Uno podría entender que tal persona, careciendo de aspiraciones e inundada de nihilismo, se limite a verse como futuro alimento de gusanos. En su derecho está, si bien no le caería mal una pequeña dosis de filosofía de Camus y su rebeldía dignificante contra el absurdo. Pero de ahí al afán de gozo que se deduce de su manía por intentar el desbarate de aspiraciones, ya hay dos palmos de distancia.
En algunas novelas y películas de mediana complejidad, a tal tipo de personajes se les adjudica lemas del tipo “como yo no puedo (o no quiero) hacerlo, procuraré que los demás tampoco”, como el Wizard que hace Robin Williams en “August Rush” (2007). Gentes de tal calaña las hay de todos los niveles sociales y culturales; curiosamente, algunos bastante ilustrados se resistirían soberbios a ser descritos como un personaje a quien juzgarían caricaturesco, pero después de las retóricas y disfraces, no queda sino poco más que la esencia del mismísimo Cicuta, cómic de Faruk que gustaba justamente de ese tipo de sabotajes.
En contra de seres tales, uno recibirá consejos de no hacerles caso y que le sobren sus amarguras. ¡Hecho! Pero cuando es tan reiterado y, por añadidura, sus ataques caen en el momento preciso en que uno está luchando contra las dificultades y exigencias inherentes a la tarea emprendida, con las naturales dudas acerca de la conveniencia o el éxito del esfuerzo, dan ganas de aventarles una stillson.
En su célebre poema “Desiderata”, Max Ehrmann escribió lo siguiente:
Avoid loud and agressive persons, they are vexations to the spirit.
Palabras más apropiadas... ¡casi imposible!