miércoles, 13 de diciembre de 2023

El sistema D'Hondt y la próxima Asamblea


Publicado en ContraPunto.

Para la elección de la próxima Asamblea Legislativa, convocada para el 4 de febrero de 2024, en El Salvador se usará un método distinto al usual para asignar el número de diputados/as correspondiente a cada partido político en cada departamento del país. Este es el sistema D’Hondt, el cual viene a sustituir al método Hare (conocido como “cocientes y residuos”) usado hasta hoy.

Ambos métodos, D’Hondt y Hare, son fórmulas utilizadas en países con sistemas de democracia representativa en donde se ponen en juego varias curules al mismo tiempo, a las cuales optan candidatos de diversos partidos políticos (o independientes) en circunscripciones electorales determinadas.

Aquí en El Salvador, por ejemplo, el departamento de La Libertad tendrá 7 escaños en el congreso y estos deberían distribuirse proporcionalmente al número de votos obtenidos por cada partido, lo cual presenta la dificultad intrínseca de tener que aproximar los porcentajes reales a números enteros que se correspondan lo más cercanamente posible con la voluntad de los votantes.

Si un partido lograse, por poner un caso, la mitad de los votos válidos, esto ya supone una dificultad de inicio, pues no se le pueden asignar 3½ escaños de los 7 en disputa: es necesario aproximar hacia abajo (3) o hacia arriba (4), lo cual implica cierta distorsión o ajuste del porcentaje cabal. Es allí donde entran las fórmulas matemáticas.

El método Hare

En términos sencillos, el sistema de cocientes y residuos (Hare) establece un valor para cada diputación, algo así como un “precio a pagar en votos” (cifra que resulta de dividir el número de votos válidos entre el número de escaños). Digamos que en La Libertad hubiese 315,000 votos válidos, esto significaría que cada una de las 7 curules en juego tendría un “valor” de 45,000 votos (esto es el “cociente”). Si un partido lograse 180,000 votos, le corresponderían 4 curules; otro que tenga 90,000 lograría 2 curules y un tercero que obtenga 45,000 se agenciaría el escaño restante.

Pero en la realidad, las cifras no son múltiplos exactos del cociente. Puede ser que el partido más votado tenga 200,000 votos y, al haber “pagado” 180,000 en 4 diputaciones, le queden 20,000 de remanente (“residuo”). Esto no le alcanza para un quinto escaño por cociente, pero podría obtenerlo si dicho residuo es mayor que los residuos de los demás partidos políticos en contienda (luego de que cada uno hubiese “canjeado” sus respectivos votos según el cociente). Este mecanismo también permite que un partido pequeño alcance una sola diputación aún si no logra llegar al cociente, si su residuo es mayor que el remanente de los demás al considerar la última plaza disponible.

El método D’Hondt

Este mecanismo, a usar por primera vez en el país, asigna las diputaciones por etapas o pasadas sucesivas, tantas como el número de escaños en juego. En la primera tanda, la primera curul se le da al partido que tiene más votos válidos; a continuación, se configura la segunda tanda con los mismos votos válidos de los partidos que no obtuvieron nada en la primera, mientras que al partido que logró la diputación en la tanda anterior se le divide su caudal inicial entre la cifra resultante de sumarle uno al número de diputados logrados por dicho partido hasta ese momento (1 + 1 = 2). Establecida esa cantidad, se procede de la misma forma dándole la segunda curul al partido que tenga el mayor número de votos. El procedimiento se repite hasta completar todos los escaños en juego.

Sirva el siguiente ejemplo, para un departamento de 5 diputaciones.

RONDA 1:
Partido “A” → 150,000 votos
Partido “B” → 70,000 votos
Partido “C” → 20,000 votos
El Partido “A” gana este primer escaño y pasa a la siguiente tanda con 75,000 votos (150,000 ÷ 2).

RONDA 2:
Partido “A” → 75,000 votos
Partido “B” → 70,000 votos
Partido “C” → 20,000 votos
El Partido “A” gana este segundo escaño y pasa a la siguiente tanda con 50,000 votos (150,000 ÷ 3).

RONDA 3:
Partido “A” → 50,000 votos
Partido “B” → 70,000 votos
Partido “C” → 20,000 votos
El Partido “B” gana este escaño y pasa a la siguiente tanda con 35,000 votos (70,000 ÷ 2).

RONDA 4:
Partido “A” → 50,000 votos
Partido “B” → 35,000 votos
Partido “C” → 20,000 votos
El Partido “A” gana este otro escaño y pasa a la siguiente tanda con 37,500 votos (150,000 ÷ 4).

RONDA 5:
Partido “A” → 37,500 votos
Partido “B” → 35,000 votos
Partido “C” → 20,000 votos.
El Partido “A” gana este escaño.

En resumen, el Partido “A” gana 4 escaños, el Partido “B” se queda con 1 y el Partido “C” con ninguno.

En términos porcentuales comparativos, queda así:

- Partido “A”: logra el 80 % de los escaños con el 62.5 % de los votos.
- Partido “B”: logra el 20 % de los escaños con el 29 % de los votos.
- Partido “C”: no logra ningún escaño con el 8 % de los votos.

En este caso, si se hubiese aplicado el sistema Hare (cocientes y residuos), la distribución final habría quedado así: 3 escaños para el Partido “A” contra 2 escaños para el Partido “B”, mientras que el Partido “C” seguiría sin obtener ninguno.

