AVISO A NAVEGANTES: en este sitio no hay ningún enlace web, clave ni pista que indique la ubicación del video aludido; así pues, quien con tal propósito haya llegado -así sea por accidente- hasta aquí, pierde su tiempo. Si, en cambio, lo que busca es una opinión razonada al respecto, quizá este sea el lugar apropiado.
Hace pocos días, se hizo viral en redes sociales un video pornográfico protagonizado por una joven mujer, estudiante destacada de una prestigiosa universidad local, filmado con su consentimiento por su amante, a quien se señala como responsable de haberlo divulgado posteriormente como represalia por supuestas infidelidades durante el tiempo que estuvieron juntos.
Como suele suceder en la web guanaca, los comentarios han sido de todo tipo, con marcada tendencia la chabacanería, incurriendo muchas veces en el típico dime-que-te-diré saturado de insultos y vulgaridades.
Una línea de comentarios se dirige contra el presunto hechor, también estudiante universitario, quien podría ser enjuiciado y encarcelado por el delito cometido, siempre que hubiera una denuncia de por medio y se lograra comprobar la comisión de la divulgación, cosa ya de por sí difícil teniendo en cuenta la naturaleza del crimen y las peculiaridades del sistema judicial salvadoreño.
En contraparte, hay una segunda vertiente de textos y opiniones que atacan a la joven a causa su conducta sexual, postura impertinente pero acorde a nuestra ancestral cultura machista. Tampoco faltan quienes se regodean del material ilícitamente divulgado. Sobre esto, la bloguera Virginia Lemus protesta y explica con bastante claridad el problema en este enlace.
Hay, no obstante, un tercer tema que suscita mucha polémica, como es señalar el gravísimo error cometido por la joven al consentir que se le grabara en la intimidad y que ese material quedara en poder de quien después traicionaría su confianza y lo usaría para denigrarla.
Para algunas personas, no se debe señalar como error, imprudencia o decisión poco inteligente el haber permitido la grabación de los videos, porque eso es cargar todas las culpas y re-victimizar a la joven perjudicada con la agresión virtual posterior.
No estoy de acuerdo con esta valoración.
Evidentemente hay un delito, que es divulgar el video, y hay un culpable, que es la persona que lo puso a disposición pública en redes sociales. Eso está claro. Tambien es terrible y lamentable el sufrimiento emocional que padece la persona afectada, sus familiares y amigos. Pero eso no quita la cuota de irresponsabilidad de quien se construyó una potente arma y luego, sin el menor sentido común ni medir el alcance de la situación, la dejó en manos de alguien que podría hacer uso dañino en contra de ella misma, basándose en una confianza sin fundamentos objetivos.
Varias lecciones pueden sacarse de esta horrible situación, pero una que sería imperdonable omitir es esta sencilla norma: no permitir que te graben en situaciones que luego pudieran perjudicarte. Bien decían las viejitas que la curiosidad mató al gato, no es sabio labrarse uno mismo su propia estaca.
Y en estos tiempos virtuales… don’t trust anybody!