Una buena forma de describir temáticamente la película “El gran Gatsby” (2013) es como el drama de un hombre por corregir el pasado. Su amigo Nick sabe que esto no es posible y trata de hacérselo ver, pero la fijación de Jay Gatsby al respecto es irreversible, de ahí que las cosas no puedan acabar bien.
Basada en la novela de F. Scott Fitzgerald, publicada en 1925, y dirigida en 2013 por Baz Luhrmann, la obra es un derroche visual de estridencia barroca en medio de una colorida atmósfera por momentos irreal, cautivadora entre el fastuoso ensueño casi permanente y la pesadilla que acecha. He aquí el aporte de Luhrmann, que mejora y potencia el texto original.
La débil y verduzca oscilación luminosa que Jay Gatsby ve al otro lado de la bahía, a la cual se aferra en tanto representa la sublime idealización que ha hecho de su amada lejana Daysi, abre y cierra un filme cargado de pasiones, nostalgias y ternuras, pese al trasfondo violento que no por ser apenas insinuado deja de estar menos presente.
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