martes, 2 de enero de 2024

Paso a la esperanza


Publicado en Diario El Salvador

El devenir humano está lleno de ciclos, periodos de tiempo que se repiten por causas naturales, sociales, psicológicas o espirituales en los cuales hay emociones básicas asociadas con su inicio y finalización. Uno de los ciclos más universales lo representa el cambio de año, época donde las personas tienen la sensación de que comienza algo distinto, viéndolo como una oportunidad para alzar vuelo con nuevos bríos. Las celebraciones de Navidad y Año Nuevo tienen lugar en fechas muy cercanas al solsticio de invierno, ese momento en que el sol tiene mayor distancia angular con respecto al ecuador en el hemisferio norte, por lo que se ve menos elevado en el horizonte y de allí en adelante comienza nuevamente a ascender. La mayoría de culturas ven a este fenómeno como “un período de renovación y renacimiento, que conlleva festivales, ferias, reuniones, rituales u otras celebraciones”.

En el campo político también existen ciclos, en cuyos inicios la población generalmente manifiesta y deposita sus expectativas ciudadanas. En la historia de El Salvador, pueden reconocerse varios de estos momentos históricos de esperanza popular que, tristemente, no prosperaron: unos fueron abortados por clamorosos fraudes electorales, como los de 1972 y 1977; otros fueron decepcionados por mezquinos intereses, como el de 1992 con la finalización de la guerra civil; y otros fueron traicionados miserablemente, como en la década 2009-2019.

Ahora en 2024, estamos a las puertas de un nuevo ciclo: un evento electoral particularmente distinto, pues estas podrían ser las primeras elecciones claramente afirmativas en la historia del país, a diferencia de otras que solo sirvieron para repudiar partidos o votar por el menos malo. Lo previsto, de acuerdo a todos los sondeos de preferencias y sensaciones percibidas en el entorno social, es que se respalde y renueve con una mayoría abrumadora la gestión de un gobernante; pero no porque las otras candidaturas sean percibidas negativamente (que también lo son) sino, principalmente, porque él es percibido muy positivamente por la población, habiendo estado en el cargo por cuatro años y medio sin sufrir el paradigmático desgaste político y, por el contrario, viendo aumentar su caudal electoral del 53 % en 2019 al 66 % en 2021 y muy probablemente arriba del 75 % en 2024.

Al respecto, cabe traer a cuenta la encuesta electoral del IUDOP, presentada el mes pasado, que formuló la siguiente pregunta a las personas entrevistadas: “Imagine que el presidente Nayib Bukele gana las elecciones del próximo año. Cuando piensa en esa posibilidad, ¿qué es lo primero que siente: esperanza o temor?” El 71.2 % respondió “esperanza”. Basándose en este dato, es posible afirmar que la población inicia el año en un estado de esperanza colectiva, definida como el “estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea”.

Este fenómeno político merece una explicación académica bien articulada, que vaya más allá de la superficialidad del pensamiento opositor que lo atribuye —entre el simplismo y la negación— al engaño, la ignorancia o la propaganda. Nótese que, al presentarse la posibilidad de renovar un mandato presidencial, la esperanza ya no descansa tanto en las emociones volátiles de la primera vez, sino que necesariamente se fundamenta en situaciones objetivas, logros concretos y prospecciones (“exploración de posibilidades futuras basada en indicios presentes”).

Lo dicho anteriormente va bastante más allá de lo que están dispuestos a admitir algunos miembros de la intelligentsia, con demasiada frecuencia alejados del sentir de la población; pero también representará, en caso de concretarse, un reto y un compromiso aún mayor del elegido para responder a las legítimas demandas y expectativas de la gente, que después de mucho tiempo parece haberse animado a creer en algo de manera sostenida.

miércoles, 13 de diciembre de 2023

El sistema D'Hondt y la próxima Asamblea


Publicado en ContraPunto.

Para la elección de la próxima Asamblea Legislativa, convocada para el 4 de febrero de 2024, en El Salvador se usará un método distinto al usual para asignar el número de diputados/as correspondiente a cada partido político en cada departamento del país. Este es el sistema D’Hondt, el cual viene a sustituir al método Hare (conocido como “cocientes y residuos”) usado hasta hoy.

Ambos métodos, D’Hondt y Hare, son fórmulas utilizadas en países con sistemas de democracia representativa en donde se ponen en juego varias curules al mismo tiempo, a las cuales optan candidatos de diversos partidos políticos (o independientes) en circunscripciones electorales determinadas.

Aquí en El Salvador, por ejemplo, el departamento de La Libertad tendrá 7 escaños en el congreso y estos deberían distribuirse proporcionalmente al número de votos obtenidos por cada partido, lo cual presenta la dificultad intrínseca de tener que aproximar los porcentajes reales a números enteros que se correspondan lo más cercanamente posible con la voluntad de los votantes.

Si un partido lograse, por poner un caso, la mitad de los votos válidos, esto ya supone una dificultad de inicio, pues no se le pueden asignar 3½ escaños de los 7 en disputa: es necesario aproximar hacia abajo (3) o hacia arriba (4), lo cual implica cierta distorsión o ajuste del porcentaje cabal. Es allí donde entran las fórmulas matemáticas.

El método Hare

En términos sencillos, el sistema de cocientes y residuos (Hare) establece un valor para cada diputación, algo así como un “precio a pagar en votos” (cifra que resulta de dividir el número de votos válidos entre el número de escaños). Digamos que en La Libertad hubiese 315,000 votos válidos, esto significaría que cada una de las 7 curules en juego tendría un “valor” de 45,000 votos (esto es el “cociente”). Si un partido lograse 180,000 votos, le corresponderían 4 curules; otro que tenga 90,000 lograría 2 curules y un tercero que obtenga 45,000 se agenciaría el escaño restante.

