viernes, 31 de agosto de 2007

El espejismo de Coelho

Desde hace varios años adeudo una respuesta para las muchas personas que me han preguntado mi opinión sobre las obras de Paulo Coelho, la cual no había podido formular con conocimiento de causa dado que, hasta hoy, no había leído ninguno de sus libros ni tampoco había puesto demasiado interés en ello, dada la casi unánime opinión peyorativa de mis colegas de la "intelligentsia". Pues bien: este día, un par de horas de supervisión pasiva en cierto evento académico en mi lugar de trabajo coincidieron con una alumna cuya personalidad me recuerda a Liza Simpson, para tener en mis manos un ejemplar de "El alquimista" (1988), con la recomendación de leerlo sin prejuicios y con mente abierta.

Ya desde el primer párrafo fue evidente su estilo de parábola bíblica: aunque la historia es más extensa, la construcción de las frases procura ser tan clara y sencilla como para poder leerse con la mayor fluidez posible, de manera muy semejante a los cuentos infantiles y la "literatura juvenil" que producen los sellos editoriales contemporáneos, lo cual explica en parte la facilidad con que las masas pueden acceder al contenido, requisito indispensable para la creación de un "best-seller". En consonancia con lo anterior, en la trama hay un predominio casi absoluto de la acción y los diálogos, en desmedro de la descripción de ambientes y personajes, tarea que se reduce al mínimo posible. Quizá a la primigenia vocación teatral del autor se deba esta característica, para bien y para mal.

De cualquier forma, quizá no sean los detalles técnicos los que interesen a los lectores aficionados a Coelho, sino el contenido, fondo o mensaje. La historia es bastante sencilla: un joven que emprende una búsqueda esencial, a partir de misteriosas revelaciones. Sin embargo, el argumento es una excusa para incrustar en él decenas de pensamientos sobre el sentido de la vida, esas reflexiones que a tantísimas personas les parecen la revelación de verdades fundamentales (y que, sin duda, son objeto de vistosos subrayados al momento de leer y acaban transformadas en presentaciones en Powerpoint con suave música de piano de fondo, las cuales circulan como correos en cadena por todo el ciberespacio; sin olvidar la multitud de citas que rellenan las agendas con "copyright", a quince dólares cada una).

Es precisamente contra este supuesto "contenido fundamental" que apuntaban los comentarios negativos que mencioné al principio, antes de comprobarlo por mí mismo: trátase de frases, reflexiones y sentencias de carácter genérico, como pronunciadas por una sabiduría natural, las cuales podrían aplicarse a cualquier situación... o a ninguna, según el estado de ánimo y las circunstancias de la persona que lee.

Para el caso, cito un fragmento que me llamó la atención: "cuando todos los días resultan iguales es porque el hombre ha dejado de percibir las cosas buenas que surgen en su vida cada vez que el sol cruza el cielo". Si recientemente yo he estado meditando sobre la rutina, la estabilidad de la vida y las metas existenciales, al leer esta frase puede que sienta el estremecimiento propio de una epifanía y quizá le atribuya al autor la virtud de un hallazgo que yo mismo apenas intuía. Sin embargo, a otra persona cuyos afanes estén orientados en otra dirección, la frase pudiera resultarle insignificante. En este aspecto, el libro se parece mucho a esa multitud de aparatos, tratamientos y sustancias raras que dicen curar dolencias rebeldes a la medicina moderna: está comprobado que allí actúa el fenómeno de la sugestión, pues la persona siente lo que quiere sentir, oye lo que quiere oír y cree lo que quiere creer.

En síntesis, creo que mientras más dificultades tiene una persona para producir un pensamiento articulado, coherente y sustancioso sobre sí misma y sus circunstancias, más propensa está a adoptar algo compatible con su formulación ausente cuando lo oye en palabras escritas o dichas por otra persona. El problema es que, a menudo sin merecerlo, la simpleza de unos acaba provocando la ilusión de sabiduría de otros.

martes, 28 de agosto de 2007

¿Un "médico" pasado de la raya?

Hace un par de días me vi circunstancialmente como público en una presentación de "El médico a palos", célebre comedia de Moliére, presentada por el grupo Teatro Estudio ante unos trescientos estudiantes de bachillerato en un colegio capitalino. A juzgar por la reacción colectiva, me quedó la impresión de que el público realmente gozó por los casi setenta minutos de la representación. Sin embargo, un par de colegas maestros y varias jóvenes asistentes me comentaron, en distintos momentos, que sintieron la obra "un poco subida de tono", quizá algo "pasada de la raya", por la redundancia de situaciones humorísticas producidas a partir de alusiones sexuales y dobles sentidos bastante explícitos.

