miércoles, 10 de junio de 2015

Cinco zafadas típicas de funcionarios guanacos

Antes de pasar a la esperada enumeración, aclaro lo siguiente: cuando digo “típicas” no me refiero a que estas excusas, justificaciones o evasivas sean de uso exclusivo de personajes públicos de la Guanaxia Irredenta (pues varias de ellas están en el repertorio usual de la así llamada clase política en todas partes del mundo). El uso de tal adjetivo lo justifico por su acepción de “característico o representativo de un tipo”, en este caso el funcionario o funcionaria de por estos lares, como si antes de asumir un cargo de cierta responsabilidad en cualquier órgano del Estado, e incluso en instituciones no estatales, se hubiera memorizado un manual de defensas estándar para usar a discreción en caso de críticas, cuestionamientos o exigencias ciudadanas.

Dicho lo anterior, aquí les van, para su consideración. Las coincidencias con otros contextos aplican.

- Es culpa a la administración anterior

Esta táctica es antiquísima, una de cuyas versiones más populares es la leyenda de las dos cartas que Kruschev le habría entregado a Breznev en los sesentas. La diferencia esencial es que, en ese cuento, la descarga de la propia responsabilidad solo funcionaría una vez, mientras que aquí es permanente: desde el Ejecutivo y sus ministerios, pasando por curules, hasta la más remota alcaldía municipal del trozo de república en que vivimos… ¡todo es culpa de quien estuvo antes!

- Otros lo hicieron por años, ¿por qué nunca los criticaron?

En esta variante no se niegan descaradamente las deficiencias, faltas o errores actuales; sin embargo, se ocultan en la tradición, se justifican en la costumbre que se ha hecho ley, o bien, se minimizan en la comparación de que “antes era peor”. Con frecuencia, se acaba atacando a quien critica, acusándole de no haber tenido esa acuciosa actitud de fiscalización o reclamo en el pasado, no importa si esto es cierto o no. Trátase de una traicionera aplicación del principio ajedrecístico "la mejor defensa es el ataque".

- Es una campaña de desprestigio

Toda persona o institución que tenga o crea tener enemigos puede hacer uso de tal lema. Nunca nadie usó este estribillo de manera tan reiterada como los oficiales del ejército salvadoreño durante la guerra civil, para atajar acusaciones de violaciones a los derechos humanos. Pero no fueron los únicos. Cuando se comenzó a hablar del tema, algunos jerarcas de la Iglesia Católica dijeron lo mismo sobre las denuncias de abuso sexual infantil, hasta que la evidencia les obligó a cambiar radicalmente de discurso. Incluso el tristemente célebre Pastor Enmotelado, líder de una importante secta evangélica, esgrimió este recurso falaz contra sus críticos (a quienes, en un noble gesto, perdonó en público por tales afrentas).

- Hay cosas más importantes en las que fijarse

Esta es la muy conocida smoke screen o “cortina de humo”, la cual obviamente solo funciona para problemas que puedan ser vistos (con cierta verosimilitud) como menores, triviales o insignificantes en comparación con aquel que se señala (o inventa) para desviar la atención; o bien, que este último despierte más morbo o cause más sensación que el primero.

Pese a lo burdo de la triquiñuela, es un recurso táctico altamente efectivo de cara a los propios seguidores, siempre dispuestos a ver y traer a cuenta pajas o vigas en ojos ajenos para disimular los propios. ¿Me cuestionan por nepotismo? ¡Digo que los periódicos no pagan impuestos! ¿Me protestan por despidos en mi administración municipal? ¡Descubro una clínica de abortos clandestinos! Y así vamos. Wag the dog no es cine de ficción.

- Esto requiere de una solución integral

Nada mejor y más elegante -diría que hasta intelectual- que hacer ver lo complejo de un tema y las múltiples causas a las que este obedece, para dar la impresión de que se está trabajando arduamente en su solución, ganar así tiempo y al final no resolver nada. La verborrea técnica puede alternarse con consideraciones de orden histórico y hasta antropológico, sin descartar nunca las teorías conspirativas y, por supuesto, las anécdotas más o menos impresionantes. Luego de semejante alocución, hasta el más crítico ciudadano acabará aceptando que ella o él mismo es parte del problema, casi se sentirá culpable y seguramente suavizará o se olvidará de reclamar a quien está al frente.

¿Quiere ejemplos con nombre y apellido? Esos se los dejo a usted, mi estimado(a).