Pero en la realidad, las cifras no son múltiplos exactos del cociente. Puede ser que el partido más votado tenga 200,000 votos y, al haber “pagado” 180,000 en 4 diputaciones, le queden 20,000 de remanente (“residuo”). Esto no le alcanza para un quinto escaño por cociente, pero podría obtenerlo si dicho residuo es mayor que los residuos de los demás partidos políticos en contienda (luego de que cada uno hubiese “canjeado” sus respectivos votos según el cociente). Este mecanismo también permite que un partido pequeño alcance una sola diputación aún si no logra llegar al cociente, si su residuo es mayor que el remanente de los demás al considerar la última plaza disponible.

El método D’Hondt

Este mecanismo, a usar por primera vez en el país, asigna las diputaciones por etapas o pasadas sucesivas, tantas como el número de escaños en juego. En la primera tanda, la primera curul se le da al partido que tiene más votos válidos; a continuación, se configura la segunda tanda con los mismos votos válidos de los partidos que no obtuvieron nada en la primera, mientras que al partido que logró la diputación en la tanda anterior se le divide su caudal inicial entre la cifra resultante de sumarle uno al número de diputados logrados por dicho partido hasta ese momento (1 + 1 = 2). Establecida esa cantidad, se procede de la misma forma dándole la segunda curul al partido que tenga el mayor número de votos. El procedimiento se repite hasta completar todos los escaños en juego.

Sirva el siguiente ejemplo, para un departamento de 5 diputaciones.

RONDA 1:
Partido “A” → 150,000 votos
Partido “B” → 70,000 votos
Partido “C” → 20,000 votos
El Partido “A” gana este primer escaño y pasa a la siguiente tanda con 75,000 votos (150,000 ÷ 2).

RONDA 2:
Partido “A” → 75,000 votos
Partido “B” → 70,000 votos
Partido “C” → 20,000 votos
El Partido “A” gana este segundo escaño y pasa a la siguiente tanda con 50,000 votos (150,000 ÷ 3).

RONDA 3:
Partido “A” → 50,000 votos
Partido “B” → 70,000 votos
Partido “C” → 20,000 votos
El Partido “B” gana este escaño y pasa a la siguiente tanda con 35,000 votos (70,000 ÷ 2).

RONDA 4:
Partido “A” → 50,000 votos
Partido “B” → 35,000 votos
Partido “C” → 20,000 votos
El Partido “A” gana este otro escaño y pasa a la siguiente tanda con 37,500 votos (150,000 ÷ 4).

RONDA 5:
Partido “A” → 37,500 votos
Partido “B” → 35,000 votos
Partido “C” → 20,000 votos.
El Partido “A” gana este escaño.

En resumen, el Partido “A” gana 4 escaños, el Partido “B” se queda con 1 y el Partido “C” con ninguno.

En términos porcentuales comparativos, queda así:

- Partido “A”: logra el 80 % de los escaños con el 62.5 % de los votos.
- Partido “B”: logra el 20 % de los escaños con el 29 % de los votos.
- Partido “C”: no logra ningún escaño con el 8 % de los votos.

En este caso, si se hubiese aplicado el sistema Hare (cocientes y residuos), la distribución final habría quedado así: 3 escaños para el Partido “A” contra 2 escaños para el Partido “B”, mientras que el Partido “C” seguiría sin obtener ninguno.

Diferencias posibles

Para la elección de 2024, hay 6 departamentos que aportarán únicamente 2 diputados cada uno (La Unión, Cuscatlán, Chalatenango, Morazán, San Vicente y Cabañas). Con el antiguo sistema Hare, si el Partido “A” tuviese el 70 % de los votos válidos y el Partido “B” apenas el 30 %, cada uno tendría un diputado (en virtud de que el residuo de “A” sería menor que el de “B”).

En cambio, con el sistema D’Hondt el Partido “A” obtendría ambos diputados (ya que en la segunda franja para la asignación llegaría con el 35 %, más que el 30% del “B”). En este escenario, el sistema Hare le exige al Partido “A” superar el 75 % (más un voto) para agenciarse las dos curules, mientras que en el sistema D’Hondt le bastaría llegar al 67 %.

Con los números de votos de la elección 2021 y usando el sistema Hare, en el departamento de San Salvador el partido Nuevas Ideas logró 17 diputados, Arena 3, FMLN 1, GANA 1, Nuestro Tiempo 1 y Vamos 1. Si se hubiera usado el sistema D’Hondt, Nuevas Ideas habría subido a 19 diputados, dejando a los minoritarios Nuestro Tiempo (4 %) y Vamos (2 %) sin curules.

Es claro que el sistema D’Hondt favorece a los partidos grandes por sobre los pequeños y, en ese sentido, se dice que propicia la gobernabilidad porque realiza el poder de los grandes y evita las trabas, negociaciones y prebendas que los muy pequeños podrían significar. Esto es, simplemente, un tributo a lo pragmático, en detrimento de lo simbólico.

A ver qué pasa.

lunes, 4 de diciembre de 2023

Reelección, legalidad y legitimidad

Publicado en Diario El Salvador

Sin duda, el tema primordial en la agenda política nacional durante varios meses ha sido la habilitación de la candidatura presidencial de Nayib Bukele para el periodo 2024-2029. La discusión —necesaria, amplia y extendida— fue resuelta de manera favorable y oportuna por las instancias correspondientes, pero entre la agitación y vehemencia de las posturas antagónicas e incluso viscerales al respecto hay dos conceptos importantes que, considerados en su dualidad y complementariedad, merecen especial atención: legalidad y legitimidad, palabras que tienen la misma raíz y con frecuencia se usan como sinónimos, pero que en realidad son bastante distintos.

