Jingle: anuncio publicitario cantado, en donde el producto es el protagonista. Su eficacia depende de que logre fijarse en la memoria de la audiencia; por eso, tiene que ser claro, corto y fácilmente identificable.
Con motivo de la beatificación de Monseñor Romero, la Conferencia Episcopal de El Salvador encargó esta canción promocional para el evento.
La pieza se conoció a mediados de abril a través de redes sociales y de inmediato fue fustigada.
Una de las críticas principales es que la canción suena como un jingle comercial tipo Teletón o partido político mesiánico. Esto se debe, sencillamente, a que es un jingle y, como tal, ha sido hecho por las mismas personas que hacen los jingles comerciales de la Teletón y partidos políticos mesiánicos. Es lo que, según el estándar publicitario nacional, “funciona” a nivel de radio y televisión. Es su estilo, no pueden ocultarlo, no quieren evitarlo y no saben hacer otra cosa.
En ese sentido (y sólo en ese) es comprensible aunque dolorosamente inaceptable, pues con esto Monseñor Romero se vuelve, en cierta forma, un producto de marketing; de ahí los adjetivos de “trivial”, “edulcorado” y “descafeinado” que el jingle atrae y necesariamente evoca.
Otras críticas apuntan a cuestionar quiénes cantan y cuán comprometidos están o pudieran estar con la causa de Monseñor Romero, pero esto me parece un tanto impertinente, pues estamos hablando de un producto comercial que se basa en la contratación de cantantes y músicos que no tienen por qué comulgar con el trasfondo ideológico.
Ahora bien: en cuanto a los rostros que se presentan, es evidente el interés de la Telecorporación Salvadoreña (TCS) por darle el protagonismo a sus artistas, apropiándose del “producto” en cuestión. Esto sí es lamentable, pues la etiqueta de “artistas unidos” no calza cuando se omite deliberadamente a los de la acera de enfrente, ideológicamente hablando.
Finalmente, en cuanto a la letra “no confrontativa”, estoy bastante convencido de que fue la propia Conferencia Episcopal quien dio los lineamientos para elaborarla. Subrayo las partes en que detecto la visión oficial que se quiere enfatizar.
Del pobre fue la voz,
lo hizo con amor,
un legado nos dejó;
al hombre devolvió
derecho y dignidad:
amar la vida hasta el final.
Romero nos abrió las puertas al amor:
una nueva civilización
donde la vida se entrega
porque vale la pena.
Nadie le fue indiferente,
a su paso entre la gente.
Y aunque fue querido
al mundo dio un giro.
Un solo El Salvador
cantando a una voz,
no hay olvido ni rencor.
¡Romero, mártir por amor!
Aunque literalmente no falta a la verdad ni dice cosas falsas, es una letra criticable por muchas razones estéticas, históricas e ideológicas, dependiendo de cada quien; sin embargo, también es verdad que las otras letras que se han hecho (especialmente por parte de sectores afines a la izquierda) tampoco están exentas de crítica, principalmente por la manipulación política que evidentemente existe en muchas de ellas.
Mi conclusión es que de Monseñor Romero es muy difícil, cuando no imposible, hacer una obra que deje contentos a todos los sectores de un país lleno de fanatismo, intolerancias y resentimientos que no escampan con el tiempo.
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Posdata: en este enlace de la Revista Factum, Orus Villacorta recapitula el espíritu general de la inconformidad vertida y también hace sus propias valoraciones.