Es peligroso valorar positivamente actos y comportamientos por el solo hecho de ser "tradicionales" o nada más porque forman parte de la idiosincrasia, transmitida de generación en generación. Un sano juicio crítico debe aplicársele a cada circunstancia, viendo si hay algún sentido en continuar con aquello que se dice tradicional o es mejor abandonarlo en el más lejano rincón de un cofre de recuerdos destinados al olvido.
Para visualizar mejor el tema, analice usted -como padre de familia- si está en disposición de seguir estas tradiciones en cuanto a la educación de sus hijos:
- Al niño/a tierno enfermo, llévelo al curandero para que le saque a fuerza la mollera.
- Al cipotío/a travieso, hínquelo en maíz, después de la respectiva penqueada, cuando cometa alguna falta.
- Al bicho adolescente, llévelo a una casa de putas para que “lo hagan hombre”.
¿Ajá…?
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