miércoles, 7 de junio de 2017

Una estafa literaria

Roberto d’Aubuisson, la más polémica biografía, libro escrito por Geovani Galeas y publicado por Editorial Cinco en 2017, es una estafa literaria.

Admito y confieso que caí en ella con bastante ingenuidad, pues me creí las etiquetas publicitarias que me vendieron el libro como “la inquietante y a la vez fascinante historia de su vida” y “la descripción del hombre más allá del mito”.

Luego de concluir tortuosamente la lectura de sus 374 páginas, tengo ánimos de pedir la devolución de mi dinero, pues el producto no cumple con lo ofrecido. En cuanto al tiempo allí dejado, no hay modo de recuperarlo. Escribir una crítica es, si acaso, una manera de que esa pérdida contribuya en algo a prevenir incautos/as.

Pero vamos por partes.

En cuanto al formato, observo que la diagramación del volumen es bastante tosca, con fotografías insertadas sin ton ni son y, además, varios textos “de contexto” en recuadros grises de casi el 50 % de opacidad, que abarcan varias páginas. Esto dificulta su lectura e interrumpe el hilo conductor de cada capítulo; pero aún así, se lee.

Y en cuanto a la sustancia, pues…

El libro no es tanto la historia de la vida del extinto Mayor, como la historia de la génesis y evolución del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), que surgió como reacción de la derecha política al golpe de estado del 15 de octubre de 1979. Claro está: no tiene sentido una cosa sin la otra, pero fuera de ese tema y en términos estrictamente biográficos hay apenas un par de episodios y escenas de la infancia y juventud de d’Abuisson, contados por familiares y amigos en tono risueño y benevolente.

El grueso del texto se centra, pues, en el periodo político comprendido entre los años 1979 a 1985: desde que el venerado Mayor concibió su proyecto, hasta que estuvo cerca de ganar la presidencia de la república, cediendo luego cierta cuota de protagonismo a personajes más moderados y potables, tanto nacional como internacionalmente.

Todo lo anterior es relatado por varios personajes ligados estrechamente a d’Aubuisson y al partido Arena, de cuyo sonsonete anticomunista y de salvación nacional ya conocemos (y hemos tenido) bastante.

¿Cuál es, entonces, la estafa?

Es que si a mí, como lector interesado en la historia salvadoreña, me hubieran venido a ofrecer este mismo libro, pero titulado correctamente (por ejemplo: Génesis y esplendor del glorioso partido Arena), seguramente no lo habría adquirido, porque he leído y escuchado ya suficiente sobre el tema y, francamente, me harta ese discurso que oscila entre la fantasiosa autoalabanza y la grave distorsión de la historia que desembocó en la guerra civil de los ochentas.

Pero dijeron que era algo distinto, y eso es publicidad engañosa.

Imaginemos una biografía seria y algo más completa del mayor Roberto d’Aubuisson. Allí, uno esperaría encontrar detalles sobre su labor en la Agencia Nacional de Seguridad Salvadoreña (Ansesal), responsable de graves violaciones a los Derechos Humanos durante el gobierno del general Carlos Humberto Romero. El trabajo que realizó en esa dependencia bastaría para haberlo condenado en un juicio por crímenes de guerra (porque, recuerden, la tortura es uno de ellos).

En lugar de eso Geovani Galeas, redactor del mamotreto, se esmera por exculpar a d’Aubuisson, validando testimonios interesados o estratégicamente seleccionados.

En este afán, una de las partes más chocantes sobre el Mayor y Ansesal es lo que cuenta sobre él la excomandante guerrillera Ana Guadalupe Martínez, quien prácticamente lo describe como un secuestrador amable, desde esa visión psicológicamente enfermiza que es el Síndrome de Estocolmo.

Ahora bien, en cuanto al anunciado propósito de presentar al “hombre más allá del mito”, no hay nada de eso; por el contrario, página tras página se va reforzando la idea que d’Aubuisson fue prácticamente un prócer, al transcribir -con esmerado cuido de estilo y sin mayor cuestionamiento- las palabras de quienes así lo sienten. “Poca gente he conocido yo con tanta, nobleza y generosidad de espíritu”, dice el coronel Ochoa Pérez, uno de sus ilustres amigos (como otros del calibre de Domingo Monterrosa y compañía).

En una biografía mínimamente razonable de un ser humano, en quien se suponen virtudes y defectos, habría habido espacio para algunas zonas oscuras; pero en este caso el afán adulatorio es tan burdo que, por no menoscabar su imagen inmaculada, ni el redactor Galeas ni sus patrocinadores se atrevieron siquiera a contar una razón específica del divorcio del Mayor a mediados de los ochentas, pese a que -muy entre líneas- se puede deducir que no fue por ser aquel hombre ejemplar que nos quieren pintar.