Coincido con uno de ellos cuando apunta que esta comedia no necesita vulgarizarse para resultar divertida y que la excesiva insistencia en bromas fálicas se aproxima mucho a la chabacanería; sin embargo, entiendo que este montaje fue diseñado "para jóvenes de educación media", queriendo con ello decir "para la majada", gente que posiblemente se aburriría si la obra presentara estos matices picarescos de modo más sutil.

A mi modo de ver, lo positivo del estilo de representación adoptado es que la carcajada, aunque fácil y primitiva, brota como reacción espontánea de la masa espectadora: nada hay menos divertido que explicar académicamente un chiste antiguo y, por ende, toda comedia que se precie de serlo debe cumplir con el objetivo primordial de hacer reír hoy, de manera genuina para que la catarsis sea verdadera, sin que el novel espectador deba pedir permiso para ello. Lo negativo, en contraparte, es el inherente machismo de la trama original, por razones históricas, tema cuya percepción por parte del público no sé si fue reflexiva o complaciente.

sábado, 18 de agosto de 2007

"Tebas", los objetos protagonistas.

Hoy hemos visto "Tebas", obra teatral a la que acudimos por gentil invitación de Alejandra Nolasco, una de las actrices involucradas. Este montaje de Fernando Umaña se basa en varios textos de la antigüedad griega y desarrollan la trama trágica de los hijos de Edipo, todo ello lleno de ingeniosos recursos escénicos para caracterizar a los personajes y establecer o insistir en las emociones planteadas.

Al final de los noventa minutos -y vaya en ello el reconocimiento del mérito actoral- me pareció que los protagonistas fueron, precisamente, los objetos; es decir, todo lo que, por virtud de los participantes, puede expresarse a través de cinco barriles, un par de tablones, dos o tres telas, una silla secretarial y una bicicleta estacionaria (además, claro, están las máscaras, la expresión corporal, las luces y los incipientes y dolorosos cantos en escena).

Lo antes dicho tiene sentido desde el momento en que el tono recitativo propio del teatro clásico es el mismo durante toda la obra, son los mencionados utensilios los que dan dinámica y mantienen el interés intelectual del público. Observo aquí que la obra no está dirigida al sentimiento sino a la razón, en tanto que el público no ríe ni llora, sino que reflexiona sobre el tema central: la orgullosa terquedad de un monarca, quien persiste en una injusticia. Quizá por ello en algunos medios la obra se promocionó como una reflexión sobre la realidad actual, aun cuando no me parecieron tan pertinentes los últimos objetos (fotografías) aparecidos al final, pues el paralelismo histórico entre estas y aquellas víctimas luce un tanto forzado.

En síntesis: buena obra, vayan a verla y, una vez allí... ¡deléitense con la plasticidad de tales armazones!

domingo, 12 de agosto de 2007

"Guanacos", ¿por qué?

El diccionario de la Real Academia Española de la lengua registra cuatro acepciones del término "guanaco": la primera se refiere a un "mamífero rumiante de unos trece decímetros de altura (...) animal salvaje que habita en los Andes meridionales". Como de estos seres se dice que no son muy inteligentes, la segunda definición aplica como adjetivo para una "persona tonta, simple", mientras que la tercera es sinónimo de "aldeano". Finalmente, en el cuarto apartado, se reconoce la palabra como gentilicio aplicado a las personas originarias de la República de El Salvador.

Bien es cierto que el proceder cotidiano de no pocos connacionales justificaría la relación de significados entre una y otra acepción, pero no estoy tan convencido de que ese sea el origen semántico de este modo coloquial de identificarnos. Por eso, a falta de una mejor explicación, o de que algún académico serio nos saque de la duda, lanzo la siguiente hipótesis.

La isla de las Antillas en donde Cristóbal Colón desembarcó el 12 de Octubre de 1492 fue bautizada por él como "San Salvador", mismo nombre con el que fue fundada en 1525 la ciudad que posteriormente sería la capital de este país centroamericano. Dicha isla era conocida por los aborígenes como "Guananí" o "Guanahani", de donde surge la posibilidad que en algún momento se haya relacionado una cosa con la otra, creándose la palabra derivada en cuestión, a partir del lexema "guana-".

viernes, 10 de agosto de 2007

Adita ya es "master"

Adita apareció en las clases de ajedrez que por la tarde daba yo hace algún tiempo en la institución educativa donde laboro. Tenía once años y era de esas niñas acaparadoras de la atención docente en toda aula, a veces con carácter de monopolio. Sin embargo, se le quedaba viendo al tablero con ojos enormes, como no lo hacían otros compañeritos de su edad, mientras se mordía los dedos de su mano derecha y tramaba aparentes disparates para con piezas propias y enemigas. Quizá el ser zurda hacía que viera las cosas de otra manera, porque a los pocos meses mostró una inusual habilidad para resolver los ejercicios y hacer cálculos abstractos, además de sorprender con lances inesperados a sus incautos rivales. El tiempo que duró esa primera formación me dio la certeza de un descubrimiento y, luego de unos quince meses bajo mi tutela, fue llevada al local de ajedrez del Instituto Nacional de los Deportes para continuar su desarrollo como atleta del pensamiento, creciendo en fortaleza. Ahora, más de ocho años después y tras muchos meses de no verla, me entero de que Ada Marcela Castaneda logró su título de Maestra Internacional de Ajedrez. En esta conquista, evidentemente, han contribuido muchas personas y circunstancias, pero como estas líneas son sólo mías, pongo en ellas mi orgullo docente, por aquella cuidadosa siembra que ahora da cosecha.

