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domingo, 27 de abril de 2008
Mambo a lo Juan Luis
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sábado, 26 de abril de 2008
De documentos oficiales
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miércoles, 16 de abril de 2008
De novelas y recetas
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Que hay cosas interesantes y hasta divertidas, las hay; pero durante algunos momentos de la lectura no pude evitar fijarme en la receta subyacente en esta novela, etiquetada como Premio Alfaguara 1998, galardón del cual los rumores dan por hecho que es, como el Premio Planeta y otros similares, apalabrado. Pues sí: toda su armazón parece responder a la pregunta elemental y generadora: ¿qué interesa de Nicaragua, a nivel de personajes, como para asegurar el primario interés del público? Obvia respuesta: Rubén Darío y la dinastía de los Somoza. El primer verso del famoso poema conecta, de algún modo, ambas historias, y las páginas transcurren combinando épocas y entretejiendo detalles históricos y legendarios. En todo ese camino queda la impronta de un escritor de oficio, artista del lenguaje y forjador de la historia, sin el cual la mencionada receta no llegaría a convertirse en un producto literario medianamente sostenible, pese a que la multitud de personajes de la obra casi sólo existen en ese universo por el hecho de ser mencionados reiteradamente.
Viéndolo desde tal perspectiva, pienso que si como editor de un sello internacional yo encomendara una novela salvadoreña vendible en librerías más allá de las fronteras, sin depender exclusivamente del consumo de los connacionales nostálgicos, no dudaría en elegir a Roque Dalton y al General Martínez como los personajes idóneos, cuyas respectivas vidas y épocas tienen los elementos suficientes como para re-crear literariamente ambientes y contextos que garantizarían el interés de las y los lectores.
Sin embargo, por hoy es evidente que esa novela tendrá que esperar quién sabe cuánto tiempo, puesto que de nada valen todas las recetas y condiciones favorables si falta el escribiente, el novelista e investigador, el mero orfebre zurcidor de palabras, hábil y paciente, aquel buen escritor de largo aliento que nunca hemos tenido. Hasta entonces, sigamos consumiendo las novelas de receta, al tiempo que nos regodeamos en nuestras recetas sin novela.
lunes, 14 de abril de 2008
Menú indisoluble
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E* se dispone a pedir el menú, que cuesta diez dólares, justo la cantidad exacta que tiene en su billetera, ni más ni menos.
La dependienta le muestra las dos opciones. El primer menú inicia con consomé de tortilla, continúa con generosa ensalada de papas en salsa blanca, su plato principal consta de arroz con perejil y alverjas más un filete de dieciséis onzas de carne roja término medio, lleva dos panes con ajo, papas fritas a la francesa e incluye una soda con derecho a relleno. El segundo, en cambio, abre con sopa de chipilín, sigue con ensalada fresca rociada con salsa tejana, su plato principal es alguna variedad de arroz verde más filete de pescado horneado con crema y hongos, dos tortillas humeantes, un copo de guacamole y, de beber, té helado de manzanilla.
Al E* le parece bien el segundo, especialmente por el copo de guacamole, del que siempre ha sido adicto, pero siente que le gustaría muchísimo más la carne roja que el pescado. La dependienta le hace ver que en ese restaurante sólo sirven uno u otro combo, por eso se llama así, “Éste o aquél”. Él insiste en su petición, pues está convencido de que, en cuanto cliente, tiene toda la razón. La dependienta le aclara que es política de la empresa no deshacer bajo ninguna circunstancia la unidad de cada menú.
- ¡Pero eso no tiene sentido! -espeta E*. - A Uds. les cuesta exactamente lo mismo armar un menú con la misma estructura y sencillamente cambiar el pescado por la carne roja.
- Lo siento, yo sólo cumplo órdenes -responde con amabilidad la dependienta.
- Sus órdenes apestan, ¿sabe? ¡Quiero hablar con el Jefe!
- No está disponible, señor, quizá se encuentre en alguna otra sucursal; pero sería inútil, ¿sabe? Él mismo estableció esta política de ofertas, insiste mucho en este tema y en todo el tiempo que tenemos de funcionar nunca ha cambiado de opinión, es “Éste o aquél”, no hay más opciones.
- Sus normas me parecen absurdas e injustas, ¿sabe? -sentencia E* medianamente alterado.
- Comprendo y lo siento, pero es lo que podemos ofrecerle. Así somos aquí.
- ¡Es insultante! ¿Por qué no puedo sencillamente tener todo lo que quiero, como lo quiero y en la forma en que lo quiero?
- ¿Y yo qué quiere que le conteste? Yo sólo trabajo aquí. Tal vez en otro restaurante le puedan complacer sus gustos, pero aquí nos es imposible. Quizá si Ud. fundara su propio local...
- ¡Maldita sea: bien sabe Ud. que no hay otros restaurantes cercanos! Además, nunca podría poner mi propio restaurante. ¡Quieren matarme de hambre!