Un acto es legal si está “prescrito por la ley y conforme a ella”, pero solo adquiere la cualidad de legítimo si es permitido “según justicia y razón”, siendo reconocido por la colectividad como algo correcto, apropiado, sensato. Así, para que algo sea aceptado en el devenir humano, especialmente en lo político, debe tener ambas características: ser legal y, además, ser legítimo. En esta conceptualización es importante enfatizar dos cosas: una, que no todo lo legal es legítimo; otra, que no todo lo legítimo es legal.

Para ilustrar la diferencia, recordemos a aquel funcionario de elección popular que, a principios del milenio y en estado de ebriedad, lesionó de bala a una agente policial. No fue a la cárcel porque la Asamblea Legislativa de entonces le mantuvo el fuero constitucional, amén de otras triquiñuelas judiciales. El proceso fue legal, estrictamente hablando, pero completamente ilegítimo. En contraparte, pensemos en la víctima de un delito de agresión, que publica su caso en contra del victimario en redes sociales. Esta denuncia puede ser legítima, lícita, justa; pero si no acude a un tribunal competente con las pruebas necesarias, tal proceder carece de legalidad y no obtendrá justicia.

Volviendo al plano político, en cuanto a la reelección presidencial, destacados juristas ya han aclarado de manera suficiente que la legalidad de esa opción viene dada por la sentencia de septiembre de 2021 de la Sala de lo Constitucional, la cual interpretó varios artículos de la Carta Magna basándose en la jurisprudencia establecida por salas anteriores. Bien puede decirse que los anteriores magistrados (aquellos conocidos como “los magníficos”) diseñaron, zanjaron y pavimentaron el camino para que los actuales magistrados lo recorrieran y fundamentaran esta decisión.

Ahora bien: una cosa es la habilitación legal de la reelección y otra muy distinta la aceptación que dicha opción tenga. Si el próximo 4 de febrero la gente llegase a respaldar un segundo mandato de Bukele con amplia mayoría en las urnas, esto le daría legitimidad, pues representaría la clara y directa voluntad del soberano, que es el pueblo salvadoreño, para continuar en la ruta trazada por el actual gobernante. En cambio, si el resultado fuera muy ajustado aun siéndole favorable, la legitimidad del acto legal en cuestión quedaría en entredicho.

Así planteado el escenario, cabe preguntarse si habría un criterio estadístico para determinar dicha legitimidad, en una posible victoria de Bukele. Considerando que él ganó la presidencia en 2019 con el 53 % de los votos y, además, que gracias a él su partido Nuevas Ideas logró el 66 % de apoyo en las elecciones legislativas de 2021 (hecho esencial e imprescindible para la implementación de las políticas actuales), es razonable plantear que una reelección que tenga menos de los dos tercios favorables de la votación sería interpretada como un cuestionamiento a su legitimidad; por el contrario, si Bukele llegase a vencer con un porcentaje arriba de ese 66 % de referencia (1.8 millones de votos, calculados sobre la elección anterior y contando a los partidos aliados) entonces no habrá político, analista, periodista, comentarista o académico serio que pueda cuestionar la legitimidad de su reelección, ante un mandato popular de tal contundencia y magnitud.

lunes, 20 de noviembre de 2023

Aquellas cátedras

Publicado en Diario El Salvador

Pertenezco a la generación de estudiantes universitarios que tuvo la fortuna de asistir a las cátedras de realidad nacional que, a mediados de los ochenta, daba el sacerdote jesuita y filósofo Ignacio Ellacuría en el auditorio de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.

Tales ejercicios analíticos se producían en medio de una prolongada guerra civil, financiada por las potencias protagonistas de la Guerra Fría pero peleada por los ejércitos locales: la Fuerza Armada gubernamental y la guerrilla del FMLN; cada bando con su respectivo aparato de información y propaganda (el Coprefa y la Radio Venceremos, los más emblemáticos).

En medio de una aguda polarización ideológica, aquellas cátedras tenían características únicas que las convertían en auténticos destellos iluminadores, en medio de la situación social y política progresivamente caótica y absurda de una guerra que, si bien pudo tener alguna justificación reivindicativa en sus orígenes, para entonces ya había perdido sentido.

El discurso social y político de Ellacuría no era perfecto (nada humano lo es y podría mencionar un par de deslices notables), sin embargo tenía tres ideales superiores, de búsqueda constante en su elaboración, que aun sabiéndolos imposibles de alcanzar en su totalidad, eran de presencia evidente en la raíz de su elaboración.

Lo primero era la búsqueda de la objetividad, con todo y los problemas filosóficos y dificultades ideológicas que esto plantea. Ellacuría se afanaba en fundamentar sus opiniones con datos ciertos; obtenidos, analizados e interpretados cuidadosamente. Claro que tenía sus simpatías y antipatías por causas y personajes de la época, pero jamás lo escuché emitir opinión pública a partir de la bilis o la simple animadversión. En sus alocuciones, nunca cedió a la fácil subjetividad, pese a que no le faltaron provocaciones.

Lo segundo era un claro afán de imparcialidad, evitando casarse con cualquiera de los bandos en conflicto: ni con la derecha, por contradicciones obvias, pero tampoco con la izquierda y su peligrosa propensión a instrumentalizar discursos y figuras. Él tuvo la valentía de confrontar y señalar el daño que hacían unos y otros, desde una ética cristiana comprometida hasta las últimas consecuencias.

En este punto, cabe traer a cuenta un concepto suyo muy relacionado con los dos ideales antes mencionados: la afirmación de que la universidad debe aportar elementos para entender la realidad y para transformarla, pero haciéndolo “universitariamente”; esto en referencia a mantener prudente distancia y no confundirse con las facciones políticas y, en cambio, esmerarse en ser rigurosa con el método de sus investigaciones y aportes.

