miércoles, 9 de diciembre de 2015

De maldiciones indiscriminadas

Tragedia
5. f. Situación o suceso luctuoso y lamentable que afecta a personas o sociedades humanas.

No sé si haya alguien que pueda preciarse de estar anímicamente preparado/a para enfrentar una tragedia que toca a gente de su entorno cercano, especialmente si esta es imprevista, repentina y atroz.

Tal evento infausto es capaz de sacudir cualquier base previa.

Cada quien reacciona como puede, a partir de sus creencias sobre el sentido de la vida y del universo, las más de las veces muy lejos del estoicismo (ser fuerte, ecuánime ante la desgracia).

En esos momentos, además del llanto inevitable, hay quienes recomiendan verbalizar, escribir los sentimientos negativos como catarsis, desahogo que se ve como saludable.

Y… quizá, puede ser.

El solo proceso de poner en palabras esos infaustos sentimientos, como la impotencia y la rabia, tal vez ayude a clarificar un poco las emociones, racionalizarlas y mantenerlas a raya por simple necesidad de supervivencia, para no dejarse arrastrar hacia el abismo del sinsentido y las imprecaciones indiscriminadas.

Esto último es un espectáculo penoso, quizá comprensible según la dimensión de la desgracia, aunque también injusto cuando ese torrente se lo pasa llevando gratuitamente, solo por estar ahí.

Uno puede, en un acto de tolerancia y comprensión, guardar silencio, que ya se le pasará.

O puede también buscar el momento oportuno para hacerle recapacitar.

Voy al caso.

Uno conoce la cifra diaria de asesinatos en El Salvador, así como la elevadísima tasa de hechos delincuenciales; pero cuando la persona afectada es alguien que conocemos, o que se mueve en nuestros entornos cercanos, ese saber deja de ser una estadística para convertirse en un dolor o temor palpable.

Algunas personas, entonces, expresan su dolor maldiciendo… y quizá sea válido.

Pero cuando ya incluyen reiteradas sentencias como “maldito país” o “este país es una mierda”, uno comienza a dudar de la sensatez del discurso.

El país no es solo el paisaje, sino principalmente su gente. Y aquí hay gente indolente, borrega y villana, pero también personas piadosas, solidarias y generosas en sus dones. ¿Son "malditos" todos, sin discriminación alguna?

Hay criminales de todo tipo, pero también hay seres humanos muy dignos. ¿También estos “son una mierda”?

Hay autoridades elegidas o designadas que no hacen bien su trabajo, revolcados en el miasma, pero también hay quienes buscan soluciones y hasta arriesgan su vida por un ideal de presente y futuro. ¿También a ellos van las puteadas?

Llore y recuerde a sus muertos, compadézcase del dolor ajeno y apoye quien pueda, pero no me venga con que "este país es una mierda".

Piense, medite, reflexione... Que mañana despertará en medio de ese mundo de heces que ha descrito, verá que la vida sigue... y algo tendrá que hacer.

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