domingo, 31 de agosto de 2014

Entonces lo supe

DIEZ PERLAS DE SABIDURÍA EMPÍRICA EN 140 CARACTERES O MENOS

Supe de la gratuidad de las leyes de tránsito cuando le pusieron otra esquela a aquel motorista de microbús con US$3K en multas sin pagar.

Supe (o recordé) cómo se fragua la cultura nacional tras leer la gran sacada de trapos sucios a la Bailarina, cortesía de la Escritora.

Supe de nuestra vulnerabilidad política cuando endiosamos y le dimos el poder a un magnífico lanzador de críticas... por esa sola virtud.

Supe de la altura intelectual del público ilustrado cuando pidieron bajar el volumen a músicos de trova y poesía, para platicar a gusto.

Supe el estado real de la fe popular cuando el vecino no firmó la queja contra el ruido del culto porque no quería que Dios lo castigara.

Supe los criterios de la prensa especializada cuando declararon "Hacer nuestro el universo" la mejor canción nacional de todos los tiempos.

Supe en qué se habían convertido los programas de análisis al ver al Pornoabogado como panelista consuetudinario.

Supe que la literatura jamás volvería a ser fuente de orgullo nacional cuando vi a adolescentes leyendo fascinados "El asco", de H.C. Moya.

Supe que no estamos en ruta a otro Mundial cuando, 25 años después, aún hablamos del Mágico como si fuera nuestro mejor jugador activo.

Supe que la civilización había dado un paso atrás cuando "Ingrata", de Café Tacvba, era cantada a gritos por multitudes juveniles.

viernes, 29 de agosto de 2014

Fastidio seudoperiodístico

¡Qué fastidio leer noticias o reportajes escritas como que fueran novelas! De un periódico, en temas de interés público uno espera obtener información puntual, exacta y a profundidad. Si los periodistas tienen inquietudes o incluso talentos literarios, entonces que hagan poesía o narrativa y allí que se den gusto con las técnicas vanguardistas.

El Faro no es el único, pero siempre nos proporciona ilustrativos ejemplos:

"Son las 5 de la tarde y en la sala de reuniones del edificio A5 en el centro de gobierno se ha convocado a una reunión con los directores nacionales. Este jueves 17 de julio, Ramón Rivas se dirige a su equipo de trabajo, ese que había anunciado 16 días atrás. Habla un poco subido de tono, se le nota molesto, indignado."

(De la nota "Secretario de Cultura sofoca intento de derrocarlo", 27 de agosto de 2014 en el periódico digital "El Faro")

Otro célebre ejemplo fue el reportaje de Carlos Dada titulado "Así matamos a Monseñor Romero" (del 22 de marzo de 2010, siempre en El Faro). Extensísimo como él solo, dilatando artificiosamente las grandes revelaciones prometidas, al final dio menos información de la que ya se sabía.

Este ampuloso estilo de redacción se puso de moda hace varios años en los periódicos de gran tirada y ahora se cuela incluso en televisión.

Muchas personas que tienen vocación de escritor/a trabajan en el área periodística, de acuerdo, pero con este tipo de textos dan la impresión de no saber distinguir entre una cosa y otra. Creen que porque Truman Capote inventó la "novela-reportaje" en los sesentas, pueden hacer ahora un "reportaje anovelado" o una "noticia dramatizada".

Confunden el sebo con la manteca.

sábado, 23 de agosto de 2014

De El Poeta Nacional

La poesía de Alfredo Espino es la expresión de un “yo lírico” que encuentra en la naturaleza motivos para expresar su ternura, su maravilla, su compasión, sus esperanzas y sus anhelos de paz interior en medio de aves, pájaros, árboles, mares y nubes.

Si por infantil hemos de entender lo ingenuo (se le llamó “El Poeta Niño”), no es este el adjetivo que mejor calza para los poemas de “Jícaras Tristes”, su único y póstumo libro. Más bien lo que hay en muchos de ellos es la desesperada necesidad de encontrar un refugio ante las penalidades y sinsabores de una existencia atormentada, incapaz de encajar en un cuerpo social que le es extraño y repulsivo.

Cumbres, divinas cumbres, excelsos miradores...
¡Que pequeños los hombres! No llegan los rumores
de allá abajo, del cieno; ni el grito horripilante
con que aúlla el deseo, ni el clamor desbordante
de las malas pasiones... Lo rastrero no sube:
ésta cumbre es el reino del pájaro y la nube...

(De “Ascensión”)

En ese afán, Alfredo Espino logró plasmar literariamente los elementos más representativos de un idílico paisaje salvadoreño de principios del siglo XX, que en la memoria colectiva de las generaciones nacidas hasta antes de 1980 se volvieron elementos vinculantes con la nacionalidad.