Finalmente, el tercer elemento presente en sus análisis era la sintonía con el sentir de la población. Como hombre religioso, una de sus constantes búsquedas era la palabra y la voluntad de Dios, las cuales -según su convicción- no necesariamente estaban en las jerarquías y esquemas tradicionales, sino que muchas veces se manifestaban en la voz de los humildes.

Siendo Ellacuría una eminencia académica, jamás despreció el sentir y pensar de las personas sencillas o con menor nivel educativo; por el contrario, insistía en la importancia de “que el pueblo haga oír su voz” y ponía como prioridad el interés mayoritario de la gente en sus propuestas.

Más de treinta años han pasado desde que esas magníficas cátedras dejaron de existir. Al recordarlas hoy, en perspectiva histórica, es posible dimensionar mejor su real valor, no solo en su iluminadora presencia en aquella época, sino en su sentida y cada vez más notoria ausencia en las décadas posteriores.

Pero como el lamento es solo nostalgia, más vale centrarse en el reto actual, que es mantener vigentes en todo análisis de la realidad nacional los ideales que inspiraron a aquel notable intelectual: la búsqueda de objetividad, el afán de imparcialidad y, ante todo, las aspiraciones populares como eje orientador.

"Garbage time" y lo que resta de campaña


Publicado en La Noticia SV

“Garbage time” es un término despectivo utilizado en ciertos deportes profesionales en los Estados Unidos, como el baloncesto de la NBA o el fútbol americano de la NFL, que describe aquel tramo del juego hacia el final del partido (típicamente el 4º periodo) cuando la diferencia en el marcador es tan amplia que prácticamente no existen posibilidades de remontar para el equipo que va perdiendo, razón por la cual el resultado final se considera ya decidido (por ejemplo, un score de 120 a 90 en basquetbol, donde nadie cree ni espera quitarse 30 puntos de diferencia a falta de 5 minutos para terminar).

Cuando llega ese momento, el público en la arena —o la audiencia en televisión y redes— pierde el interés, se retira del recinto o cambia de canal. Por su parte, Los entrenadores de ambos equipos sacan de la cancha a sus jugadores titulares y dan ingreso hasta a los suplentes de los suplentes, por lo que la calidad del juego baja notablemente. Casi nadie quiere ver “garbage time” y de ahí viene el sentido de “desperdicio” en su significado.

El concepto antes explicado bien podría aplicarse, por analogía, a la presente campaña electoral presidencial. A 11 semanas de los comicios del 4 de febrero de 2024, la más reciente encuesta sobre intención de voto, publicada por la firma CID Gallup, da un 79 % de preferencia de la población para la candidatura de Nayib Bukele, bajo la bandera de Nuevas Ideas, quedando en un lejanísimo segundo lugar Joel Sánchez, de Arena, con un 3 % (esto significa 76 puntos porcentuales de diferencia, una proporción descomunal de 26 a 1, que es aún mayor cuando se hace el ajuste al voto válido). Esta medición es consistente con todas las que se han hecho este año, incluyendo las de instituciones claramente opositoras al gobierno; de ahí que, salvo un desastre político de dimensiones apocalípticas, puede decirse que la elección ya está decidida y, hablando en sentido figurado, el tiempo que le queda a la oposición, de aquí a febrero en lo que a la contienda presidencial se refiere, es “garbage time” electoral.

Ahora bien, ¿qué implicaciones y consecuencias tiene esto? Vamos por partes.

Un primer aspecto a tener en cuenta es que, justo antes de aceptar su derrota y el inicio del “garbage time”, el equipo que va por debajo puede intentar una ofensiva final para tomar en carrera extrema el último vagón y no perder definitivamente el tren, para ver si logra engancharse en el partido y tener la sensación de alguna esperanza. Cabe entonces preguntarse a qué se puede aferrar y qué puede hacer la oposición en el presente contexto, como para intentar levantar cabeza.

En el caso de Nuestro Tiempo, este partido —junto con sus activistas en periódicos, ONG y “think tanks”— podría intensificar al máximo la teoría conspirativa del pacto secreto entre este gobierno y las pandillas al inicio de la gestión en 2019, esgrimiendo la reciente captura de un importante cabecilla de tales grupos en tierras mexicanas como supuesta prueba definitiva y, de esa manera, desgastar la imagen de Bukele hasta donde sea posible. El problema de esta baza es que dicha narrativa no es nueva, tiene graves inconsistencias lógicas y no ha sido comprada por la población en general. A lo anterior se suma la incapacidad del candidato Luis Parada para capitalizar el descontento de ese sector de la población opositora al oficialismo, dadas las serias limitaciones de sus cualidades políticas y comunicativas. Otro detalle no menor es que Arena y el FMLN jamás podrían beneficiarse de esta movida, dados sus comprobados acuerdos y negociaciones con dichas estructuras criminales cuando estuvieron en el poder.

La otra posibilidad de la oposición, si no les resultase lo anterior, sería retirarse de la carrera presidencial, sacando a sus cartas fuertes de la competencia pero no para poner a sus suplentes y resignarse a jugar el “garbage time”, sino a través de un recurso teatral como fingir lesiones o darse por ofendidos y quedarse sin jugadores, justo para evitar ese penoso escenario. Este gesto sería teatral pero decoroso, de manera que parezca algo digno ante sus propios seguidores. Para tal fin, Nuestro Tiempo y Arena ya tienen avanzado el terreno, a base de repetir hasta la saciedad el argumento de la inconstitucionalidad de la candidatura de Bukele, presentando escritos hasta agotar los recursos legales ante todas las instancias nacionales, para finalmente retirarse de la contienda y pretender así deslegitimar el resultado. En el caso del FMLN, su retiro no sería a causa de la alegada inconstitucionalidad, sino por el reclamo no atendido de la deuda política (dinero en efectivo) de las pasadas elecciones. En cualquier caso, estos partidos sí se mantendrían en competencia en la elección legislativa, con la meta y urgencia de lograr al menos 50,000 votos o una diputación para no ser cancelados.