- ¡Oh, no, señor, no nos malinterprete! Lo único que Ud. debe hacer es decidirse entre este o aquel menú. Es todo. Ud. calcule qué le resultará más gratificante, piénselo bien y con gusto se lo serviremos.
- Con la cólera que tengo, siento que uno u otro me caerán mal, pues los comería de mala gana, ¡malditos perros!
- ¡Relájese, cálmese! Ud. solito es el que decide tener cóleras cuando pide más de lo que podemos darle. Mire a su alrededor y se dará cuenta de que unos y otros comensales están cada quien con sus platos, unos más a gusto que otros, pero con sus elecciones.
- ¡Pero yo no soy como ellos: yo no me resigno a aceptar sus estúpidas reglas arbitrarias! -se reivindica E* mientras algunos de los otros comienzan a verlo con cierta extrañeza.
- Mire, señor -le responde la dependienta-: como yo no hice las reglas, me da igual lo que Ud. diga de ellas. Pero eso sí le aclaro: tampoco crea que me va a tener toda la tarde en esto... ¡que los platos se acaban y cerramos a las tres!
Los que hacen fila detrás de E* comienzan a mirarlo con cara de “¡pardiez, pero qué ganas de joder las de este tipo!”
domingo, 13 de abril de 2008
Sí, somos los mismos.
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Comentando otros aspectos, digo que la recuperación y permanencia de los lazos familiares como elemento motivador del personaje principal es un eje válido, verosímil. La actitud serena e incluso sabia de algunos personajes ante su muerte inevitable tiene sólidas anclas antropológicas. El final (dos minutos antes del final) es contundente, casi tan bueno en narrativa cinematográfica como la escalofriante conclusión de “Planet of the apes” (1968), cuando la cámara va sobre el rostro sorprendido de Charlton Heston y poco a poco se nos revela aquel memorable cuadro apocalíptico.
Si no nos ponemos bayuncos e indigenistas, hemos de reconocer que, aquí, este hombre blanco supo hacerla. Eso sí: el haber visto la película en una copia de DVD pirata no me genera ningún tipo de culpa; por el contrario, lo considero una especie de compensación cultural, colectiva y simbólica, como derechos de autor de los posibles antepasados.
¡Oh, qué tristeza!
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viernes, 4 de abril de 2008
Sousa y el guineo
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Ahora, ya adulto, me ha desvelado la duda esencial: ¿cuál es la marcha original en la que se basa el cantito? Después de muchas semanas de angustia por lo infructuoso de la búsqueda, pláceme anunciar a un tiempo la recuperación del sueño reparador y el feliz resultado de mis pesquisas. Tras copioso interrogatorio a que fueron sometidos varios músicos de la Orquesta Sinfónica nacional, uno de ellos, el flautista (pero no de Hamelin), tenía el conocimiento y la información exacta: “El guineo” no es sino la pieza titulada “National emblem march”, de John Philip Sousa, el mero rey del género marchístico.
En todo esto, yo veo dos elementos incuestionables:
a) la histórica identificación de la cultura de la gente sencilla con el ideario de la gran nación del norte, pues desde hace décadas tenemos como propia una marcha ligada a la simbología patria norteamericana.
b) la protesta social: sin duda, el viejo feo barrigón a quien se le reclama haber pelado el guineo no es otro sino el mismo Tío Sam, representado en los dueños de las empresas transnacionales, para quienes nuestros países sólo significan terrenos de explotación y provisión de materias primas a costos risibles que les permiten pingües beneficios. Aquí, la denuncia del intervencionismo imperial es tácita y, por lo tanto, más contundente.
Por cierto, 👉🏼 aquí pueden escuchar el trocito en cuestión. ¡Buen provecho!
miércoles, 2 de abril de 2008
Belleza en oposición
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Pese a lo dicho, me sorprendió mucho que la versión en español de la canción “One night” del grupo irlandés The Corrs (en donde Alejandro Sanz hace el dúo), expresara con bastante precisión un concepto diametralmente opuesto.
El sentido de “One night” es la entrega amorosa total y profunda, pero por una sola noche, una sola vez, irrepetible, fugaz y quizá por ello especialmente intensa: “so for one night, is it alright, that I give you my heart, my love, my heart… just for one night: my body, my soul, just for one night”. En cambio “Una noche”, además de divagar por espacios poéticos no necesariamente argumentativos, insiste en la actualidad del amor a pesar de la distancia: “aún hoy sigo amándote a ti; aún hoy, mi amor, te doy mi cuerpo con alma...”
Fugacidad en una, permanencia en otra... ¿Idiosincrasias opuestas? Quizá, pero a fin de cuentas: ¿no son un buen par de preciosas piezas musicales?
* * *
Posdata: sí, los enlaces para Youtube, aquí para la una y aquí para la otra.
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