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Lo triste viene cuando encontramos anuncios clasificados en donde la gente se dedica prácticamente a pedir regaladas las cosas, con cierto descaro; otros más, a insultar al que puso este o aquel anuncio que, por cierto, ni siquiera le interesa realmente, sólo por la pura gana de dar la gran "tratada”, evidentemente anónima; y no olvidemos a quienes tercian en el pleito como en la plaza más miserable, culturalmente hablando.
Uno podría pensar que todo esto se debe, precisamente, a que poner un anuncio o comentario ahí es gratis. Pero no: cuando uno recuerda los millonarios presupuestos de las campañas electorales pasadas, o cuando uno sintoniza la transmisión de las plenarias de la Asamblea Legislativa, cae rápidamente en la cuenta de que el factor “de choto” es irrelevante: ¡esto es por pura vocación!
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