Queda por ver, en las próximas semanas, si las hipótesis aquí planteadas se cumplen, o si aparecen en el escenario político nuevos elementos que le añadan color e interés a la campaña. De momento, el mayor enemigo que tiene Nuevas Ideas es dormirse en el “garbage time”, es decir, que sus votantes se atengan a las encuestas y se ausenten de las urnas por comodidad, olvidándose de que su meta en la elección legislativa del mismo día es obtener por lo menos 45 diputados de los 60 en juego, para mantener así la gobernabilidad que el proyecto Bukele requiere.


martes, 7 de noviembre de 2023

Contra la mentalidad de escasez cultural

Publicado en ContraPunto.

Los conceptos de “mentalidad de escasez” y “mentalidad de abundancia” se han propagado mucho en tiempos recientes, no solo en el ámbito de la psicología aplicada a los negocios y la autoayuda, sino en todos los ámbitos para describir la actitud personal en cualquier área de la vida. En general, esta dicotomía afirma que una persona con mentalidad de escasez se centra en las limitaciones y dificultades en cuanto obstáculos para lograr un objetivo, privilegiando así el negativismo, mientras que alguien con mentalidad de abundancia ve las oportunidades y posibilidades de crecer, incluso en medio de las dificultades.

Evidentemente, la sola actitud o perspectiva subjetiva por sí misma no es suficiente para cambiar los resultados de la tarea que se emprenda, especialmente si no tienen en cuenta las condiciones del contexto. Así, sería ingenuo creer que con el solo optimismo vendrá la prosperidad, pero también es innegable que la actitud personal ejerce una importante influencia en el ánimo y el desempeño individual al momento de plantear y desarrollar un proyecto, tanto así que una persona difícilmente saldrá adelante si su mente está inundada de pensamientos que llaman al fracaso.

Todo lo anterior es pertinente para analizar una publicación reciente en la red social X, antes Twitter, referida a la nueva Biblioteca Nacional. Dicho post cuenta, al momento de la redacción de este artículo, con más de 162,000 impresiones, 929 likes, 272 republicaciones directas y más de mil comentarios (la mayoría negativos, cabe aclarar). La transcribo íntegramente, incluyendo los errores ortográficos:

Todos alegres por la biblioteca y a nadie le gusta leer y mucho menos estudiar hoy todo está en Internet copias, pegas y imprimís. El populismo los tiene segados.

Este es un inmejorable ejemplo de esa pobre “mentalidad de escasez” mencionada en los párrafos introductorios anteriores. Es sorprendente cómo, en menos de treinta palabras, el autor del citado post (cuyo nombre no es relevante) deja ver su terrible ignorancia y falta de perspectiva en este tema, en primer lugar porque las bibliotecas modernas hace ya mucho tiempo dejaron de ser meros depósitos de libros, para convertirse en amplios centros de apoyo al conocimiento. Bibliotecas como esta —así como las de las principales universidades del país— cuentan actualmente no solo con los recursos físicos usuales, libros impresos tradicionales, sino también con amplia gama de herramientas digitales para la investigación, así como otras áreas de recreación y esparcimiento cultural enfocadas a usuarios de distintas edades.

En todo caso, querer anular la importancia de una biblioteca con la afirmación festinada (y falacia ad populum) de que “a nadie le gusta leer” es olvidar que esta puede servir, precisamente, para promover y fomentar hábitos de lectura y desarrollo del pensamiento. Esa es la diferencia entre la mentalidad de escasez y la de abundancia: la primera se ciega (con “c”) a las posibilidades, segando (con “s”) las oportunidades, mientras que la segunda abre un abanico de potencialidades para provecho de la sociedad. Por poner un ejemplo muy simple, consideremos que hay cientos de centros escolares que no tienen biblioteca propia y quedan a menos de una hora de camino del Centro Histórico: estos pueden llevar allí a sus estudiantes con fines de promoción cultural (como, de hecho, ya se hacía en el antiguo edificio).

Un último aspecto a mencionar es que quien así se exhibió cree, ingenua y equivocadamente, que todos los libros están en internet en modalidad de libre acceso y, en consecuencia, que una biblioteca está de más. Esto no es así: no todo está en la web de gratis y esta carencia digital es especialmente sensible en cuanto a literatura centroamericana y salvadoreña. El libre acceso a libros es un bien intrínseco que sólo puede rechazarse desde la más profunda miseria cultural.

Ciertamente, es lamentable que este tipo de gente, en su escasa visión cultural y en su profunda obsesión antigubernamental, tire dardos contra una obra de claro potencial formativo para todas las generaciones. Aquí no se trata de defender esta biblioteca porque sea de este gobierno, sino de rechazar y superar esquemas de pensamiento mezquinos que nos anclan en el subdesarrollo.

domingo, 29 de octubre de 2023

La Constitución, la Sala y Yo.


El 3 de septiembre de 2021, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia emitió una sentencia de 27 páginas en la cual se habilita al Presidente de la República para que pueda presentarse como candidato a elección popular para el mismo cargo en el próximo periodo; es decir, este puede buscar su reelección (o, como algunos prefieren decir, postularse para “un segundo mandato” consecutivo).

Ante eso, las opiniones de la comunidad jurídica y las entidades políticas quedaron divididas, pues hay quienes sostienen que la Constitución prohíbe la reelección “hasta en seis artículos”, siendo ese un importante caballo de batalla para la oposición.