Mucho se ha discutido -a menudo visceralmente más que con la razón bien puesta- sobre el epíteto más conocido de Alfredo Espino, “El Poeta Nacional”. Una de las opiniones autorizadas con mayor fundamento está en el prólogo a la edición de “Jícaras Tristes” de Clásicos Roxsil (1989), hecho por el académico Francisco Andrés Escobar, quien en 45 páginas hace un análisis de la vida, contexto, obra y recepción de la poesía de Alfredo Espino, ponderándolo en su justa dimensión y enfatizando lo siguiente:

Alfredo es el poeta nacional porque en su voz la salvadoreñidad se reconoce desde su modo de ser más íntimo.

Y, curiosamente, estas profundas raíces salvadoreñas están en el paisaje, más que en las gentes.


Posdata: para muestra de lo anterior, dejo aquí la musicalización de “Árbol de fuego”, ese raro amigo al que Alfredo Espino le compuso un poema lleno de coloridas metáforas.

martes, 19 de agosto de 2014

No se culpe a nadie

Suicidarse es una decisión íntima, personal e inexorable. Luego, que no se culpe a nadie por esa tragedia en donde víctima y victimario son la misma persona.

Cuatro experiencias de suicidio he conocido, unas más cercanas que otras, unas más dolorosas: un compañero de colegio que jugaba a la ruleta rusa allá por los años ochenta, un amigo entrañable que lo hizo por motivos filosóficos en la universidad, un jovencito de doce años con gran inteligencia lógico-matemática pero grandes carencias de estima propia y una exalumna con todo lo que una joven veinteañera podría querer, y sin embargo…

Las penas del suicida cesan en cuanto el acto se consuma, pero el dolor de sus seres queridos es infinito.

La reacción -superficial aunque natural- de las demás personas es dirigir silenciosas miradas de recriminación a sus deudos, ¿qué no se dieron cuenta, por qué no hicieron algo, qué no le querían…? Mas difícilmente podrían haberlo evitado. En todos los casos que mencioné, había una familia completa y funcional, amorosa y que apoyaba, además de una comunidad fraternal relativamente amplia. De nada sirvió, porque el suicida, si es auténtico, medita en secreto, hace planes, conspira contra sí mismo/a sin dejarse ver hasta que ya ha cumplido su cometido.

El suicida duele, sacude y cuestiona, muchas veces de tal manera que su terrible decisión influye en otros potenciales candidatos/as a la autodestrucción para cambiarles la perspectiva de vida y, paradójicamente, impulsarles a vivir con mayor plenitud, aún desde el dolor tan hondo de la pérdida.

Así pues, descansen en paz, mis queridos suicidas. Desde este lado del espacio-tiempo, les seguimos recordando.

lunes, 18 de agosto de 2014

El infierno según Asimov

"Las concepciones dantescas del infierno eran pueriles e indignas de la imaginación divina. Fuego y tortura... El hastío es mucho más sutil. La tortura interior de una mente incapaz de escapar de sí misma en modo alguno, condenada a pudrirse en la exudación de su propio pus mental por toda la eternidad resulta mucho más refinada."

"La trompeta del juicio final", Isaac Asimov.

Oda al fino humor

No es habitual ver una sutil comedia con una sensación permanente de agrado y sonrisa sin que esta llegue a producirse de modo estentóreo, aunque sea omnipresente en el espíritu. Tal es la reacción que experimenté ante la película “The Grand Budapest Hotel” (2014). Basada en escritos de Stefan Zweig, buena parte de su humor ingenioso brota de la elegancia literaria que a todo se sobrepone, un lenguaje diplomático en situaciones tan inverosímiles como divertidas. La notable, hilarante y cautivadora caracterización de M. Gustave por parte de Ralph Fiennes bien puede considerarse la piedra angular del filme. Yo la vería de nuevo.

sábado, 16 de agosto de 2014

Anodinos tras la máscara

A casi todo personaje público -ya sea del mundo del espectáculo, de la política y hasta de la literatura- suelen aparecerle una o varias cuentas falsas en redes sociales, especialmente en Facebook.

El expresidente salvadoreño Mauricio Funes no es la excepción y seguramente los varios perfiles falsos que hay no los ha mandado a hacer él: son iniciativas espontáneas de gente anodina que necesita sentir que es alguien, así sea suplantando o fingiendo una identidad ajena, como hacía el siniestro personaje de la película “Talented Mr. Ripley” (1999), aunque en estos casos con mucho menos talento.

Asomarse por esas cuentas en “una vejación para el espíritu”, en términos de Max Ehrmann.