Tales son los aspectos más notorios del contenido, en cuanto a la figura de d’Aubuisson se refiere: nada distinto de lo que sus adeptos han venido repitiendo por décadas, si acaso con algunas anécdotas poco conocidas y otras con marcada sensiblería, pero encaminadas al mismo propósito.

Sin embargo, hay un aspecto intelectualmente repulsivo que nos ofrece el libro en cuestión, y tiene que ver con el escribiente, quien se puso como personaje de su propio libro.

En varios pasajes y de manera muy reiterada, Geovani Galeas insiste en dos temas, prácticamente a nivel de suplicatorio ante el público: primero, su objetividad y profesionalismo como investigador histórico; y segundo, que él es un hombre de izquierda.

En cuanto a lo primero, es muy difícil aceptar la pretendida objetividad de alguien que valida y transcribe todas las adulaciones (o incluso las dice como afirmaciones propias que denotan fascinación), pero al mismo tiempo muestra severas reservas frente a las acusaciones contra su biografiado, hasta el punto de desacreditar el informe de la Comisión de la Verdad y los elementos de juicio que le entregó el Idhuca.

¿Una muestra? En la última parte del libro, Galeas refiere que Marisa d’Aubuisson (hermana del finado Mayor e ideológicamente antagónica), le negó una entrevista, de lo cual se lamenta en estos términos: “Lástima, porque algunas cosas que tenía que preguntarle son muy graves”. Y algunas páginas después, revela cuáles eran esas preguntas: ¡puros ataques y cuestionamientos personales contra doña Marisa!

Otra más: es curioso que no haya en todo este libro “objetivo e imparcial” siquiera un mínimo análisis de los programas televisivos en donde el mayor d’Aubuisson arremetía contra sus enemigos, acusando con nombre y apellido a personas que, días después, eran asesinados por los temidos Escuadrones de la Muerte, como fue el caso de Mario Zamora Rivas y tantos otros.

Otra joya de razonamiento “objetivo” es esta: pese a saber del trabajo del Mayor en Ansesal, y que éste robó los archivos de dicha organización inmediatamente después del golpe del ’79 (entiéndase, listas negras de opositores reales o supuestos), el buen Geovani no ve en esto una vinculación con los escuadrones paramilitares.

Y así por el estilo.

En cuanto a la otra insistencia de Galeas, es cuando menos paradójico que un tipo que se denomina “de izquierda” (casi como para validarse éticamente) acepte y les dé sustento textual a las tesis políticas de la derecha más recalcitrante.

En esa línea, la conclusión general a la que llega es particularmente llamativa. Formulada en parte con sutileza y en parte con intencionada ambigüedad, Galeas viene a decir de d’Aubuisson lo siguiente:

Que, como el Mayor fue formado en una sociedad y en una institución autoritaria, en labores de inteligencia militar y una época de guerra, él “actuó en consecuencia”.

Esta perversa idea es prácticamente la que todo este tiempo han esgrimido como defensa los militares acusados de crímenes de guerra y de lesa humanidad, desde las masacres de finales de los setentas, pasando por el genocidio de El Mozote hasta el asesinato de los jesuitas de la UCA en los ochentas. Invariablemente, repiten este estribillo: “las acusaciones son falsas, pero lo hicimos en defensa de la Patria”. Esto es, sin más, una justificación del terrorismo de Estado.

Personalmente, me resulta curioso y difícil de entender ese afán de Geovani Galeas por presentarse a sí mismo como investigador serio y, además, dentro del espectro ideológico de la izquierda. Alguien me sugirió que podría ser debido a un fuerte complejo de culpa y la hipótesis no es descabellada.

A mi modo de ver, este Galeas podría resolver su dilema con bastante sencillez: ya que él domina más o menos las artes de la escritura y necesita de ingresos, está en todo su derecho de vender sus servicios profesionales a quien mejor le parezca, sea Arena, GANA o el team Nayib (como ahora). Eso es legítimo, no es ilegal y nadie tendría que reprochárselo, mucho menos en términos verbalmente violentos. Le quedaría mejor admitir su trabajo en el marco de la oferta y la demanda, así como la libre contratación, sin intentar convencernos de que lo hace desde el fondo de una conciencia ética y política coherente. Así, de paso, no habría producido esta estafa literaria, porque desde un principio habríamos sabido a qué atenernos.


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