miércoles, 23 de julio de 2008

Litigio forestal

Todo accidente tiene una explicación más o menos lógica y una parte medianamente absurda: he ahí su paradoja esencial. Entre una y otra, uno de los dos conductores autorizados, vigentes y debidamente licenciados que hay en mi casa (que no es quien aquí escribe) rompió el vidrio trasero del vehículo en el que, de retroceso, procedía a estacionarse en el parqueo de un conocido centro comercial.

Cuenta que desde todos los retrovisores y aun torciendo la nuca se veía un potente y erguido tronco vegetal, pero desde el particular ángulo en que se encontraba el susodicho no era evidente la inclinación progresiva que el vivo trozo de madera tenía hacia el vehículo en lento pero constante movimiento: de ahí el resultado (¡crash!).

Como la compañía aseguradora cubre daños propios, los añicos a que fue reducido el mencionado cristal no se transformarán en un severo golpe monetario al bolsillo de este escribiente, aunque sí en un toque de atención hacia el responsable (¡hay que mirar bien el entorno antes de tales maniobras!); sin embargo, en el transcurso del papeleo correspondiente no he descartado del todo dos señalamientos imperativos y complementarios:

a) por haber suprimido de los programas de estudio la materia de Estética, donde se estudiaba el efecto de escorzo, la perspectiva y la contracción proyectiva en pintores de finales de la Edad Media y el Pre-renacimiento... ¡reclamar airadamente a quienes diseñaron el actual currículo educativo nacional!

b) por crecer en un sitio tan impertinente, rodeado de miles de metros cuadrados de asfalto, y aún así expandir sus pesadas ramas con inclinaciones invisibles a los ojos de un conductor en reversa: ¡demandar al árbol!

sábado, 19 de julio de 2008

Muy buena "come-tragedia"

No, no me refiero a la vida misma, sino a “In Bruges”, una buena película de este año que (sin la menor extrañeza) no recuerdo haber visto en cartelera. Trátase de un par de sicarios refugiados en la ciudad belga de Brujas -medieval, tranquila, artística- quienes parecen, el uno, un apacible filósofo como no puede haberlo y, el otro, un manojo de culpas por expiar (anotación trivial al margen: Colin Farrell tiene una cara de Deco que no puede con ella). De Ralph Fiennes en el papel de contratante sólo puedo decir que es la primera vez que no bostezo ante su presencia escénica, quizá porque aquí sí hace algún gesto emotivo coherente.

Cargada de ese humor tan fino y escaso como lo raro y minúsculo, merece armónicas sonrisas más bien existenciales, por lo irónico y absurdo de nuestra condición (la escena de los dos tipos en el parque, sendas pistolas en mano y apuntando a la misma cabeza, acaba con cualquier argumento en su contra).

En cuanto al género, emulo las anotaciones ajedrecísticas que apuntan en sentidos contrarios en donde prevalece el último signo ("¿!" es algo así como "interesante, quién quita, déle", mientras que "¡?" puede traducirse como "parece buena, pero es dudosa, quién sabe"); por eso, digo "come-tragedia" y no "tragicomedia". Y aunque mi ilustre cónyuge me critique tanto por acudir previa e invariablemente a la clasificación de Imdb.com, debo mencionar que la alta expectativa creada a partir del prometedor 8.1 allí colocado no ha sido de ningún modo defraudada.

domingo, 13 de julio de 2008

Del ISSS

Generalmente, sólo las malas noticias son noticias, pues los medios de difusión masiva (autodenominados “de comunicación social”) tienden a considerar (acertadamente) que el morbo vende más. Así, el conjunto de publicaciones relacionadas con el Instituto Salvadoreño del Seguro Social fácilmente puede inducir terror en un enfermo medianamente consciente, pues sólo reseñan casos que dan “cosa” (as Doctor Chapatín said), sin olvidar la pésima imagen que han dejado algún exdirector corrupto y algotro sindicalista perverso.

La verdad, no obstante, siempre es más compleja y no se puede saldar de un plumazo.

Particularmente, la atención y tratamiento con diversos tipos de diálisis que mi madre ha recibido allí desde hace seis años le ha proporcionado bastante de eso que técnicamente llaman “sobrevida”, en condiciones bastante dignas. De esto, ella y toda nuestra familia hemos de sentirnos afortunados, pues de no ser por el principio de solidaridad que fundamenta el funcionamiento del ISSS, ese tratamiento en el sector privado nos resultaría incosteable y, en el sector público, lastimoso y lamentable (¡unámonos a la campaña nacional “menos diputados en la Asamblea por más máquinas de hemodiálisis en el Rosales”!).

