“God is not great, the case against religion”, de Christhoper Hitchens, es un libro al que más vale referirse por su título en inglés, donde el adjetivo “great” tiene la significación de “wonderful, first-rate, very good”. El argumento central de Hitchens es que las religiones y sus prácticas son, por decirlo suavemente, bastante menos edificantes de lo que se cree.
Una observación y precaución importante -ya con el libro entre manos- es entender que el autor, al igual que todas las religiones, ve a Dios y a la religión asociados en el mismo concepto: Dios sería lo que su religión establece, de ahí que el alegato contra una sea extensivo para el otro.
Al respecto de esta cuestionable unidad conceptual, habemos otros, en cambio, que vemos el debate sobre la existencia o no de Dios como algo esencialmente distinto del debate sobre las religiones, tanto así que si ese Ser Superior existe debe estar, francamente, muy a disgusto con no pocas de las doctrinas elaboradas, predicadas, manipuladas e impuestas en su nombre. El escritor católico José María Mardones lo expresa con otras palabras en el libro “Matar a nuestros dioses” (que actualmente leo en paralelo con los ensayos de Bertrand Russell): “Siempre habría que estar distinguiendo entre lo que es nuestra idea y representación de Dios y lo que es Dios”.
Ya en el desarrollo de los diecinueve capítulos, hay poco que refutar ante el mar de referencias filosóficas e históricas que el autor aporta. Particularmente, me sorprendió darme cuenta de lo fuertes que están y lo peligrosos que son los fundamentalismos en la época actual y en diversas partes del mundo (añadamos al recuento los recientes episodios de terrorismo religioso en Noruega y España), cosa que a veces quizá olvidamos por vivir en país donde -si bien pululan las prédicas torpes, literales, retrógradas y anacrónicas- en general se respetan los artículos 6 y 25 de la Constitución Política (libertad de pensamiento y libertad de culto), aunque hay ciertos sectores que arden en deseos e intentos por derribar el concepto del Estado laico.
Como ya indiqué en una entrada anterior, el capítulo dedicado al argumento del “diseño inteligente” fue el que más me llamó la atención, haciéndome dar una mirada retrospectiva a mis tiempos filosóficos de la UCA. El otro capítulo que ha motivado fuerte debate, y que previsiblemente desembocará en un próximo escrito, es el que cuestiona la idea -muy arraigada y generalmente aceptada- de que la religión hace que las personas se comporten mejor.
En síntesis, ha sido esta una lectura ilustrativa de una postura filosófica legítima que no obstante -vistos los fanatismos y cuadraturas mentales de una y otra índole- resulta imposible de recomendar para quienes claman por suprimir cualesquiera argumentos que sientan como amenazas para sus construcciones mentales.
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