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De los varios reportajes publicados con tal motivo, queda claro que los testimonios de los involucrados cargan la mayor responsabilidad del desastre al director técnico, Pipo Rodríguez, quien nunca tuvo control ni del grupo ni de la situación y, para acabar de amolarla, cuando perdía 3-0 al medio tiempo insistía en seguir atacando, sin hacer absolutamente nada para apuntalar una maltrecha defensa.
Sin embargo, la prensa deportiva no ha indagado en su propia responsabilidad en aquel desmadre. En mi memoria tengo bien grabado cómo los más influyentes periodistas especializados, además de inflar la verdadera capacidad del equipo y disimular sistemáticamente sus constantes yerros defensivos, habían fijado un objetivo prioritario para aquel torneo: marcar un gol (puesto que en la participación anterior en México '70 nos habíamos ido en blanco).
Sobre ese tema insistieron hasta la saciedad y tengo la impresión de que lograron, a fuerza de presión mediática, instalar esa meta en la mentalidad en jugadores, entrenadores y dirigentes, traducida en un "no importa perder, con tal de que marquemos al menos uno". Tanto así fue que el "glorioso" gol salvadoreño -que vino cuando perdíamos 5-0, tras una buena jugada del Mágico González, pero también como cortesía de los defensas húngaros que aflojaron las marcas y le permitieron a Zapata rematar a placer- fue celebrado como si con él hubieran ganado el campeonato del mundo. ¡Vaya culto al adefesio!