miércoles, 8 de agosto de 2007

El procesamiento de los ratones

De los varios métodos para eliminar ratas y ratones caseros, simpáticos pero dañinos roedores (aparte de los accidentes como el descrito en "electrocución contigua"), finalmente nos decantamos por la trampa de jaula, en donde la presa queda atrapada casi siempre sin sufrir daño alguno (excepto el psicológico, si cabe, y alguna que otra cola prensada por la portezuela). Preferimos este artefacto por sobre la tradicional trampa de resorte, por el feo espectáculo que ésta deja como testimonio de su funcionamiento: el animalito destripado o mutilado; tampoco nos convenció la conveniencia el veneno, que no su efectividad, pues animales de otras especies podrían morir al ingerir el cadáver; y mucho menos nos parecen bien las trampas de pegamento, pues no garantizan el éxito en armonía con la higiene.

El único problema significativo de este procedimiento es la respuesta a la pregunta esencial, una vez que el preso está en la jaula: "y ahora... ¿qué hacemos con el ratón?". He aquí algunas soluciones, las primeras dos sólo recomendadas por terceros y la última, la elegida:

a) Aplicar un procedimiento salvaje, como patearlo o atacarlo con el palo de la escoba o trapeador. Evidentemente, no estamos por estas vías tan incivilizadas.

b) Ahogar al roedor, enviándolo directamente a una cubeta con agua. Aunque muy digno del cuento "El flautista de Hamelin" y recomendado por el vendedor de la ferretería, decidimos no hacerlo por no presenciar tantas muertes y, además... ¿qué tal si el animalito sale nadando?

c) Caminar hasta el tragante de aguas lluvias de la esquina de la cuadra y, una vez allí, liberarlo. Al fin y al cabo, un "mus musculus" más o uno menos no causará ni la salvación ni la extinción de la especie (la dificultad está en las miradas de los transeúntes cuando uno va en tal peculiar recorrido, caja y ratón en mano; por eso, hay que buscar horas de poco tráfico humano. Si hay pereza, conformémonos con la acera de enfrente).

Con este último proceder he tenido generalmente resultados exitosos en la deposición final, aunque ha habido excepciones notables, a saber:

- Una vez, el animalito en cuestión atravesó la calle a toda velocidad y volvió a entrar por la puerta principal de la casa. ¡Vaya necedad!

- Hubo un huésped muy pequeño que intentó escapar a través de las rejas, pero quedó infelizmente atrapado entre los fierritos. ¡Qué trabajo y qué derramamiento de vísceras ratoniles costó sacarlo de ahí!

- Otro de ellos, ante la puerta de su prisión abierta, se negaba a salir, por más sacudidas que se le diera, aferrado con uñas y dientes al interior del receptáculo. Para su mal, entre el zarandeo la puerta se volvió a cerrar de golpe, dejándolo sin cola antes de que finalmente fuera expulsado de ahí, por vías poco ortodoxas. ¡Feo espectáculo!

- En otra ocasión, el pequeño mamífero corrió unos cuantos metros antes de ser alcanzado por un zanate que, cual feroz depredador, lo acometió a picotazos, desayunándoselo en el acto. ¡Que Hitchcock tenía razón en "The birds"!

sábado, 4 de agosto de 2007

Lenta destrucción

Tras las varias y recientes actividades de mantenimiento y reparación caseras finalmente he logrado comprender a cabalidad el concepto de "vida útil" de los objetos. De pequeño, recuerdo el fuerte carácter de mi padre ante los aparatos y utensilios que se arruinaban mientras eran usados: siempre mostraba su enfado pues quizá él consideraba que las cosas eran eternas; sin embargo, viendo hoy con detenimiento las tuberías, empalmes, puertas, rejas, ventanas, techos, conexiones, pisos y maderas, noto ahí la inconfundible huella del tiempo y su lenta destrucción a través del óxido, polillas, corrosión, descascaramiento, pudrición, etc. (que vasos, tazas y recipientes se quiebren entre esta y aquella manipulación, también debe considerarse como connatural a ellos; su renovación constante y moderada, por lo tanto, ha de ser parte del presupuesto). De todo lo anterior resulta que, como durante los años pasados he vivido en el error, creyendo que la casa es idéntica a sí misma desde que existe... ¡oh, terribles descubrimientos tras las vanas y frágiles apariencias!