La mala atención que se recibe en los bancos del sistema financiero local es exasperante, especialmente en cuanto a los larguísimos tiempos de espera para hacer operaciones de una u otra índole. Esto ocurre no solamente en los que pudieran considerarse días pico, sino en prácticamente cualquier fecha, en buena parte porque apenas una parte de los puestos de atención al cliente y cajeros humanos están habilitados.
Poco a poco estoy llegando a la conclusión de que todo esto no es casual ni solamente por mezquinos motivos de avaricia (por ahorrarse unos pesos en puestos de trabajo); por el contrario, es parte de un plan siniestro para hacernos sentir a nosotros, usuarios forzosos del sistema, como seres desposeídos de todo poder, ínfimos, inermes, insignificantes e indefensos ante tales corporaciones financieras que tienen y manejan nuestro dinero.