La extensión física de "Anna Karenina", de Tolstoi, debe andar por unas 800 páginas, divididas en 249 capítulos repartidos en ocho partes. De la trama principal se derivan no pocas hebras que por momentos llegan a hacer olvidar que la novela trata de la tragedia sentimental de Anna.
Mi interés por leer esta obra nació de ver la película de 2012, protagonizada por Keira Knightley, porque pensé que su forma escrita había de ser una gran cosa, con todo su tejido y recursos literarios, ya que vista en su puro argumento peliculero, francamente no pasa de ser un novelón sentimental (si bien el filme tiene aciertos escénicos y aportes visuales).
Sin embargo, luego de la prolongada lectura no sentí ese sabor de haber estado ante la prometida grandeza universal que a este clásico se le atribuye.
Consciente de las naturales ampliaciones que han de encontrarse en el texto literario, mi impresión general es que Tolstoi se excede en digresiones, divagaciones y elementos secundarios, tanto como para pensar que le habrían bastado poco más de la mitad de las páginas para plantear con equilibrio tal universo de ficción.
No sé si lo anterior se deba a que la obra fue escrita y pensada para otros tiempos, tanto así que no me parece descabellada la hipótesis de que en los inviernos rusos decimonónicos el pasar de la existencia se siente diferente a lo que estamos acostumbrados en cuanto a celeridad y extensión temporal.
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