Desde hace varios años adeudo una respuesta para las muchas personas que me han preguntado mi opinión sobre las obras de Paulo Coelho, la cual no había podido formular con conocimiento de causa dado que, hasta hoy, no había leído ninguno de sus libros ni tampoco había puesto demasiado interés en ello, dada la casi unánime opinión peyorativa de mis colegas de la "intelligentsia". Pues bien: este día, un par de horas de supervisión pasiva en cierto evento académico en mi lugar de trabajo coincidieron con una alumna cuya personalidad me recuerda a Liza Simpson, para tener en mis manos un ejemplar de "El alquimista" (1988), con la recomendación de leerlo sin prejuicios y con mente abierta.
Ya desde el primer párrafo fue evidente su estilo de parábola bíblica: aunque la historia es más extensa, la construcción de las frases procura ser tan clara y sencilla como para poder leerse con la mayor fluidez posible, de manera muy semejante a los cuentos infantiles y la "literatura juvenil" que producen los sellos editoriales contemporáneos, lo cual explica en parte la facilidad con que las masas pueden acceder al contenido, requisito indispensable para la creación de un "best-seller". En consonancia con lo anterior, en la trama hay un predominio casi absoluto de la acción y los diálogos, en desmedro de la descripción de ambientes y personajes, tarea que se reduce al mínimo posible. Quizá a la primigenia vocación teatral del autor se deba esta característica, para bien y para mal.
De cualquier forma, quizá no sean los detalles técnicos los que interesen a los lectores aficionados a Coelho, sino el contenido, fondo o mensaje. La historia es bastante sencilla: un joven que emprende una búsqueda esencial, a partir de misteriosas revelaciones. Sin embargo, el argumento es una excusa para incrustar en él decenas de pensamientos sobre el sentido de la vida, esas reflexiones que a tantísimas personas les parecen la revelación de verdades fundamentales (y que, sin duda, son objeto de vistosos subrayados al momento de leer y acaban transformadas en presentaciones en Powerpoint con suave música de piano de fondo, las cuales circulan como correos en cadena por todo el ciberespacio; sin olvidar la multitud de citas que rellenan las agendas con "copyright", a quince dólares cada una).
Es precisamente contra este supuesto "contenido fundamental" que apuntaban los comentarios negativos que mencioné al principio, antes de comprobarlo por mí mismo: trátase de frases, reflexiones y sentencias de carácter genérico, como pronunciadas por una sabiduría natural, las cuales podrían aplicarse a cualquier situación... o a ninguna, según el estado de ánimo y las circunstancias de la persona que lee.
Para el caso, cito un fragmento que me llamó la atención: "cuando todos los días resultan iguales es porque el hombre ha dejado de percibir las cosas buenas que surgen en su vida cada vez que el sol cruza el cielo". Si recientemente yo he estado meditando sobre la rutina, la estabilidad de la vida y las metas existenciales, al leer esta frase puede que sienta el estremecimiento propio de una epifanía y quizá le atribuya al autor la virtud de un hallazgo que yo mismo apenas intuía. Sin embargo, a otra persona cuyos afanes estén orientados en otra dirección, la frase pudiera resultarle insignificante. En este aspecto, el libro se parece mucho a esa multitud de aparatos, tratamientos y sustancias raras que dicen curar dolencias rebeldes a la medicina moderna: está comprobado que allí actúa el fenómeno de la sugestión, pues la persona siente lo que quiere sentir, oye lo que quiere oír y cree lo que quiere creer.
En síntesis, creo que mientras más dificultades tiene una persona para producir un pensamiento articulado, coherente y sustancioso sobre sí misma y sus circunstancias, más propensa está a adoptar algo compatible con su formulación ausente cuando lo oye en palabras escritas o dichas por otra persona. El problema es que, a menudo sin merecerlo, la simpleza de unos acaba provocando la ilusión de sabiduría de otros.
viernes, 31 de agosto de 2007
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1 comentario:
Me ha sucedido algo similar, alumnos me preguntaban sobre novelas de Cohello y acabé por leer algunas...
"... a menudo sin merecerlo, la simpleza de unos acaba provocando la ilusión de sabiduría de otros".
(Usted lo ha dicho, yo ya lo sabía jajaja).
Me gusta su blog, si no le importa, andaré por aquí de vez en cuando,
un saludo.
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