Diferencias posibles

Para la elección de 2024, hay 6 departamentos que aportarán únicamente 2 diputados cada uno (La Unión, Cuscatlán, Chalatenango, Morazán, San Vicente y Cabañas). Con el antiguo sistema Hare, si el Partido “A” tuviese el 70 % de los votos válidos y el Partido “B” apenas el 30 %, cada uno tendría un diputado (en virtud de que el residuo de “A” sería menor que el de “B”).

En cambio, con el sistema D’Hondt el Partido “A” obtendría ambos diputados (ya que en la segunda franja para la asignación llegaría con el 35 %, más que el 30% del “B”). En este escenario, el sistema Hare le exige al Partido “A” superar el 75 % (más un voto) para agenciarse las dos curules, mientras que en el sistema D’Hondt le bastaría llegar al 67 %.

Con los números de votos de la elección 2021 y usando el sistema Hare, en el departamento de San Salvador el partido Nuevas Ideas logró 17 diputados, Arena 3, FMLN 1, GANA 1, Nuestro Tiempo 1 y Vamos 1. Si se hubiera usado el sistema D’Hondt, Nuevas Ideas habría subido a 19 diputados, dejando a los minoritarios Nuestro Tiempo (4 %) y Vamos (2 %) sin curules.

Es claro que el sistema D’Hondt favorece a los partidos grandes por sobre los pequeños y, en ese sentido, se dice que propicia la gobernabilidad porque realiza el poder de los grandes y evita las trabas, negociaciones y prebendas que los muy pequeños podrían significar. Esto es, simplemente, un tributo a lo pragmático, en detrimento de lo simbólico.

A ver qué pasa.

lunes, 4 de diciembre de 2023

Reelección, legalidad y legitimidad

Publicado en Diario El Salvador

Sin duda, el tema primordial en la agenda política nacional durante varios meses ha sido la habilitación de la candidatura presidencial de Nayib Bukele para el periodo 2024-2029. La discusión —necesaria, amplia y extendida— fue resuelta de manera favorable y oportuna por las instancias correspondientes, pero entre la agitación y vehemencia de las posturas antagónicas e incluso viscerales al respecto hay dos conceptos importantes que, considerados en su dualidad y complementariedad, merecen especial atención: legalidad y legitimidad, palabras que tienen la misma raíz y con frecuencia se usan como sinónimos, pero que en realidad son bastante distintos.

Un acto es legal si está “prescrito por la ley y conforme a ella”, pero solo adquiere la cualidad de legítimo si es permitido “según justicia y razón”, siendo reconocido por la colectividad como algo correcto, apropiado, sensato. Así, para que algo sea aceptado en el devenir humano, especialmente en lo político, debe tener ambas características: ser legal y, además, ser legítimo. En esta conceptualización es importante enfatizar dos cosas: una, que no todo lo legal es legítimo; otra, que no todo lo legítimo es legal.

Para ilustrar la diferencia, recordemos a aquel funcionario de elección popular que, a principios del milenio y en estado de ebriedad, lesionó de bala a una agente policial. No fue a la cárcel porque la Asamblea Legislativa de entonces le mantuvo el fuero constitucional, amén de otras triquiñuelas judiciales. El proceso fue legal, estrictamente hablando, pero completamente ilegítimo. En contraparte, pensemos en la víctima de un delito de agresión, que publica su caso en contra del victimario en redes sociales. Esta denuncia puede ser legítima, lícita, justa; pero si no acude a un tribunal competente con las pruebas necesarias, tal proceder carece de legalidad y no obtendrá justicia.

Volviendo al plano político, en cuanto a la reelección presidencial, destacados juristas ya han aclarado de manera suficiente que la legalidad de esa opción viene dada por la sentencia de septiembre de 2021 de la Sala de lo Constitucional, la cual interpretó varios artículos de la Carta Magna basándose en la jurisprudencia establecida por salas anteriores. Bien puede decirse que los anteriores magistrados (aquellos conocidos como “los magníficos”) diseñaron, zanjaron y pavimentaron el camino para que los actuales magistrados lo recorrieran y fundamentaran esta decisión.

Ahora bien: una cosa es la habilitación legal de la reelección y otra muy distinta la aceptación que dicha opción tenga. Si el próximo 4 de febrero la gente llegase a respaldar un segundo mandato de Bukele con amplia mayoría en las urnas, esto le daría legitimidad, pues representaría la clara y directa voluntad del soberano, que es el pueblo salvadoreño, para continuar en la ruta trazada por el actual gobernante. En cambio, si el resultado fuera muy ajustado aun siéndole favorable, la legitimidad del acto legal en cuestión quedaría en entredicho.

Así planteado el escenario, cabe preguntarse si habría un criterio estadístico para determinar dicha legitimidad, en una posible victoria de Bukele. Considerando que él ganó la presidencia en 2019 con el 53 % de los votos y, además, que gracias a él su partido Nuevas Ideas logró el 66 % de apoyo en las elecciones legislativas de 2021 (hecho esencial e imprescindible para la implementación de las políticas actuales), es razonable plantear que una reelección que tenga menos de los dos tercios favorables de la votación sería interpretada como un cuestionamiento a su legitimidad; por el contrario, si Bukele llegase a vencer con un porcentaje arriba de ese 66 % de referencia (1.8 millones de votos, calculados sobre la elección anterior y contando a los partidos aliados) entonces no habrá político, analista, periodista, comentarista o académico serio que pueda cuestionar la legitimidad de su reelección, ante un mandato popular de tal contundencia y magnitud.