Generalmente, sólo las malas noticias son noticias, pues los medios de difusión masiva (autodenominados “de comunicación social”) tienden a considerar (acertadamente) que el morbo vende más. Así, el conjunto de publicaciones relacionadas con el Instituto Salvadoreño del Seguro Social fácilmente puede inducir terror en un enfermo medianamente consciente, pues sólo reseñan casos que dan “cosa” (as Doctor Chapatín said), sin olvidar la pésima imagen que han dejado algún exdirector corrupto y algotro sindicalista perverso.
La verdad, no obstante, siempre es más compleja y no se puede saldar de un plumazo.
Particularmente, la atención y tratamiento con diversos tipos de diálisis que mi madre ha recibido allí desde hace seis años le ha proporcionado bastante de eso que técnicamente llaman “sobrevida”, en condiciones bastante dignas. De esto, ella y toda nuestra familia hemos de sentirnos afortunados, pues de no ser por el principio de solidaridad que fundamenta el funcionamiento del ISSS, ese tratamiento en el sector privado nos resultaría incosteable y, en el sector público, lastimoso y lamentable (¡unámonos a la campaña nacional “menos diputados en la Asamblea por más máquinas de hemodiálisis en el Rosales”!).
Realmente, la gran mayoría de personas con quienes hemos tratado en el ISSS (médicos, enfermeras, camilleros, personal de limpieza y administrativo) nos han atendido bastante bien, dentro de las posibilidades que su entorno laboral les permite y a veces incluso un poco más. Que hay quejas... sí, podríamos mencionarlas (y, de hecho, las ponemos ante las instancias respectivas), pero las más de éstas son atribuibles al mayor mal del que padecemos en El Salvador: la “cultura salvadoreña” o "el mal modo de hacer cada pequeña cosa que se hace o, incluso, que se deja de hacer". Y de eso todos padecemos en mayor o menor medida.
Por eso, al pesar uno y otro lado, me quedo con un balance positivo y, al menos aquí, me permito ser moderadamente optimista en que la institución puede ser aún mejor en los años venideros.
domingo, 13 de julio de 2008
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4 comentarios:
Me uno a la campaña y considera este comentario como una firma.
Mi abuelo trabajaba en asuntos de mecánica industrial, en los años 70tuvo un accidente con una descarga eléctrica de alto voltage, lo llevaron de emergencia al hospital del Seguro Social, dado el nivel técnico o profesional. Yo lo visitaba todas las tardes -de 5 a 7pm-, y como pasó mucho tiempo en recuperación, pues el hospital también era como mi segunda casa. Yo casi era como un huésped, eso porque también el ISSS parecía un hotel cinco estrellas, con su menú delicatessen. Al final a mi abuelo no le quedaron ni huellas de las quemadas. Después el turno fue para mi padre por diversos casos índole laboral.
Con todas esas experiencias, el anuncio de una posible extensión de los servicios médico-hospitalios a personas que coticen por su cuenta sería una gran obra social. Como lo sería el abastecimiento logístico de los hospitales públicos que también ya tienen personal muy profesional.
saludos.
Me alegra leer un poco de optimismo en esta entrada ^^
La verdad si es necesario esperar lo mejor con el paso del tiempo, claro, sin que este sea prolongado excesivamente v.v
Y lo de los diputados...
Que lamentable realidad la nuestra!
El ISSS no es perfecto, pero existe. No quiero ni pensar en la alternativa. Por eso hay que cuidarlo, y exigir que todos los servicios de salud del país vayan mejorando día a día, y no al revés.
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