No me resulta posible disociar la imagen de mi abuela Delfina con la compra constante y periódica de vigésimos de billete de lotería, costumbre heredada por ella a mi padre (sospecho que con algo de suerte) y recuperada por mí desde hace algunas semanas, más por honrar dicha tradición familiar que por abrigar esperanzas realistas de amortizar las deudas (aunque también es cierto que la certeza absoluta de no sacarse algún premio sólo se tiene cuando no se compra número alguno).
Entretanto -aprovechando que la página web de la Lotería Nacional de Beneficencia publica, además de los respectivos listados, su estadística y recuento anual- me di a la (¿ociosa?) tarea de revisar la frecuencia de los números o bolitas que han constituido los tres premios mayores de los treinta y ocho sorteos de este año.
Así, en 570 tiros el número que menos ha figurado es el 4 (38 veces), mientras que el más frecuente ha sido el 2 (80 veces). Pero más importante que este dato es el de las terminaciones (o el último número del billete premiado, que da derecho al menos a reintegro): la que menos ha salido (o “no ha jugado”, como dicen los billeteros) es la del 3 (sólo 6 veces), mientras que la más afortunada ha sido la del 8 (16 veces).
¿En conclusión? Una de dos:
a) O la bolita del 3 en la tómbola tiene truco y pesa algunos miligramos menos que las demás.
b) O, conforme a la ley de la entropía (y al sabio consejo de los vendedores de estos portadores de suerte), el 3 tiene más chance de salir en los próximos sorteos.
Consideremos también el escenario más probable: que mis razonamientos y expectativas continúen fracasando y permanezca como hasta ahora, es decir, sin sacarme ningún premio. Si es así, con resignación y altruismo diré: "No importa, pues al fin y al cabo... ¡el $1.25 es para beneficencia!"
jueves, 25 de septiembre de 2008
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1 comentario:
Esto es algo que a mi parecer...
Bueno, ya se lo he expresado :/
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