Realmente, la gran mayoría de personas con quienes hemos tratado en el ISSS (médicos, enfermeras, camilleros, personal de limpieza y administrativo) nos han atendido bastante bien, dentro de las posibilidades que su entorno laboral les permite y a veces incluso un poco más. Que hay quejas... sí, podríamos mencionarlas (y, de hecho, las ponemos ante las instancias respectivas), pero las más de éstas son atribuibles al mayor mal del que padecemos en El Salvador: la “cultura salvadoreña” o "el mal modo de hacer cada pequeña cosa que se hace o, incluso, que se deja de hacer". Y de eso todos padecemos en mayor o menor medida.

Por eso, al pesar uno y otro lado, me quedo con un balance positivo y, al menos aquí, me permito ser moderadamente optimista en que la institución puede ser aún mejor en los años venideros.

sábado, 12 de julio de 2008

¡Vaya oferta!

Lo primero: desalentar la compra de trituradoras (en realidad, desolladoras) de papel marca Fellowes, del tipo liviano (las más baratas): son tan frágiles que los engranajes internos plásticos pronto quedan inservibles, así se utilicen en estricto cumplimiento del manual. Pero bien, ya que tengo una desde hace un par de años, viene ésta y se daña; voy yo y pregunto por una similar en una mega-tienda (que sólo identificaré por sus iniciales "O.D.") y resulta que no hay, que sólo de las más matonas y no pocos dólares; pero tienen una idéntica en remate, oferta de $ 9.99... ¡sólo que no funciona porque tiene los engranajes dañados! (círculo vicioso filosófico).

He aquí, entonces, mi punto: yo pido quitarle los seis tornillos de la cubierta, abrirla para asegurarme que no es la misma pieza la que tiene dañada la mía, así entre aquélla y ésta armo una que funcione. Mi petición es tan sensata... que me la deniegan. ¿Pues qué oferta, qué gran remate es este? Absurdo o inescrutable. ¿Quién les va a comprar una máquina arruinada, sin posibilidad de devolución ("luego de la venta, no lo conocemos"), sin que el cliente siquiera sepa si le va a servir o no? Por esta no-venta, señores, no irán a la quiebra y ya veré yo de qué forma reconstruyo la ruedita dentada en cuestión. ¡Pero -oh, sí- les auguro que esa máquina de su “remate” la tendrán ahí arrinconada por los siglos de los siglos!

jueves, 10 de julio de 2008

El país de "nadie hace nada"

Ni me refiero a nuestra inveterada multitud de vacaciones por esto, aquello y lo de más allá; ni tampoco a la novedosa práctica de los “puentes vacacionales” por doquier. No: el título de esta entrada tiene que ver con la inoperancia de las instituciones “responsables” o “competentes” (¡ja!), cuya existencia sólo se debería justificarse si velaran por el cumplimiento de las leyes, sean estas pequeñas, medianas o grandes.

Resulta, pues, que nuestro buen amigo (a quien solemos llamar) Jeff dejó inservible su viejo Sentra del ’87 y él mismo tuvo suerte de salir bastante ileso, porque andando en carretera nocturna chocó contra la parte trasera de un camión que circulaba (afortunadamente) en su misma dirección, pero sin luces, “ojo de gato” ni cinta reflejante alguna (cuenta que, al sentir el impacto, el conductor del mastodonte simplemente aceleró un poquito más hasta perderse en la penumbra).

¿Qué de las revisiones técnicas vehiculares? ¿Qué del ojo y la señal correctora de la policía de tránsito? ¡Por gusto, señoras y señores! Aquí cualquiera circula de la manera que le place, ya sea en chatarra ambulante, vehículos alterados y sin placa, llantas lisas como panza de batracio, aditamentos amenazantes para los demás conductores, bicicletas a media calle y en sentido contrario, “pícaps” repletos de ganado humano, polarizados negros-negros para esconder mañosos... ¡y todos tan tranquilos!

Puesiesque como creemos que somos más “vivos” al apartarnos de las leyes lógicas, yo tanteo que la solución nues cosa ni de estos ni de los otros que lleguen al gobierno: ¡que estamos fritos y condenados con esta idiosincrasia tan pura babosada!

sábado, 5 de julio de 2008

Usurpaciones cotidianas

El turno de la fila de espera (que en realidad es columna) le pertenece a la persona que lo ocupa y, por lo tanto, sólo puede ser cedido a otra persona amiga en tanto que la actual ocupante se quite de ahí. El turno de delante de quien se atreva a ofrecerlo no es de su jurisdicción, dominio o propiedad, porque al cederlo también retrasa un lugar a todos y cada uno de los que vienen detrás. ¿Con qué derecho, pues, vienen y le dicen al fulano o fulana “¡venga, métase aquí!”?