En esta entrada se contrastará cada uno de dichos artículos con lo que ha dicho la Sala, con un mínimo comentario personal que tiene exactamente el mismo valor que los de cualquier otro ciudadano, sea jurista o no, puesto que a fin de cuentas todos podemos opinar, pero las resoluciones de la Sala de lo Constitucional son de cumplimiento obligatorio.

Artículo 152

No podrá ser candidato a Presidente de la República “el que haya desempeñado la Presidencia de la República por más de seis meses, consecutivos o no, durante el período inmediato anterior, o dentro de los últimos seis meses anteriores al inicio del período presidencial”.

Dice la Sala que esta prohibición no es para el actual Presidente, sino para los actuales candidatos a Presidente; de ahí que, durante el presente periodo 2019-2024 se aplica a ese que fue Presidente “durante el periodo inmediato anterior”: Salvador Sánchez Cerén. En cumplimiento del mismo artículo, si el actual presidente Nayib Bukele es candidato presidencial para el periodo 2024-2029, debe dejar sus funciones seis meses antes del inicio del próximo periodo, es decir, el 1 de diciembre de 2023.

Mi opinión de lego: este artículo no prohíbe la reelección inmediata. Dato complementario: la interpretación del signficado de "el periodo inmediato anterior" viene desde junio de 2014, de aquella Sala conocida como la de “Los Magníficos”. 

Artículo 131

Corresponde a la Asamblea Legislativa “desconocer obligatoriamente al Presidente de la República, o al que haga sus veces, cuando terminado su período constitucional continúe en el ejercicio del cargo”.

Dice la Sala que este artículo se aplica a la continuación en el ejercicio del cargo sin que haya habido de por medio un evento electoral que le dé un segundo mandato.

Mi opinión de lego: este artículo tampoco prohíbe la reelección, pues un mandatario reelecto por voluntad popular no continúa porque sí, habiendo terminado su primer mandato, sino que en realidad está iniciando un segundo mandato.

Artículo 154

“El período presidencial será de cinco años y comenzará y terminará el día primero de junio, sin que la persona que haya ejercido la Presidencia pueda continuar en sus funciones ni un día más”.

Dice la Sala que, al haber un segundo mandato emanado de la voluntad popular mediante elecciones libres, no se está extendiendo el periodo presidencial, sino iniciando uno nuevo.

Mi opinión de lego: este artículo no prohíbe la reelección.

Artículo 88

“La alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República es indispensable para el mantenimiento de la forma de gobierno y sistema político establecidos. La violación de esta norma obliga a la insurrección”.

Dice la Sala que la alternancia en el ejercicio de la Presidencia se refiere a la posibilidad de que el soberano (el pueblo) tenga la oportunidad de elegir libremente entre distintas opciones (candidaturas) a través de un evento electoral; por lo tanto, sólo si tal mecanismo no existiera (o sea, si no hubiera elecciones de por medio) es que se violaría este artículo.

Mi opinión de lego: la interpretación anterior es un poco estirada, pero válida desde la lógica de ofrecerle al pueblo todas las opciones.

Artículo 248

“No podrán reformarse en ningún caso los artículos de esta Constitución que se refieren a la forma y sistema de Gobierno, al territorio de la República y a la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia de la República”.

Dice la Sala que no ve una reforma o alteración en lo relativo a la alternabilidad, según su propia interpretación del artículo 88.

Mi opinión de lego: una cosa lleva a la otra, técnicamente no existe tal reforma, de ahí que este artículo tampoco prohíba la reelección. Ya más en lo personal, este artículo me parece una osadía absurda, como si la Constitución fuera para toda la eternidad, sin tomar en cuenta los cambios sociales e históricos.

Artículo 75

Pierden los derechos de ciudadano “los que suscriban actas, proclamas o adhesiones para promover o apoyar la reelección o la continuación del Presidente de la República, o empleen medios directos encaminados a ese fin”.

Dice la Sala que hay una condicionante para definir el “apoyo a la reelección”, estableciendo que la pérdida de derechos sólo procedería si se promoviera una “reelección ilegítima”, es decir, no emanada de la voluntad popular en un evento electoral (como ya lo interpretaron en los artículos anteriores).

Mi opinión de lego: en este caso, lo que la Sala añade como condicionante no es lo que todos podríamos entender, pero desde que la Sala anterior (la de “Los Magníficos”) abrió la puerta para reescribir el texto constitucional (como el caso del artículo 85 y las candidaturas “no partidarias”), estableciendo con ello jurisprudencia, el camino legal quedó establecido y validado por el consenso social de ese entonces.

En conclusión...

Como ciudadano, creo que la candidatura de Bukele para un segundo mandato presidencial tiene legalidad y, si llegase a recibir un masivo apoyo popular en las elecciones de 2024, tendría toda la legitimidad necesaria.

jueves, 19 de octubre de 2023

Ciertos retos superados


Cada cierto tiempo, me da por lanzar una mirada en retrospectiva y recordar ciertas actividades y proyectos que he realizado en mi vida, más allá de los deberes familiares, lo cual ha supuesto desafíos estresantes por la gran responsabilidad adquirida. Por una simple y tajante cuestión de edad y cuido de la salud, ya no estoy en condiciones de repetir todos y cada uno de ellos; no obstante, me anima el espíritu hacer este pequeño recuento, como evidencia de la energía y empeño que he puesto en tales afanes, testimonio de vida. Helos aquí, clasificados según sus resultados me hayan afectado principalmente a mí (sin dependencia) o también a otras personas (con dependencia).

