sábado, 25 de marzo de 2017

Una satisfacción muy especial

Escribo estas líneas todavía emocionado porque mis chicos/as del ESJ lograron el primer lugar en el IX Certamen Intercolegial de Debate, organizado por la Escuela Superior de Economía y Negocios.

Si bien en 2010 ya se había ganado este certamen, en aquella ocasión apenas di un par de consejos la tarde anterior, pues la iniciativa de participar y la preparación misma estuvo a cargo de los propios participantes, una de ellas mi ahijada.

En los años siguientes, me limité a transmitir la invitación a estudiantes que mostraron interés en el evento, pero objetivamente no tenía disponibilidad de tiempo para ayudarles en su preparación, así que fueron sin mayor tutoría, igual que sus predecesores.

Recuerdo particularmente a un grupo de excelentes estudiantes de esa época que, pese a sus habilidades académicas y de expresión, no logró llegar hasta la Final Four. Este síntoma y otros indicadores me hicieron ver que año con año el nivel de dificultad del evento había ido aumentando, pues cada vez eran más los equipos que se preparaban con respaldo institucional y con mayor anticipación.

Entonces vi que no era justo enviar participantes que, aunque fuesen capaces y entusiastas, no tuvieran el debido apoyo, pues estaban en franca desventaja.

Afortunadamente, esta tesis encontró eco en la dirección del ESJ y así, a finales de 2014, iniciamos el primer proceso organizado para conformar y preparar un equipo que cumpliera las expectativas que naturalmente genera una institución de consolidado prestigio académico.

Con ese equipo que participó en el Certamen 2015 (formado por Sonita, Pablo, Paola y Jackie) logramos un meritorio tercer lugar y su experiencia de aprendizaje fue muy significativa, más allá del galardón obtenido.

En la edición 2016, un equipo tan bueno como el anterior pero con características marcadamente distintas (Marcelo, Jenny, Mario y René) alcanzó el segundo lugar. Aquí incorporamos por primera vez, en cierto momento, a dos redactoras auxiliares: Amalia y Fátima. Valoramos favorablemente todo el proceso, pero como en toda competencia quedó esa micro espinita de que pudimos haber ganado.

Y así llegó 2017, cuando hicimos los ajustes necesarios para capitalizar las experiencias de los años anteriores. Este equipo tuvo a Hugo, Denisse, Betsy e Ivonne, todos de cualidades excepcionales tanto en la expresión como en la investigación y organización del contenido. A ellos sumamos el singular talento discursivo de Murcia, así como la colaboración de Paty como redactora auxiliar.

La cuota de sacrificio invertida en esta participación fue grande, como la de años anteriores, y de la misma forma, desde antes del último día de competencia, la satisfacción estaba asegurada por el hecho de estar entre los cuatro finalistas y haber logrado aprendizajes importantes. Claro que en una competencia de este tipo es bonito ganar, pero nuestra mentalidad explícita fue valorar la experiencia más allá del resultado.

¡Pero ganamos!

Y ese logro, además de la alegría por el premio, tiene una satisfacción muy especial, que me interesa compartir.

La dinámica del certamen es así: acerca de un tema asignado hay dos posturas opuestas, las cuales deben ser preparadas por los equipos participantes y, justo antes de comenzar el debate, se sortea qué postura defenderá cada cual, con independencia de la opinión personal de cada uno de los debatientes.

He aquí lo interesante: cada uno de los contendientes va entendiendo que existen las opiniones contrarias, y que estas tienen ciertas bases y fundamentos que deben ser estudiados y rebatidos con argumentos sólidos. El resultado es necesariamente educativo, pues no hay lugar a fanatismos ni intolerancias.

Y no obstante, a veces aparecen ciertos temas que tocan la sensibilidad y chocan con ciertos valores personales adquiridos o en formación… como ocurrió en esta ocasión.

¿Cómo proceder entonces?

Luego de meditar bien el tema decidimos que, si nos tocaba defender esa postura que no encajaba con historias familiares y valores institucionales, teníamos que buscar una manera de ser coherentes ante todo con nosotros mismos, manejando con mucha precisión y pinzas quirúrgicas los argumentos que nos permitieran sostener el debate con solidez pero sin traicionarnos, siendo al mismo tiempo conciliadores y propositivos.

¡Y vaya que lo logramos!


viernes, 10 de marzo de 2017

El dibujo como herramienta de evaluación

En el ámbito educativo, una de las cosas más temidas por los estudiantes son, sin duda, las pruebas objetivas o exámenes escritos; sin embargo, estos también son un suplicio para el docente, cuando tiene que calificar, responsablemente y con objetividad, cientos de papeletas bajo presión, labor que puede tomar varias horas de jornada extralaboral e incluso de sueño.

A partir de la observación y mi propia experiencia, estoy convencido de que existe una relación inversamente proporcional entre el tiempo que uno dedica a confeccionar el examen y el tiempo requerido para calificarlo.

Aunque no es una receta de aplicación mecánica, es deseable que un buen examen escrito combine diferentes formatos de pregunta (por ejemplo: opción múltiple, pareo y desarrollo). Para elaborarlo, yo necesito generalmente dos horas, los estudiantes tardan entre 20 y 30 minutos en resolverlo, mientras que la revisión me toma aproximadamente 90 segundos por papeleta (una hora por cada sección de 40 estudiantes, revisando una sola pregunta a la vez, en una misma pasada por todas las pruebas, a fin de estandarizar el criterio de corrección).

En casi tres décadas de carrera docente, he utilizado -con sus más y sus menos- ítems de todo tipo, y creí que no había más por innovar hasta que un buen día se me ocurrió explorar el dibujo como herramienta de evaluación de contenidos… con estudiantes que no tienen ninguna formación en las artes gráficas.

Y creo que está funcionando.

En mis exámenes recientes, siempre hay un ítem en donde, en vez de pedirles a los chicos y chicas que describan una escena específica del libro que les dejé a leer, les doy un espacio para que la dibujen.

¿Pero qué pasa si, como buenamente les digo, “el dibujo no es su fuerte”?

Para que este recurso sea válido es importante tener claros los criterios bajo los cuales se califica. El más importante (digamos, dos tercios) es que estén representados todos los elementos importantes de la escena, mientras que el tercio restante se da por la estética visual y el esmero puesto en él, aunque el dibujo sea “de palito”.


¡ALERTA DE SPOILER!


Me explico mejor con este ejemplo del examen sobre Júpiter, de Francisco Gavidia, puesto aquí con autorización de su autora, Karina H.

El contenido está completo: Celis yace muerto en el calabozo, mientras su hija Blanca queda horrorizada por este descubrimiento y Júpiter se suicida, incapaz de soportar la culpa del asesinato cometido contra el padre de su amada imposible (de cuyas intenciones de entregársele para salvar al prócer preso se entera demasiado tarde).

Y, aunque la dibujante no cultive sistemáticamente este arte, se ha esmerado para lograr que la pequeña obra gráfica se vea bien y transmita la idea con algún sentido estético.

Como este, hay muchos otros dibujos que merecieron todos los puntos en juego. Y, ciertamente, calificarlos me resulta mucho más rápido y entretenido, sin que por ello el ítem pierda validez.