Desde antes de la elección de Nayib Bukele como Presidente de la República en 2019, el periódico digital El Faro afirmó que hubo contactos entre presuntos representantes del entonces candidato y miembros de pandillas, cuando aquel fungió como Alcalde de San Salvador. La supuesta prueba era una fotografía donde se ve a varias personas en una mesa, en una venta de comida, que dicen estaría validada por testimonios de sus fuentes pandilleras, con quienes los periodistas acusadores tienen nexos.
Luego, desde mediados de 2020, El Faro ha ampliado e insistido en denunciar que el gobierno de Bukele hizo un pacto con cabecillas pandilleros, para reducir homicidios a cambio de beneficios puntuales. Las pruebas presentadas al público han sido, en el transcurso de varias entregas, una fotos de personas encapuchadas, audio de conversaciones donde todos hablan en clave y con sobrenombres, y principalmente fuentes pandilleras con evidente interés en plegarse a este relato para buscar beneficios propios o perjudicar al gobierno. Últimamente publicaron un video entrevistando a un criminal prófugo, quien dijo que sí a todo lo que los hermanos Martínez d’Aubuisson le fueron sugiriendo en el transcurso de una conversación bastante amigable.
Utilizando una fuerte red de activistas patrocinados, los de El Faro consiguieron que personeros de la administración Biden le compraran ese relato, con consecuencias diplomáticas y, además, logrando que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos mencionara el tema en una acusación contra líderes de pandillas por delitos en aquel país, presentada en Nueva York. Sin embargo, en los años 2023 y 2024, la misma administración demócrata se desmarcó de dicha narrativa y comenzó acercamientos estratégicos con el gobierno de Bukele, mismos que se consolidaron y se ampliaron con la llegada del presidente republicano Donald Trump, en enero de 2025, lo cual ha resentido mucho a la red mediática y lobista anti Bukele, pues está claro que esa narrativa ya no tiene espacio en los despachos oficiales.
En el fondo de todo persiste una pregunta fundamental: ¿por qué la población salvadoreña no se cree esta teoría conspirativa del pacto?
La primera razón es porque dicha teoría se sostiene únicamente en la credibilidad de los periodistas de El Faro, caracterizados por más de una década por publicar material que de una u otra forma justifica o legitima a las pandillas, por quienes sienten una extraña fascinación. Son ellos quienes afirman haber recibido los testimonios de los criminales y, solo por ser ellos, habría que creer que sus fuentes son reales y también que lo que estas dicen es cierto (cosa ya de por sí dudosa, dada la situación de precariedad a la que los redujo el gobierno de Bukele).
La segunda razón es mucho más simple, pero contundente: la teoría del pacto choca frontalmente con la realidad de la desarticulación de las pandillas en El Salvador. El Faro y sus satélites se han esforzado en deslegitimar el logro gubernamental diciendo que este procede de una negociación. Eso es un absurdo evidente, pues no hay estructura en el mundo, criminal o no, que vaya buenamente a negociar su propia extinción a cambio de nada. Pensar que sus cabecillas —con años de experiencia en vida criminal, control territorial y manipulación de actores políticos— hayan sido tan ingenuos como para pactar y acabar rendidos, desarmados y presos, requiere un nivel de imaginación sólo proporcionado por sustancias alucinógenas.
El Faro y su red de medios amigos, sin duda, se seguirán esforzando por repetir este relato hasta la saciedad, pues aparentemente no tienen más que ofrecer. El problema para ellos es que, si no funcionó cuando pensaban que iba a ser una bomba mediática, difícilmente funcionará cuando ha quedado reducido a un refrito cuyo sabor se va degradando en cada entrega.


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