Cantaleta: estribillo; voz o frase que por hábito vicioso se dice con frecuencia (diccionario de la RAE).
Gente que tiene a su alcance y disposición un micrófono en radio o televisión, así como columnas de opinión de periódicos y otros medios digitales en la Guanaxia Irredenta (y a cuya palabra se le da mayor peso en ese engañoso concepto de “opinión pública”) acostumbran prodigar cantaletas basadas en mitos, afirmaciones no solo sin fundamento sino en contra de evidencias rastreables con un mínimo de rigor y memoria histórica. Algunas son políticas, otras culturales y otras…
Dejo aquí cinco significativas, de las cuales particularmente ya estoy harto.
- Lo nuestro es el balón a ras de piso con toque fino
¿En serio se creen esa tremenda falacia? Cuenten cuántos pases seguidos logran dar los jugadores en un partido estándar de primera división y luego hablamos. ¿Ya vieron a cuántos metros le rebota el balón cuando uno de nuestros futbolistas recibe un pase largo? Dirán que esto es una virtud que se ha perdido. ¡Falso! Traten de ver (si lo resisten) los partidos de la Selecta en el Mundial España 82 y no hallarán más que jugadas sin ton ni son, en los poquísimos momentos en que el rival nos prestó la canica. Notables excepciones aparte (Mágico, Pájaro y Cienfueguitos, por ejemplo), el aclamado “buen trato a la pelota” nunca ha sido el estándar ni la orientación primaria del futbolista guanaco; antes bien, el patadón nos define mejor.
- Los veinte años de Arena
Allá por 2010 y 2011, cuando aún no se cumplían los dos primeros años de la presidencia de Mauricio Funes, culpar de todos los males nacionales a las dos décadas que el partido Arena gobernó el país era no solo obvio, sino hasta necesario (entre otras cosas, porque por eso perdieron las elecciones). Pero que lo hagan ahora, tras seis años de gobierno efemelenista y por boca de funcionarios estatales, es un mal chiste que ya ni para memes alcanza.
Y no es que pidamos que en tan corto tiempo (considerando el universo y sus distancias) se resuelvan todos los males, pero al menos alguna sensación de que se está en vías de arreglar desaguisados (y no crear nuevos entuertos) debería haber.
- El muy católico pueblo salvadoreño
La religión en El Salvador: católicos (46.8 %), evangélicos (34.6 %), otras (2.4 %), ninguna (16.0 %). Gracias al periodista Edwin Segura que tuiteó esta información, respaldado por LPG datos. No tengo más que añadir... o quizá sí: ¿ya contaron los que dicen ser pero no ejercen?
- Paz y trabajo antes de la guerra civil
Si a estas alturas del partido alguien no tiene clara la dimensión de esta falacia ideológica, es difícil que cambie de parecer aunque se lea tres o cuatro tratados históricos. Al status quo de opresión e injusticia que generó las condiciones para la insurrección armada de los ochentas no se le puede llamar una época de “paz y trabajo”… a menos que se compartan los intereses oligárquicos de la tristemente célebre Cruzada Pro Paz y Trabajo. Pero eso ya es otro pisto.
- Las buenas épocas del rock salvadoreño
Dicen que grupos como Los Supersónicos, Los Intocables, Los Mustangs, Los Vikings, Hielo Ardiente, Los Beats y otros tantos sesenteros han sido lo mejor que se ha producido por estos lares. Dicen también que sus voces líderes (Luis López “El Monseñor del Rock Salvadoreño”, Óscar Olano, Chamba Rodríguez, etc.) son leyendas vivientes.
No lo creo tan así.
Cierto que entre esas huestes hay músicos y hasta canciones notables, y los respeto, pero la mayoría de ellos vivía del cover, la adaptación local de éxitos foráneos de la época, llegando a hacer versiones en español que no tenían nada que ver con el sentido original de la canción.
¿De dónde sacaron ese absurdo “por qué llorar” donde va “don’t let me down”? ¿Qué tiene que ver el “¡oye lo que digo!” con Proud Mary? Por supuesto, hubo temas originales memorables, como Camino de Hormigas y otros dos que tres, pero tampoco exageremos.
Estimada generación anterior a la mía: no confundan sus recuerdos de adolescencia con la mejor época musical de la vida nacional. Otra cosa es que ese repertorio sirva como gancho para llevar gente a célebres chupaderos nostálgicos, pero allí ya son las heladas las que mandan.
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