No sé qué es más patético: si tan solo imaginar a quienes están detrás de esos perfiles apócrifos o quienes escriben allí una sarta de adulaciones y despropósitos, creyendo que hablan con El Elegido.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Vaya: 100 metros vallas.

Aprovechando que un grupo de estudiantes de 13 años en su clase de deportes estaban realizando la prueba de 100 metros vallas, vi la ocasión y dije: “Nunca la hice en mi vida, ¡ahora es cuando!”

Le pedí entonces a un chico (a quien para proteger su identidad llamaré “Pollo Real”) que me hiciera el favor de cronometrarme el intento, no sin antes probar con una sola valla para ver si no caía de bruces o de espaldas (que en lenguaje popular se dicen de otra manera ambas cosas).

Pedí un pitazo de salida y fui saltándolas una por una sin fallar. No puse énfasis en la velocidad sino en completar la prueba sin quebrantos, que si la hago a tope, colapso. Cuando ya iba por la séptima, sentía el aire que me faltaba. En la octava visualicé una pirámide precolombina. En la novena recordé mis peores momentos en el ascenso del bosque “El Imposible” y en la última todo se olvidó para alcanzar el éxito.

Al final, 30.26 segundos. No está mal para ser la primera experiencia de un hombre de 47 años y 210 libras de peso.

Lo que me preocupa es que fui más rápido que muchos de los chicos.

domingo, 10 de agosto de 2014

Atrapados en la pecera

Una de las cosas más bonitas de la enseñanza y promoción del ajedrez en niveles básicos es la posibilidad de ver el rápido progreso de un niño o niña con talento, que en cosa de dos o tres años emerge desde cero hasta niveles competitivos serios y en cuatro o cinco años más puede alcanzar títulos y un respetable rating internacional. Repetir una y otra vez esa historia con diferentes personas es una motivación constante y a todos nos llena de alegría.

Sin embargo, una vez alcanzados ciertos logros (que dependen de las expectativas personales y del apoyo institucional que el joven ajedrecista tenga), con demasiada frecuencia en El Salvador vemos que el progreso se detiene y los nuevos retos se vuelven cada vez más inalcanzables.

Dicho de otra manera: el jugador o jugadora llega a un techo -bien porque se lo haya puesto a sí mismo/a, bien porque sea el resultado del contexto o sencillamente porque es lo que da de sí- con un nivel de juego que le permite estar en la élite nacional y competir bien en torneos centroamericanos, pero le condena a la medianía de la tabla cuando se trata de competiciones de mayor nivel, en donde cumple la rutina de ganarle a los débiles y perder con los fuertes, tanto así que con la misma redacción podrían haberse publicado las noticias sobre la actuación de nuestros mejores tableros en ese tipo de torneos, cambiándoles nada más la fecha. Literalmente y sin ánimo peyorativo, son actuaciones "sin pena ni gloria".

¿Qué hace falta para dar el salto de calidad?

Obviamente, voluntad y compromiso personal por pasar al siguiente nivel, según cada caso; sin embargo, esto pasa necesariamente por invertir una buena cantidad de tiempo que en la vida adulta solo es posible con ajedrecistas profesionales (entiéndase, que su trabajo sea ese), cosa que en nuestro medio no procede. Luego están los apoyos institucionales, patrocinio estatal o privado para mantener al ajedrecista en permanente competencia en torneos de alto nivel, pero ya se saben las limitaciones que hay en este ámbito. Y jugar sólo por internet no es lo mismo.

La pregunta, entonces, sigue flotando en el ambiente: ¿se puede...?

viernes, 8 de agosto de 2014

Ese sufrimiento añadido

Pocas cosas me alteran tanto como escuchar a quienes dan falsas esperanzas de curación milagrosa a enfermos terminales.

Hay depredadores materiales, charlatanes o estafadores que venden sus servicios aún a sabiendas de que no hay esperanzas razonables o el padecimiento está fuera del alcance de la ciencia o de sus habilidades profesionales. Son despreciables y merecen la cárcel.

Pero también están quienes, desde una postura de autoridad espiritual, les hacen creer a las pobres gentes que orando con fe y de corazón ese cáncer incurable se irá, esas células nerviosas muertas se reactivarán o esos riñones volverán a funcionar.

Hay buenas almas que no ven nada de malo en crear estas expectativas. Que la esperanza de mejorar ayuda al cuerpo, dicen; que a fin de cuentas puede que suceda, dicen.

Pero no sucede.

Y así se añade sufrimiento psicológico al daño físico, por cuanto el atormentado o la afectada ve que, por más llanto suplicante y devoción sincera que ponga en sus oraciones, su cuerpo duele y se sigue deteriorando inexorablemente.

