En días pasados, alguien tuvo la simpática idea de hacer un partido entre las veteranas selecciones de Hungría y El Salvador que participaron en el mundial de España en 1982. Este despropósito no hubiera pasado de ser una extraña obsesión por el masoquismo memorístico de aquel penoso 10-1, de no ser porque la prensa deportiva (incluso parte de la seria) le dedicó amplios espacios al tema y, para completar el teatro del absurdo, hubo buena cantidad de aficionados en el estadio.
De los varios reportajes publicados con tal motivo, queda claro que los testimonios de los involucrados cargan la mayor responsabilidad del desastre al director técnico, Pipo Rodríguez, quien nunca tuvo control ni del grupo ni de la situación y, para acabar de amolarla, cuando perdía 3-0 al medio tiempo insistía en seguir atacando, sin hacer absolutamente nada para apuntalar una maltrecha defensa.
Sin embargo, la prensa deportiva no ha indagado en su propia responsabilidad en aquel desmadre. En mi memoria tengo bien grabado cómo los más influyentes periodistas especializados, además de inflar la verdadera capacidad del equipo y disimular sistemáticamente sus constantes yerros defensivos, habían fijado un objetivo prioritario para aquel torneo: marcar un gol (puesto que en la participación anterior en México '70 nos habíamos ido en blanco).
Sobre ese tema insistieron hasta la saciedad y tengo la impresión de que lograron, a fuerza de presión mediática, instalar esa meta en la mentalidad en jugadores, entrenadores y dirigentes, traducida en un "no importa perder, con tal de que marquemos al menos uno". Tanto así fue que el "glorioso" gol salvadoreño -que vino cuando perdíamos 5-0, tras una buena jugada del Mágico González, pero también como cortesía de los defensas húngaros que aflojaron las marcas y le permitieron a Zapata rematar a placer- fue celebrado como si con él hubieran ganado el campeonato del mundo. ¡Vaya culto al adefesio!
lunes, 18 de junio de 2007
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