RETOS SUPERADOS
(CONSECUENCIAS INDIVIDUALES)

  • Armar rompecabezas de 1000 piezas
  • Comentar de política en radio y televisión
  • Competir en ajedrez
  • Componer y cantar en solitario
  • Escribir (cuentos, artículos, libros escolares, teatro)
  • Hacer bricolaje
  • Jugar baloncesto sub-17
  • Locutar en radio
  • Participar en fisicoculturismo
  • Ser jurado literario
  • Speaking English
  • Tocar piano en restaurantes

RETOS SUPERADOS
CONSECUENCIAS GRUPALES

  • Armar y administrar página web institucional
  • Conducir una pequeña orquesta de profesionales (una vez)
  • Dirigir coros juveniles
  • Dirigir grupos de debate intercolegial
  • Enseñar ajedrez
  • Organizar certámenes artísticos
  • Organizar torneos ajedrecísticos masivos
  • "Pastorear" a jóvenes artistas y ajedrecistas en eventos fuera del país 
  • Producir música (Sinapsis y Balada Poética)
  • Ser docente (educación básica, media y superior)
  • Viajar con autonomía sin guía en el destino

Nada mal, ¿no...?

miércoles, 18 de octubre de 2023

Una oposición delirante


Publicado en ContraPunto.

En el panorama político al inicio formal y oficial de la campaña presidencial 2024, el adjetivo “delirante” parece calzarle a la perfección a la oposición política salvadoreña. Este no debe entenderse como agravio, sino como una apropiada descripción del estado en el que se encuentran y desde el cual se presentan a competir, puesto que delirar significa “desvariar, tener perturbada la razón por una enfermedad o una pasión violenta” o también “decir o hacer despropósitos o disparates”.

Comenzando por el partido Arena (que, a tenor de su 12 % obtenido en las elecciones de 2021, vendría a ser la segunda fuerza política), está claro que ya no es más el instrumento de la oligarquía tradicional y los sectores económicos más poderosos del país, conclusión que se desprende no solo de su declarada falta de financiamiento sino además de la ausencia de liderazgo y participación de quienes, en otros tiempos, representaban o provenían directamente de dichos sectores. La patética situación de este otrora monumental instituto político tricolor se asemeja a aquella grotesca curiosidad científica de 1945 en Colorado, Estados Unidos: Mike, el headless chicken, un pollo que siguió vivo por un par de años pese a haber sido decapitado, dando grotescos tumbos sin sentido.

Ciertamente, lo que ha quedado de Arena es un remanente acéfalo de militantes y dirigentes, incapaces de articular una propuesta coherente con sus pregonados principios republicanos y nacionalistas. Su desprestigio consciente es tal que prefirieron adoptar la candidatura de un desconocido Joel Sánchez, propulsado por una ficticia “sociedad civil”, antes que lanzar una fórmula orgánica. Los propulsores visibles de esta candidatura son un siquiatra obsesionado contra el ciudadano presidente de la república, productor incansable de furibundas diatribas sin más fundamento que su propia bilis, y un defenestrado y bastante desgastado político de la vieja escuela, capaz de ver un cuarto de millón de manifestantes donde apenas marchan algunos cientos, mayormente acarreados. Finalmente, en cuanto sus propuestas y lemas de campaña, si hay algo que Arena y su penosa dirigencia han sabido hacer muy bien es producir más anticuerpos en la población, acuñando la tristemente célebre frase “de la seguridad no se come” y emprendiéndola contra laptops y tablets para ofrecer cumas en su lugar.

Con respecto al FMLN, cuyo caudal de votos a duras penas llegó al 7 % aproximado en las últimas elecciones, se presenta como un partido en caída libre. Con sus dos expresidentes de la república prófugos de la justicia por escandalosos actos de corrupción, así como muchas figuras de su envejecida dirigencia procesadas judicialmente por enriquecimiento ilícito, únicamente la necedad y tozudez ideológica (característica de los movimientos de izquierda, aún desde la más insignificante minoría) podría explicar que aún tuviese simpatizantes, al menos los necesarios para alcanzar el número mínimo de votos o aunque fuera un solitario diputado para no desaparecer del mapa político.

La mejor carta de presentación de su candidato, Manuel “Chino” Flores, es la pretensión simplista de no relacionarse con el pasado partidario y afirmar que tiene las manos limpias, pero al ser una candidatura orgánica arrastra inevitablemente las taras e incoherencias de un instituto político desfasado con la realidad y, sobre todo, repudiado a causa de la traición cometida contra los intereses populares que dijeron enarbolar durante décadas y les llevó a mantener una guerra civil que costó tantísimas muertes y destrucción. A falta de credibilidad y propuestas políticas serias, Flores parece haber adoptado con gusto el papel de bufón político, con propuestas risibles del nivel de la sopa de patas y capiruchos en vez de teléfonos para los niños, o reciclando ofertas demagógicas de hace una década (que, por demás, jamás cumplieron). En esto, al Chino Flores hay que reconocerle, no obstante, su capacidad de expresarse con seguridad y absoluta convicción, aun cuando lo que esté diciendo no tenga ningún sustento; así como la valentía de exponerse a todo tipo de vejaciones verbales por parte de la población, sin contraer un solo músculo de su rostro.

En cuanto a la fórmula presidencial asumida por el partido Nuestro Tiempo, esta tiene características particularmente extrañas. Su gestación estuvo en un grupo de organizaciones aglutinadas en el movimiento Sumar por El Salvador (otro intento de “sociedad civil”), proponiendo al exmilitar y abogado conservador Luis Parada como candidato a presidente, junto a la activista progresista Celia Medrano como vicepresidenta. Además de la incoherencia ideológica esencial, tuvieron un problema de origen: la dupla fue anunciada al público por un sector de Sumar, cuando aún no existía acuerdo firme de todos sus propulsores: una acción estratégicamente difícil de entender que, lógicamente, abortó el plan de supuesta unidad.

