sábado, 10 de septiembre de 2011

"Dorian Gray" sin retrato

"Now, explain it to me like I'm a four-year-old."
(Personaje de Denzel Washington en la película "Philadelphia", de 1993).

Esta entrada nace a pedido de mis ruidosos alumnos/as de la Promoción 2015 del ESJ, particularmente de Camila (del club de los topetazos, que preguntó por la película), con quienes estamos leyendo "El retrato de Dorian Gray"; sin embargo, esto no excluye que pueda ser de utilidad para el público en general.

Primero, hay que entender que una obra de arte no es su trama o argumento, sino que se realiza concretamente en una forma artística determinada, ya sea a través de la narrativa (personajes, ambiente, acción), del verso (figuras, rima, métrica), de la escena (parlamentos, luces, escenografía), de los sonidos (timbres, tonos, armonías, melodías), de la imagen (composición, colores, profundidad de campo), etc. El resultado depende de cómo se manejen dichos elementos. En este caso, estamos hablando de una novela que es obra maestra de la literatura, con las virtudes artísticas propias del género. No creo que tome menos de veinticuatro horas leerla, hay que imaginarse situaciones y personajes, haciendo muchas reflexiones y relaciones a partir de lo que está escrito, sin dejar de lado el trabajo propiamente literario del autor.

De lo anterior se sigue que toda película tendrá que ser forzosamente basada en la novela, no su simple traslado. En una oración: la película no es la novela. Esto implica hacer adaptaciones para ponerla en imágenes y diálogos con un límite de dos horas, lo cual exige recortar parlamentos y situaciones e incluso -como es lo usual- modificar con mayor o menor libertad los hechos mismos a fin de lograr un final conforme a ciertos estándares cinematográficos.

Este montón de cambios explica por qué una obra maestra de la literatura no necesariamente se convierte en una obra maestra del cine y viceversa. En la mayoría de casos, el cambio de género artístico resulta en una obra menor.

En el caso de la película "Dorian Gray", puedo señalar como principal virtud la ambientación escénica, con una selección de rostros bastante apropiada para los personajes y encuadres estéticamente agradables. En contraparte, creo que las alocuciones de los personajes principales están muy simplificadas, por lo que resultan bastante insulsas. Por otra parte, se ha perdido casi por completo una de las fuerzas principales de la novela, como lo es la pasión (artística) que siente Basil hacia Dorian, imagen de la belleza pura.

Reiterar lo dicho antes resulta ineludible: no crean que ver la película es como leer la obra. Hay demasiadas variaciones en la secuencia de acontecimientos, las motivaciones y debates de los personajes, el "qué, cómo, cuándo y dónde"; por ejemplo, si en el examen escrito de la novela llegase a preguntar cómo y por qué muere Sybil, la respuesta a partir de la película acreditaría un cero, ya que todo fue cambiado. Y no es ese el único caso, la segunda mitad del filme tiene poco que ver con el texto original.

Un aspecto a considerar con especial importancia es que la novela sugiere ciertas situaciones excepcionales en las relaciones entre Dorian, Lord Henry y Basil, así como del oscuro mundo en que se sumerge Dorian, pero precisamente la gracia de esta especie de acertijo está en que nada más las deja planteadas para la imaginación del lector o lectora. En cambio, en la película ya ha habido una interpretación del guionista y del director, por lo que se presentan directamente dichas escenas, convirtiendo lo que en el texto era un abanico de posibilidades en tan solo una de ellas.

Finalmente, téngase presente que la novela se lee en el contexto de la materia desde un enfoque moral: la dualidad entre la imagen exterior y la corrupción interior, relacionado con la vanidad exacerbada más el sinsentido final de una vida dedicada al enfermizo culto a sí mismo. En la película hay algunas escenas sexuales que desvían la atención de los puntos verdaderamente importantes, pues el morbo generalmente obstaculiza el correcto análisis y, por el contrario, fomenta ciertos prejuicios.

En síntesis: ¡novela, sí; película, no!

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