación de aquel tiempo era convencer a comerciantes y empresarios en pequeño para que hicieran una pequeña inversión en una radio pequeña, o sea, "por gusto".

En el recuento final, tras larguísimas caminatas que sólo fueron posibles por mi envidiable condición física de entonces, logré vender la alentadora cantidad de un contrato a una boutique que cerró hace décadas, por el cual recibí mi respectiva comisión (por el contrato, no por el cierre). Hubo otra venta, pero que no iba a ser pagada a la radio en moneda circulante, sino con mobiliario del fabricante por valor equivalente, porcentaje del cual no recuerdo si se me hizo efectivo.

Con todo, como dicen que de toda miseria ha de sacarse algo bueno, he aquí la enumeración de mis legados de aquel entonces:

a) un autógrafo (que ya no conservo) del cantautor chileno Fernando Ubiergo, quien por esos días llegó a la radio para una entrevista, y a quien tuve a bien interceptar en el mismísimo pasillo, pese a la cara de perro guardián del dueño de la radio, tipo "no lo moleste, jovencito impertinente".

b) un almuerzo navideño con todo el personal, incluyendo la oportunidad de codearse (literalmente, por lo estrecho de la mesa) con reputados locutores como Mario "Meléndrez", Glauco Rodríguez y Tony "Mineros".

c) la comprobación de que a algunos patrones les parece un insulto injurioso, merecedor de despido, que uno haga un recibo y diga que lo firmará hasta cuando se le haga efectivo el monto allí estipulado.