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Es así como para mí andar por los pasillos de una ferretería podría fácilmente tomarme todo un día. Que si hace falta reparar esto, que si se podría mejorar aquello, que si debería remodelarse lo de más allá: tales pensamientos acometen mi mente al punto tal que alguna vez he olvidado precisamente aquello para lo cual originalmente llegué al lugar (quizá comprar un par de clavos de acero).
El problema, obviamente, siempre es la limitación presupuestaria, porque entre la multitud de tenazas y pinzas, selladores y empaques, herramientas y tornillos, no dudo que, de tener vía libre... ¡quebraría cualquier límite crediticio!
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