A esta frustración constante y progresiva se unen terribles sentimientos de una culpa infinita por no ser digno/a de la gracia solicitada, o aún peor, por llegar a creer que la enfermedad responde a un cruel designio divino más allá de la comprensión humana.

Esto no tiene que ser así. Tampoco es ni la única ni la más sana forma de lidiar con ello.

He visto de cerca oraciones de terceros que piden una de dos cosas: que sane la persona enferma o que, si es la voluntad del Altísimo, cesen sus sufrimientos en este mundo y repose eternamente en Su compañía. Creencias aparte, dicha postura me parece respetable por sensata, piadosa y, sobre todo, razonable.

Lo que me mata es lo otro.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Humor religioso con palmaditas

Así en el Cielo como en la Tierra” es una película de 1995, escrita y dirigida por el español José Luis Cuerda (cuya película más celebrada es “La lengua de las mariposas”, de 1999). La vi por primera vez hace muchos años en una extraña transmisión de señal abierta del Gran Canal Latino y, tras varios intentos infructuosos por comprarla legalmente, me la encontré hace poco en los torrents.

Trátase de una comedia religiosa desenfadada, hecha sin resentimiento y hasta con un par de palmaditas. Maneja un humor que oscila entre la parodia y la farsa, sin dejar por fuera varios chascarrillos intelectuales. El Cielo es una réplica de la España rural, construido sobre la base de la interpretación literal de la Biblia y las creencias católicas tradicionales, lo que explica su título; sin embargo, todo esto se contrapone con una Tierra en donde aquéllas son cosas desactualizadas a las que nadie hace caso. De allí se derivan una serie de situaciones hilarantes y absurdas, tanto por la falta de correspondencia entre los mitos tradicionales en su concepción simplista con las realidades del presente, como por el fracaso estrepitoso de los planes de Dios Padre, que ha planeado ejecutar un Apocalipsis, digamos, de bajo presupuesto.

El gusto está no tanto en lo visual como en lo conceptual. El ritmo tiende a la tranquilidad y morosidad característica del cine europeo; no obstante, dentro de todo ello hay escenas memorables, como cuando uno de los hombres que va al Juicio Final se encara con Dios y le dice:

- Me llamo Norberto y he venido obligado. Soy ateo.

Y también cuando Dios Padre se pone a leer libros de autores ateos, como Nietzsche y Sartre, y ante la prevención que le hace su hijo, no fuera a ser y él mismo se vuelva ateo, dice: “¡Si no fuera una idea tan retorcida, me lo pensaría, fíjate!”

Mire que tiene su gracia.

martes, 5 de agosto de 2014

De Gelbfuhs-Neustadtl a Sonneborn-Berger

La clasificación de un torneo de ajedrez tiene muchos sistemas de desempate, uno de los más usados es el Sonneborn-Berger, que valora más los puntos obtenidos ante rivales que han tenido un mejor desempeño en un torneo dado. Esta puntuación para determinado participante en un torneo individual se obtiene al sumar el puntaje de los rivales a los cuales dicho jugador derrotó, más la mitad del puntaje de los rivales con quienes ese jugador hizo tablas.

Desde hace algunos años, la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) usa un sistema Sonneborn-Berger modificado para torneos por equipos, el cual se obtiene sumando los respectivos resultados de multiplicar los “game points” o marcador logrado ante cada equipo enfrentado por los “match points” o puntos conseguidos por dicho equipo en la competición, excepto el del que puntuó menos.

Cálculos y ejemplos aparte, lo interesante del caso -y que es el objeto de esta entrada- es destacar que el sistema Sonneborn-Berger no fue inventado ni por William Sonneborn (banquero inglés, 1843-1906) ni por Johann Berger (maestro ajedrecista austríaco, 1845-1933).

Según varias fuentes publicadas en internet, que citan libros de la época, la propuesta de este sistema de desempate la hizo el ajedrecista de origen checo, Oscar Gelbfuhs (1852-1877), en un torneo en 1873, que fue secundada con una pequeña modificación por el médico praguense Hermann Neustadtl (1962-1909), a través de una carta enviada a la revista “Chess monthly” en 1882.

Lo que hicieron Sonneborn y Berger fue discutir las ideas de Gelbfuhs y Neustadtl, proponiendo modificaciones que prácticamente fueron descartadas y nunca se usaron en torneos, mientras que sí acabó aceptándose la idea original de los checos.

¿Por qué circunstancias el sistema acabó conociéndose como Sonneborn-Berger y no como Gelbfuhs-Neustadtl, como debería ser? No lo sé, pero visto así... ¡vaya injusticia histórica!