Ya en el terreno y una vez lanzada al ruedo, la candidatura de Nuestro Tiempo parece apostarle a cierto sector de la población que consume y reproduce ese discurso particularmente crítico e implacable de cierto sector del periodismo en contra del gobierno, aglutinado en torno al periódico digital El Faro y otros similares, con el sustento de un par de organizaciones que se presentan como defensoras de los derechos humanos, financiadas desde el exterior, sin excluir a alguna institución de educación superior que acumuló prestigio en décadas anteriores, por sus agudos análisis de la realidad nacional.

Consonancias o disonancias aparte, el problema de esta fórmula es que reproduce algunas características de sus autores intelectuales que les impiden conectar con el gran público, especialmente la petulancia y pedantería propias de quienes se han llegado a describir a sí mismos como “los más pensantes”. Desde esa pose de superioridad intelectualoide, manifiestan su desprecio hacia la mayoría de la población que apoya la gestión del actual gobierno, tildándola de engañada e ignorante (cuando no usan otros adjetivos más abundantes y peyorativos) y atribuyendo la popularidad del presidente Bukele a la “desinformación y propaganda”.

Lo anterior explicaría que lancen propuestas deliberadamente radicales, altaneras, irreales, imprudentes o impopulares: desde pedirle a los candidatos de Arena y el FMLN que se retiren para dejarles el camino libre como fórmula opositora única, hasta amenazar con perseguir penalmente al presidente de la república, pasando por la promesa de desconocer a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia (prácticamente dar un golpe de estado) y regañar en público al embajador del Reino Unido por haberse reunido con todos los candidatos incluyendo a Bukele.

De los demás partidos en contienda presidencial, hay poco que decir, salvo que apenas aparecen en las encuestas de opinión y gozan de la casi total indiferencia de los votantes.

Teniendo en cuenta que las elecciones de 2021 marcaron un apoyo al gobierno del 66 % (sin contar a los partidos aliados, con cuyo concurso llegaría al 75 %), y considerando además las mediciones de opinión pública de diversas encuestas subsiguientes, no es descabellado estimar que la oposición política, aún considerada como un todo difuso y ambivalente, podría ser de un nada despreciable mínimo de 25 %.

Sin embargo, dadas las características delirantes y decadentes que se han expuesto anteriormente, esa cuarta parte de la población que estaría descontenta con el actual gobierno difícilmente podrá ser atraída en positivo por los partidos opositores existentes. Hará falta, entonces, que estos desaparezcan del espectro político y, sobre todo, que sus decadentes figuras entiendan y acepten su propia obsolescencia, dejando paso a una nueva oposición, constructiva y propositiva, que esté a la altura de las necesidades del país.

jueves, 12 de octubre de 2023

Realidad, ficción y distorsión de la justicia

El 10 de octubre de 2023 se conoció del vil asesinato de una niña de 7 años en un barrio popular del área metropolitana de San Salvador, hecho abominable en el cual, según las primeras pesquisas, el criminal habría actuado por motivaciones sexuales. El presunto responsable, ya capturado, es un vecino contra quien las autoridades aseguran tener suficientes pruebas testimoniales, documentales y científicas que lo incriminan. Este caso recuerda a otro execrable hecho, como lo fue la violación y asesinato de la niña Katya Miranda en 1999, crimen que quedó en la impunidad aunque las investigaciones señalaron a su propio abuelo como el perpetrador.

Crímenes como los antes referidos provocan la inmediata condena ciudadana, avivando el clamor de justicia así como la exigencia del más duro castigo para esta clase de individuos. Nadie en su sano juicio debería pensar siquiera en esgrimir algún tipo de descargo para semejante conducta. Nadie en su sano juicio. Nadie.

Pero en tiempo de relativismos morales, oportunismos políticos y estupideces ideológicas, nunca se sabe, pues existe cierto sector de la sociedad, supuestamente ilustrado, que desde hace muchos años se ha esmerado en presentar a los miembros de las peores estructuras criminales no como victimarios sino como víctimas de la sociedad, en un retorcido esfuerzo por aplicar a su conveniencia teorías sociales y psicológicas del más diverso origen (desde Rousseau hasta Marx, pasando por Freud) para entender y acaso justificar las más horrendas acciones.

Aparte de reportajes, publicaciones y expresiones de cierto sector del periodismo actual, que documentan esta enfermiza tendencia, hay una notable obra en la literatura de ficción nacional que toca este tema: la novela ¡Justicia, señor gobernador!, publicada por Hugo Lindo en 1961. Su trama es el esfuerzo de su personaje principal —el doctor Amenábar, juez y abogado— por examinar la formación (o deformación) de la personalidad de un reo de apellido López Gámez, convicto por la violación y asesinato de una niña de 6 años.

Lo interesante del caso es que el propio doctor Amenábar no tiene ninguna duda de que López Gámez fue, en efecto, el autor material del crimen; sin embargo, se resiste a creer en la maldad del individuo y, por el contrario, se empeña en indagar en su miserable pasado psicosocial para explicar su conducta. En ese afán, se remonta hasta la infancia del criminal y los abusos que este sufrió, de donde derivan los serios traumas que finalmente empujaron a López Gámez a cometer el horroroso hecho. A partir de tales hallazgos, el doctor Amenábar dicta una insólita sentencia que lleva hasta las últimas consecuencias la traslación de las culpas, por cuya causa es destituido de su cargo y acaba recluido en un manicomio.

¡Justicia, señor gobernador! plantea, a través de su protagonista, una conclusión absurda a partir de razonamientos que pueden tener algún sentido por separado, tanto desde el punto de vista social como psicológico y moral, como lo son la interconexión de las acciones humanas y los orígenes de las aberraciones conductuales; sin embargo, una vez más, en la realidad de casos como el mencionado al principio, nadie debería atreverse a insinuar siquiera que el asesino tenga algún tipo de explicación, justificación o atenuante.

¿O habrá aún quienes lo intenten…?