martes, 17 de febrero de 2009

La mayor miseria

El ser humano es miserable. Lo peor de sí mismo aflora especialmente cuando más se necesita contenerlo, es decir, en situaciones difíciles, extremas, al límite. Luego del tenso par de horas contemplando la película “Blindness” -versión cinematográfica de “Ensayo sobre la ceguera”, de José Saramago- acaso este sea el único mensaje posible. Ya un par de décadas atrás habíamos llegado a esta conclusión sin esperanza con la película “Lord of the flies”, basada en la novela homónima de William Golding, y las recientes visiones putrefactas de “Apocalypto” nos lo habían confirmado. Que si los intentos de la civilización por contener esta tendencia maligna en su balance final han fructificado en algo o, por el contrario, sólo han producido maquinarias más sofisticadas, es tema para seguir discutiendo por puro ocio: pensemos lejanamente en la Inquisición, los nazis y los jemeres rojos; o bien, en sus grotescas analogías locales, como los “cuerpos de seguridad” de los años setenta y las purgas internas de los ahora redentores. Pocas obras de ficción logran que uno llegue a preguntarse sobre el verdadero y esencial origen de una especie perfectamente capaz de llegar hasta situaciones como las allí descritas, en una hipotética situación en la que, desde la posesión de la salud y la estabilidad, es imposible predecir cómo habría uno mismo de comportarse.

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